A PROPOSITO DEL LIBRO DEL DOCTOR D. RAFAEL CALZADA
Desde hace años, no pocos ya, cuanto se relaciona con lia vida y con la labor del primer Almirante de las Indias, ha sufrido un profundo cambio. Se han desvanecido muchas de las censuras que los apasionados apologistas de Colón lanzaron sobre España, tachándola de ingrata con el hombre que la había regalado un Mundo; se han rectificado los juicios acerca de las condiciones morales y la cultura del descubridor; se ha puesto en claro la importantísima participación que en el descubrimiento tuvieron marinos españoles, como los Pinzones, y se ha evidenciado que nuestra patria se hallaba perfectamente preparada para poder apreciar científicamente los planes del (llamado navegante genovés.
Se ha andado mucho camino; pero la labor no ha terminado, y lo que aún resta por hacer, aunque no afecte directamente al concepto dé la obra de España, tiene el interés que ofrece siempre cuanto se refiere a las grandes figuras de la Historia.
Los historiadores, aun los más entusiastas, de Colón, aun los que aceptan como verdades inconcusas cuanto dijo aquél y cuanto escribió su hijo D. Femando, no han podido desconocer que la biografía del primer Almirante de las Indias resulta muy incompleta. Es una serie de interrogaciones, a las cuales se ha pretendido contestar, ora con hipótesis más o menos fundadas, ora con documentos que la crítica no puede admitir sin detenido examen, ya apelando a los asertos contradictorios del mismo Colón, o de su hijo D. Femando, ya invocando el testimonio de los compañeros y amigos del Almirante, que no pudieron decir nada de ciencia propia, sino repetir lo que a aquél oyeron.
¿Dónde y cuándo nació Colón? ¿Quiénes fueron sus padres? ¿Cuál fué la condición social de éstos? ¿Cómo se deslizó la juventud de Colón? ¿Cuándo salió éste de su patria, si es que realmente nació en Génova? ¿Dónde adquirió ‘los conocimientos que poseía, si sus primeros años los pasó en un modesto taller de cardador y en una humilde taberna, y su juventud luchando unas •veces con las olas y otras contra los enemigos de la que se dice fué su patria?
De la existencia de Colón anterior a su venida a España, apenas si hay dato alguno realmente histórico. Suposiciones, conjeturas, asertos más o menos verosímiles, pero nada más.
Natural es, por tanto, que todo esto haya llamado la atención de los historiadores, y que acerca de todo ello se haya escrito mucho. Lo relativo a la patria de Colón, especialmente, ha sido objeto de larga controversia: sólo que antes ésta se limitaba a las varias poblaciones de Italia que se disputaban el honor de haber visto nacer en su seno al descubridor del Nuevo Mundo, pues aunque en 1880, el Padre Martín Casanova sostuvo que Colón había nacido en la isla de Córcega, y esto apasionó de tal suerte a la opinión francesa, que dos años después, el Gobierno de la República aprobó la erección de una estatua a. Colón en la plaza de lá ciudad de Calvi, no tardó en quedar demostrado plenamente que se trataba de un error; antes apenas si había quien se atreviese a negar el origen italiano de Colón, y desde hace algunos años la polémica ha tomado nuevos rumbos, habiendo ya muchos que creen que aquél nació en España.
Claro es que, cuando por primera vez se lanzó esta idlea, se tomó a broma la tesis. Afirmar que Colón había nacido en Pontevedra parecía una genialidad o un capricho inspirado por el amor a la tierruca. Pero cuando D. Celso García de la Riega desarrolló su pensamento en el libro titulado Colón, español, la cuestión varió de aspecto. Los asertos del Sr. García de la Riega podían ser o no exactos, mas no cabía pronunciarse acerca de ellos ligeramente, sino que merecían reflexivo y desapasionado examen.
Esta necesidad de un examen severo e imparcial de esa tesis, se ha afirmado desde el momento en que el Sr. Belirán y Rózpide ha evidenciado que el Cristóforo Columbo de que hablan los documentos italianos no es el Cristóbal Colón que descubrió el Nuevo Mundo, porque si resulta desmentido cuanto se venía diciendo acerca del origen y die la juventud del primer Almirante de las Indias, ¿por qué se ha de desechar a priori la hipótesis de que haya nacido en España, posponiendo la verdad histórica al amor propio de los que olvidan, que, como dijo Menéndez y Pela- yo, el historiador es un perpetuo estudiante? Y no desechándola, ¿no estamos obligados a estudiar, sin prejuicios de ninguna especie, cuanto acerca de esta materia se dé a luz? Por esto juzgamos indispensable consagrar algunas líneas al libro que hace pocos meses publico en Buenos Aires D. Rafael Calzada, con el título de La patria de Colón.
