«Tal falta de fundamento no es sin embargo apreciada por el gran público, y de ahí que sea muy oportuna la obra que se propone desarrollar S.V. Ilustrísima.»
¿Qué «obra» se proponía desarrollar el agregado de la embajada de Italia en Madrid por encargo de Génova en realación a los documentos sobre el Colón Gallego? Dejemos por un momento la pregunta en el aire, y pasemos a explicar, también por el aire, quien era Ángel Altolaguirre y Duval.
Altolaguirre era uno de esos académicos que había de determinar el alcance de los documentos gallegos. Presidía una comisión que debía trasladarse a Galicia para el estudio, no sólo de los documentos sino de otras pruebas como la famosa inscripción de la Basílica de Santa María. Pero, coincidiendo con la carta de la ciudad de Génova al agregado militar, acérrimo fascista, Altolaguirre no solamente se negó a desplazarse a Pontevedra con las excusas más peregrinas. Además, se dedicó a atacar con una virulencia indigna de un académico, de un historiador, y hasta de un mamífero, a la tesis gallega. Publicaba informes negando la veracidad de los documentos que no estudiaba y haciendo gala de una parcialidad y una subjetividad indecentes, insultaba rabiosamente a cualquiera que osara afirmar que acaso Colón era gallego. Y todo eso, sin renunciar a la presidencia de la comisión encargada del asunto.
Bien. En los años 50, felizmente muerto Ángel Altolaguirre, esperamos que tras larga y dolorosa agonía, sus descendientes decidieron vender su biblioteca. Un señor catalán, interesado en la figura de Colón, adquirió un lote de libros provenientes de la colección de Altolaguirre y entre las páginas de uno de ellos, encontró varios documentos. Eran las cartas dirigidas por Prudencio Otero a Ángel Altolaguirre, en las que le pedía insistentemente que procediera a realizar, como presidente de la comisión académica, el viaje prometido a Pontevedra para analizar las pruebas sobre el Colón Gallego. Junto a las cartas de Prudencio Otero, el documento que vemos arriba. El señor catalán, un bibliófilo llamadoJaume Colomer i Montset ató cabos rápidamente y contactó con Modesto Bará, periodista e investigador que mucho aportó al Colón Gallego, dando cuenta de su extraño hallazgo. La carta de Colomer dice que la embajada italiana se encargaba de buscar:
«(…) que alguien estudiara el problema del origen de Cristóbal Colón, a fin de oponerse a la argumentación de la tesis gallega. Todo hace pensar que el encargado de llevar a cabo esta campaña había confiado el asunto al Sr. Altolaguirre. El hecho de que poseyera él la carta del Ayuntamiento de Génova lo hace así presumir.
Vd. que conocerá los pormenores de los incidentes tenidos entre la comisión de académicos que se tenía que trasladar a Pontevedra y la comisión que allí aguardó inútilmente su llegada, sabrá encajar esta carta genovesa que explicaría muchas cosas, pero que aparte de la polémica surgida demuestra que alguien había «tomado su partido» antes de examinar los documentos de Vds»
Así se supo el porqué de la inquina remunerada de Altolaguirre contra el Colón de Pontevedra, y así se supo cuál era la obra encargada por Mussolini, a través de la ciudad de Génova, a su agegrado militar en Madrid. ¿Por qué una carta de la Ciudad de Génova a su agregado militar, en la que se muestra la preocupación italiana ante los documentos de Pontevedra, acaba en poder de Altolaguirre, la persona encargada de analizar esas pruebas pontevedresas? ¿Por qué precisamente Altolaguirre guarda esa carta junto a las de Prudencio Otero? ¿Cuántos académicos más fueron comprados por Génova? ¿Cuántas cartas como la que aquí reproducimos fueron escritas desde Italia? ¿Cuántos altolaguirristas caben en un Fiat Cinquecento?
Es conocida la furia con la que Mussolini defendió a su Colombo contra el empuje del Colón Gallego, ¿hasta dónde llegó esa furia? La carta que nos ocupa nos llegó de una manera imprevista y casual. En realidad, nunca nos debió haber llegado, y si podemos hoy leerla es porque el burro de Altolaguirreolvidó destruirla y la dejó perdida entre las páginas de un libro. Eso nos permite sospechar que estamos ante la punta de un iceberg.
Hay quienes citan las obrillas que escribió Altolaguirre con la misma veneración con que verían una aparición de Mussolini. Sepan que todo lo que haya escrito Altolaguirre en relación a Cristóbal Colón, al menos a partir de la fecha de esta carta, ha de ponerse en cuarentena, y tras citar a Altolaguirre, lávense la boca con detergente. Y lean a Enrique Zas, que demostró punto por punto que Altolaguirre sólo escribía bobadas.Y aún por encima, pagadas por Mussolini.
A quien piense que soy desconsiderado con Altolaguirre, le pediré que busque las perlas que Altolaguirre y algún que otro académico dedicaban a García de la Riega, por aquel entonces recién fallecido. No seré yo quien las reproduzca por respeto a don Celso, respeto que no merecen ni Altolaguirre ni sus entusiatas cachorrillos.