Por: Nemesio Rodríguez Lois.
(Diciembre de 2018, publicado en la revista Anduriña, Órgano informativo del Centro Gallego de México A.C.)
Fue hace más de un par de años cuando una noticia inesperada sorprendió a Galicia entera.
Se trataba del caso de un hombre de 52 años de edad que, en la madrugada del 21 de octubre de 2015, sufrió un infarto de tales dimensiones que los médicos que lo atendían en esos momentos lo dieron por muerto.
Inesperadamente –cuando ya la funeraria venía en camino- le encuentran síntomas vitales, lo reaniman y vuelve a la vida tras permanecer dieciocho días en estado de coma.
Su corazón quedó tan lesionado que solamente pudo funcionar con una capacidad del treinta por ciento.
Su nombre era Modesto Manuel Doval Montes y había nacido en la Ciudad de México el 6 de marzo de 1963.
Fue a partir de tan extraña experiencia en la cual, según sus propias palabras, “sintió una paz inmensa”; paz que le impulsó a dar un mensaje de tranquilidad a quienes ven con temor el fatal momento de la última hora: “Estén todos tranquilos. Si uno no regresa es que se está muy bien allí”.
El caso es que, a partir de ese momento, Manuel Doval valoró, como nunca antes lo había hecho, esas cosas pequeñas de la vida que son las verdaderamente importantes.
Tomado del brazo de su esposa María del Carmen Domínguez Carrera –con quien procreó a su hija Paulina; Manuel supo tomar conciencia de cuáles son los auténticos valores que le dan sentido a la vida.
Sin embargo, su destino estaba escrito: Un segundo infarto, ocurrido el 11 de junio de 2017 –cuando acababa de celebrar sus Bodas de Plata matrimoniales -fue el que se lo llevó para siempre.
La singular experiencia sufrida por este emigrante gallego –cuyas raíces se encuentran tanto en Mourente como en La Lama- es razón más que suficiente para que le dediquemos el presente comentario.
No obstante, en el caso de Manuel Doval hay mucho más puesto que se trató de una persona fuera de lo común.
Como antes dijimos, nació en la Ciudad de México y comenzó su vida laboral trabajando con su padre en la fábrica de gabinetes, “Miguel” ubicada en la Colonia Agrícola Oriental.
Un hombre de iniciativa, dinámico y con don de gentes, prendas que mucho le ayudaron en sus relaciones humanas puesto que gran parte de su vida trabajó como agente de ventas.
Si hablamos de sus aficiones, diremos que su gran pasión fue siempre el futbol: En el Centro Gallego de México jugó en los equipos Nieva y Seijido, recibiendo varios trofeos por ser el portero menos goleado.
Ahora bien, aparte de todo lo anterior, en el caso de Manuel Doval existe algo más que nos llama la atención.
Este hombre que murió dos veces tuvo siempre una pasión: Galicia.
Y ese amor por Galicia acabó dando frutos que le sobreviven después de muerto: Sus libros.
Como todo buen historiador –eso era Manuel Doval- se dedicó en cuerpo y alma a investigar todo lo relativo con su lugar de origen con el entorno de emigrantes que vinieron a México y –su obra cumbre- la controvertida cuestión acerca del origen gallego del Descubridor de América.
Como herencia a todos los que amamos a Galicia, Manuel Doval nos dejó las siguientes obras:
- “LEYENDAS E HISTORIA DE LA LAMA Y SUS PARROQUIAS”.
Obra en la cual hace un pormenorizado estudio de dicho municipio pontevedrés abarcando desde la Prehistoria hasta nuestros días.
- “LA EMIGRACION GALLEGA EN MEXICO”.
Obra en la cual estudia –también a fondo y con gran detalle- como ha sido la presencia de los gallegos en este país desde tiempos de la Conquista hasta nuestros días. Manuel Doval, en un gesto de hombría de bien, nos concedió el honor de que escribiésemos el Prólogo.
