Hace pocos días se divulgó por distintos medios de comunicación la noticia de que el catedrático Pérez Bustamante había hecho pública la última carta escrita por Cristóbal Colón en la primavera de 1506 y dirigida, precisamente, a La Coruña.
Este hecho no era desconocido, pues lo habían comentado diversos historiadores, Madariaga lo detalló ampliamente en 1940, y yo misma recurrí a este suceso en 1987.No obstante, me congratuló esta mención a nuestra ciudad, ya que en la serie que TVE transmitió sobre el almirante, a Galicia se la ignoró por completo. Se nombró a los más insospechados lugares como origen de su posible nacimiento sin hacer a la tierra gallega la menor referencia, olvidando que es la parte del mundo que puede aportar más datos con similitud a las situaciones geográficas descubiertas por Cristóbal Colón. Pero volviendo a aquella lejana primavera de 1506, se recuerda que el emisario de la carta fue Bartolomé, el hermano del almirante que la trajo hasta La Coruña, depositándola en las propias manos de los jóvenes reyes Juana y Felipe que, a su regreso de Flandes, habían hecho escala en nuestra ciudad.
Y el que fue Adelantado de las Indias entregó con profunda emoción la carta de su hermano reclamando por última vez sus derechos. Colón estaba ya gravemente enfermo, y aunque la reina Juana creyó recordarle, pronto volvió a su indiferencia habitual que, con posteriores extravíos, le darían el nombre de Juana la Loca, en tanto que su esposo demostró su peculiar indiferencia hacia sus deberes como rey de España.
Tras su infructuoso viaje, Bartolomé regresa al lado de su hermano agonizante. Cristóbal Colón ya no puede mover las manos ni los pies, pero su cerebro y su corazón están conscientes. Y de este angustioso modo surge el amanecer de aquel memorable 21 de mayo. Ha llegado el definitivo momento y el almirante comprende que va a comenzar su postrero viaje, y que le espera una carabela cuajada de estrellas. Entre los resplandores del día que nace el descubridor del Nuevo Mundo invoca angustiosamente la piedad y la clemencia de Dios…
Josefina López de Serantes
La Voz de Galicia, 14 de Febrero de 1992