La obra del elocuente ex diputado español no sólo merece ser examinada por el interés que el tema ofrece, sino porque no es la labor de un sectario, sino la de un hombre que podrá equivocarse en sus juicios, pero que busca honradamente la verdad. Y la prueba de esto es que, aun abrigando un profundo convencimiento, “lejos de mí — escribe — la vana pretensión de haber arribado a una demostración que no admita réplica”, y que, en cambio, declara que le mueven el generoso deseo y la esperanza de que los antecedentes por él expuestos, “sean siquiera tomados en consideración por aquellos — ya sean individuos, ya Corporaciones — que tienen la misión y el deber de velar por la pureza de la Historia, a fin de que, dedicando al magno asunto el atento y concienzudo estudio que merece, hagan la luz de una vez por todas, ya que es hoy posible, sea en el sentido que fuere, alrededor de aquello mismo que Colón, como se ha dicho, pretendió que fuese un misterio para todos.”
Ante todo, el Sr. Calzada considera el aserto de que Colón era genovés como un dogma histórico petrificado, es decir, como uno de tantos asertos que van pasando sin examen de uno a otro historiador. Y, en efecto, la frase “porque de Génova salí y en ella nací”, que se le atribuye, no es más que esto, eso: un dogma histórico petrificado, un aserto que han repetido muchos historiadores, sin que conste que ninguno de ellos haya visto el original o una copia debidamente autorizada del testamento de Colón, en el cual se dice está inserta aquélla.
De todos modos, admitiendo como un hecho comprobado por el testimonio de distintas personas que el Almirante afirmó ser genovés, es también notorio que siempre hizo misterio de su origen, según reconoce D. Femando Collón, al escribir en su Vida del Almirante: “De modo que cuanto fué su persona a propósito y adornada de todo aquello que convenía para tan gran hecho, tanto menos conocido y cierto quiso que fuesen su origen y patria.”
Y si este aserto del hijo es verdad, resulta que aquel otro del padre era una invención, porque de no serlo, no habría podido ‘ escribir D. Femando la frase subrayada. O mintió el hijo, y no se alcanza el objeto, o había mentido el padre.
Que Colón no es muy de creer, lo demuestra el Sr. Calzada, recordando el juicio que ha merecido a Lombroso. ‘‘Como acón-‘ tece a los psicópatas —escribió el eminente tratadista —, Colón carecía de sentido morail, mucho más que el hombre medio, aún de su época”… “El hábito de la mentira científica le era familiar”. Y habiéndosele preguntado más tarde si creía posible que el Descubridor hubiese simulado su patria, buscando facilitar así la realización de sus planes, contestó sin vacilar: “Si le convenía, o le era necesario, es lo menos que pudo haber hecho”. El aserto de Colón de que era genovés, no merece crédito alguno; pero, ¿ por qué ocultó su origen y su patria ?
El Sr. Calzada, partiendo del supuesto de que Colón era gallego, y recordando que Galicia se había declarado a favor de la Beltraneja, pregunta: “¿Se concibe que fuese recibido en ella (en Castilla) con benevolencia un hombre enteramente desconocido, procedente de un país enemigo y rebelde, como Galioia, que acababa de alzarse en armas contra Isabel la Católica, mucho más, dada la manera un tanto despectiva como fueron siempre tratados en Castilla los hijos de aquella región?” Había, a su juicio, otra razón, y es ,1a de que comprendiendo Colón que se cerraba el camino para alcanzar los altos cargos a que aspiraba si confesaba su origen plebeyo, a lo que se unía su carencia de todo servicio prestado a España, parece lo más natural que pensase en ocultarlo, para lo cual no le quedaba otro remedio que el de ocultar su propia patria.
A esto se añade, en concepto del Sr. Calzada, el ser más que probable que Colón fuese de origen hebreo, lo cual le habría dificultado, más aún que su ascendencia plebeya, el acceso a los altísimos puestos que ambicionaba. Recuérdese que en España existía gran número de israelitas en esa época, y que, precisamente en Pontevedra, según el ilustre historiador Murguía, era grande la cantidad de judaizantes que había por aquellos tiempos. Corroboran esa sospecha el carácter avaro de Colón; el haberse relacionado con muchos judíos y cristianos nuevos; la protección que le dispensó el converso Luis de Santángel, casado con la conversa Juana de la Cavallería; el dejar en su testamento un legado para un hebreo que moraba a la puerta de la judería de Lisboa; el invocar constantemente en sus escritos el Antiguo Testamento, y su proyecto de reconquistar Jerusalén.
Por estas o por otras razones, Colón quiso pasar por extranjero, y como nadie tenía motivo entonces para poner en duda sus palabras, fácilmente lo consiguió. Sin embargo, examinados ahora sus escritos y sus hechos surge, cuando menos, la duda sobre su naturaleza y origen.