- “CRISTÓBAL. COLÓN. SEÑOR FEUDAL GALLEGO”.
Continuando los estudios que el historiador pontevedrés Celso García de la Riega iniciara hace un siglo, Manuel Doval insiste en la misma tesis: Cristóbal Colón nació en Galicia.
Tesis que dio origen a un libro y que publicó en forma de artículo en el número 69 de la revista ANDURIÑA en mayo de 2012.
Ciertamente que Manuel Doval fue siempre un apasionado de su querida tierra gallega donde, finalmente, está sepultado.
Pero no menos cierto es que, dejando a un lado cualquier tipo de apasionamiento, nuestro personaje sostiene su tesis apoyándose en los siguientes argumentos:
- Que el único lugar del mundo de aquella época en donde se encuentra el apellido “Colón es Pontevedra.
- Que el descubierto de América escribía en gallego sus cartas y bitácoras, tanto así que, cuando no encontraba el término adecuado en castellano, utilizaba una palabra gallega.
- Los nombres que utilizó Colón para bautizar las tierras recién descubiertas coinciden por centenares con los nombres de las costas gallegas. Ejemplos: Tenemos un río Xallas, en Jamaica; una Punta Lagoa, en las Bahamas; una Punta Moa, en Cuba, etc. Etc. Etc.
- Y esto solamente puede hacerlo alguien que conozca las costas de Galicia –especialmente las de Pontevedra- con la misma precisión con que se conoce la palma de la mano.
- La carabela “Santa María” –también conocida como “La Gallega” fue construida en los astilleros de la Moureira.
- Aún es hoy el día en que, a orillas del río Lérez, se alza un monumento recordando cómo allí fue construida la carabela que era nada menos que la nave capitana de Don Cristóbal.
- Y muchos más elementos, algunos tan curiosos como afirmar que Colón pertenecía a la nobleza gallega y que tanto él como el legendario Pedro madruga eran la misma persona.
Una obra muy especial, que reanima una vieja polémica y que desbarata versiones tan disparatadas como las que afirman que Colón nació en Génova (Italia), que era griego, judío, catalán o de la nacionalidad que pudiera ocurrírsele a cualquier improvisado charlatán.
Quienes defienden como lugares de origen cualquiera de los mencionados, no aportan los datos serios y contundentes que Manuel Doval –siempre de la mano de Celso García de la Riega- aporta en su obra.
Cuando llega el momento fatal de la muerte, muchos se presentan ante ella con las manos vacías o sé que ha caminado por la vida sin aportarle a las generaciones del futuro algo digno de recordarse.
Algunos han tenido poder, otros, dinero y unos cuanto han sido poseedores de una vasta erudición; bienes valiosos que solamente los han ensoberbecido. Sin embargo, una vez que han bajado al sepulcro – y tras algunos años transcurridos- ni sus nietos se acuerdan de ellos.
No ocurre así con Manuel Doval quien –después de aquella experiencia en los umbrales del más allá- se fue para siempre cuando, por madurez en plenitud (54 años de edad) podíamos esperar de él los mejores frutos.
Un hombre que, aunque pasen muchos años –gracias a las obras que nos deja como herencia- su nombre será siempre recordado.
Especialmente dentro de esta comunidad gallega a la que tanto amó y a la cual ofrendó gran parte de su vida.
Un hombre que continúa con vida a pesar de haber muerto dos veces.
Se ha ido de entre nosotros un hombre que es muy probable que, al pasar más allá de las brumas de la muerte, con sorpresa haya visto como salió a recibirlo nada menos que el Almirante Don Cristóbal.
No dudamos que Colón le haya dado un abrazo muy efusivo y que –en medio de esa paz que supone estar ya fuera del tiempo- haya platicado con él aclarándose sus dudad al revelarle ese gran secreto que continúa siendo una incógnita para el común de los mortales: ¿Era gallego Cristóbal Colón?