Hace notar el Sr. Calzada que Colón, que escribía bastante bien el castellano, no conocía el italiano. “En su correspondencia— dice — con el famoso cosmógrafo Toscanelli, al consultarle sus proyectos, ni se llama nunca compatriota de éste, siquiera para hacérsele más grato, ni emplea jamás el italiano, tanto que Toscanelli le tenía por súbdito del Rey de Portugal, así lo dice en su carta de 1574”. También escribió en castellano su mensaje a la Señoría de Génova. Sus cartas de carácter íntimo, por ejemplo, las dirigidas a su hijo, están todas en castellano; y aunque esto pudiera explicarse por no saber D. Diego el italiano, puesto que había nacido en Portugal, ¿cómo se explica que, si era genovés, no enseñase a su hijo el idioma que él había aprendido en el regazo de su madre? ¿No es sorprendente que hasta sus cuentas, sus papeles más íntimos, los redactase en castellano, y que el único juramento que usó, según testimonio de D. Fernando Colón, fuese uno tan castellano, como decir: “Por San Fernando”?
No contento con esto, el Sr. Calzada trata de demostrar que el idioma italiano no era el de Colón, que apenas lo conocía. Para ello reproduce una nota puesta por aquél en uno de los Códices de la Biblioteca Colombina, nota considerada como uno de los autógrafos más indubitados del Almirante, y la reproduce de texto tan autorizado como el discurso leído por D. Simón de la Rosa, bibliotecario de la Colombina, al ingresar en la Real Academia sevillana de Buenas Letras. El Sr. Calzada afirma que en esa nota se mezclan palabras castellanas e italianas, y que éstas están escritas en una forma que revela un verdadero desconocimiento del idioma italiano.
Tal vez se diga que no es que lo desconocía, sino que lo había olvidado; pero esto es inadmisible. Si hubiese salido de Italia de cuatro o seis años, podría ser; mas saliendo ya de veintidós años— puesto que había nacido en 1451, y en 1472 y 73, era aún cardador de lanas en Saona — y viviendo luego en barcos genoveses, con marinos genoveses, resulta demasiado raro ese olvido. Además, coa esos marinos, que mandaban Nicolás Spínola y Juan Antonio di Negro, llega a Portugal en 1477, y se establece en Lisboa, donde vivía a la sazón numerosa colonia de genoveses, y donde, naturalmente, seguiría hablando con éstos esi italiano. Siete u ocho años más tarde, a fines de 1484 o principios de 1485, llega a España. ¿Es que en siete u ocho años pudo olvidar completamente su idioma nativo? Esto es verdaderamente extraño, tan extraño como que en ese tiempo, viviendo en Portugal, aprendiese el castellano — nuestro romance, como él dijo en alguna ocasión — y lo hablase y escribiese, según hace observar el Sr. Calzada, empleando frecuentemente, no palabras portuguesas, sino gallegas.
En mi concepto, esto es importantísimo, y se hace preciso que autoridades en materia de filología examinen los escritos de Colón y decidan si realmente son gallegos los giros y las palabras que señala el Sr. Calzada; porque si, en efecto, son gallegos y no portugueses, esto constituiría un indicio grave y concluyente, que unido a los demás, darían un principio de prueba muy difícil, sino imposible de destruir.
De gran interés sería también que se examinase con detenimiento la letra de Colón — el cual, según D. Simón de 1a Rosa, empleaba dos distintos caracteres; la redonda y la cortesana —, y se comparase con la que en aquel tiempo se usaba en España y en Italia. El tipo de letra que se aprende en los primeros años no se suele cambiar, y si Colón era italiano, lo lógico es que su letra fuese también italiana.
Paso por alto el capítulo que el Sr. Calzada consagra a demostrar que Colón, con sus hechos, es decir, con los nombres que dió a las islas y puertos que descubrió, reconoció tácitamente su origen español; y lo paso por alto, porque aun siendo esto importante, es el argumento más manoseado; pero hay en él una observación, no del Sr. Calzada, sino de Humboldt, que tiene singular interés. “El fervor teológico que caracteriza a Colón—escribe el ilu9tre historiador alemán — no procedía, pues, de Italia, de ese país republicano, comerciante, ávido de riquezas, donde el célebre marino había pasado su infancia; se lo inspiraron su estancia en Andalucía y en Granada, sus íntimas relaciones con los monjes del convento de ía Rábida, que fueron sus más queridos y útiles amigos… La fe era para Colón una fuente de variadas inspiraciones; mantenía su audacia ante el peligro más inminente, y mitigaba el dolor de largos períodos de adversa fortuna con el encantos de sueños ascéticos… Estas ideas de apostolado y de inspiraciones divinas que con tanta frecuencia expone Colón en su lenguaje figurado, corresponden a un siglo que se refleja en él, y al país que llegó a ser su segunda patria.
Y añade, muy oportunamente, el Sr. Calzada: “Como se ve, Humboldt, con verdadera sorpresa, sin poder explicárselo — no cabía que sospechara siquiera lo de la invocación de una falsa patria, para lo cual no tenía base ninguna — encuentra retratado en Colón, no al hombre de la Italia negociante y republicana, sino al español, al español creyente y fervoroso, en quien ve personificada su segunda patria; y hallando para caso tan extraño una explicación razonable, recurre a la única posible: a su estada en Andailucía y a sus estrechas vinculaciones con los monjes de la Rábida; como si la idiosincrasia, las ideas de un hombre ya encanecido, puediesen mudar fundamentalmente en breves años por un simple cambio.de país y de relaciones.»
Me he extendido demasiado y necesito concretar.
En los siguientes capítulos de su obra, el Sr. Calzada trata de demostrar que el apellido de Colón era el del descubridor; que en Italia no se conoció nunca semejante apeUido, que es netamente español y existía en Galicia en el siglo xv y existió bastante después; pero no deja de reconocer que el Almirante, por razones que apunta su hijo D. Fernando, y acaso por otras, usó también los de Colombo, Columbus y Colom; afirma que Colón no se naturalizó en España, como lo hicieron Boccanegra, Magallanes, Vespucio y otros, extrañándose de que los Reyes Católicos hubiesen permitido a un extranjero que, además de representar sus personas para gobernar, administrar justicia civil y criminal, etcétera, tuviese una considerable participación en sus rentas; habla de la amistad fraternal que existió entre Fr. Diego de Deza y Colón; apunta que D. Femando Colón recorrió la Liguria y estuvo en Génova sin encontrar un solo pariente; habla después de los impugnadores y propugnadores de la tesis “Colón, gallego”, examinando los prinoipales argumentos de unos y otros, así como los documentos de La Raccolta y las alegaciones de los varios pueblos de Italia que pretenden haber sido la cuna de Colón, y, por último, defiende a España del cargo de haber sido injusta con el descubridor.
Tal es, en imperfecta síntesis, la obra del Sr. Calzada. No se llega en ella a una conclusión definitiva, ni se lo propuso el autor; pero con un estudio muy detenido de la materia, con gran lógica y con observaciones muy atinadas, por regla general, se sientan conclusiones que constituyen indicios graves en favor de la creencia que honradamente profesa el autor.
No puede decirse hoy, en mi concepto, que Colón fuese gallego; pero creo, sí, lealmente, que después del notable trabajo del Sr. Beltrán y Rózpide y del interesante libro del Sr. Calzada, cabe afirmar: 1.° Que el Cristóforo Columbo de los documentos italianos no es el Cristóbal Colón descubridor del Nuevo Mundo. 2.° Que hay poderosos motivos para creer que Colón no era italiano. 3.° Que existen también graves indicios para presumir que era español. 4.° Que los documentos encontrados en Pontevedra demuestran que en el siglo xv existían en esa región personas que llevaban el apellido de Colón. Y nada más.
¿Se llegará algún día a establecer documentalmente relación de parentesco entre esos Colones de Pontevedra y el almirante Colón? ¿Se logrará trazar la verdadera biografía de éste? ¡Quién sabe! Acaso en el momento menos pensado un feliz hallazgo nos ponga en posesión de la verdad; acaso no sepamos nunca cuál fué la cuna del inmortal navegante, y siga esto sumido en las sombras y en el misterio en que aquél quiso envolver su origen.
Por ello, debemos continuar trabajando para descorrer el velo que nos oculta la verdad; pero trabajando serenamente, impar- cialmente, sin apasionamientos, sin prejuicios, sin empeños de amor propio, sin otro anhelo que el de disipar las tinieblas que envuelven la vida de Colón hasta que vemos aparecer a éste en las puertas del convento de la Rábida.
Después de todo, ¿qué importa que Colón fuese genovés o lusitano, lo que se quiera, si la obra del descubrimiento fué esencialmente española, porque sólo aquí encontró aquél ayuda y protección; porque España fué la que dió sus barcos, sus hombres, sus recursos; porque la Nación que en plena Edad Medlia inició la exploración del mar tenebroso, fué la que al terminar el siglo xv rompió por completo el misterio que a aquél envolvía, destruyó la leyenda que había detenido a tantos navegantes, reveló la existencia de un Nuevo Mundo y realizó la epopeya, sin igual en la Historia, de la conquista y civilización de América?
Jerónimo Becker.
Cristobal Colon, nació en el «Barrio Hebreo» de Pontevedra, en el año 1436·37!!!!