IV. Colón en España, por D. Tomás Rodríguez Pinilla.-Madrid, 1884
Manuel Colmeiro
Con este título publicó el Sr. Rodríguez Pinilla un estudio histórico-crítico acerca de la vida y hechos del descubridor del Nuevo Mundo, personas, doctrinas y sucesos que contribuyeron al descubrimiento; libro remitido á nuestra Academia por la Dirección general de Instrucción pública á los efectos de la Real orden de 23 de Junio de 1876.
Empieza el autor investigando la patria de Cristóbal Colón, la época de su nacimiento, su modesta cuna, sus aventuras de marino y la temprana afición á las expediciones más osadas y temerarias que le hizo concebir el proyecto de buscar un nuevo camino para la India, navegando por mares desconocidos puesta la proa al Occidente.
Expone las dudas y desconfianzas que suscitó en la corte de los Reyes Católicos la empresa del marino genovés, calificada de imposible por la mayor parte de los teólogos, letrados y cosmógrafos de su tiempo, y cita uno por uno los generosos protectores del hombre de la capa raída y pobre.
Discurre largamente sobre el favor que halló Colón en el guardián de la Rábida, y sus desmayos y esperanzas mientras siguió la corte, hasta que llegó el ansiado momento de armar tres carabelas y lanzarse á los peligros del mar tenebroso.
El autor se jacta de llevar la luz de la crítica á los parajes más oscuros de la historia del futuro Almirante de las Indias; pero es lo cierto que no publica un solo documento desconocido, y que, sobre todo, desde el capítulo X en adelante, este libro nada contiene que sea nuevo y pueda satisfacer la pasión de los curiosos.
La erudición del Sr. Rodríguez Pinilla es vasta, su ingenio sutil, su amor á la verdad sincero, su paciencia ejemplar, y solo peca contra la claridad por falta de arte en la composición del libro sometido al examen de nuestra Academia.
Como muestra del espíritu analítico del Sr. Rodríguez Pinilla, merecen ser citados dos ó tres puntos que trata muy despacio
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en su obra. Sea el primero el empeño en demostrar que el guardián de la Rábida Fr. Juan Pérez fué un personaje distinto de Fr. Antonio de Marchena, con quien se le confundió hasta el extremo de mezclar sus nombres y formar el de Juan Pérez de Marchena; y sin embargo (dice el autor), aquel era seguramente un humilde franciscano, y este probablemente un religioso de la misma Orden; aquel confesor de la Reina, y este un sabio modesto ó buen astrólogo según la carta de los Reyes Católicos á Colón en 5 de Setiembre de 1493; aquel falleció en su convento antes del año 1513, y este pasó á las Indias en compañía de Colón en su segundo viaje. Todas son conjeturas más ó menos verosímiles, pero sin llegar al grado de certidumbre que convence al lector.
Otro punto investiga el Sr. Rodríguez Pinilla y dilucida no menos curioso é interesante, del cual debe tener noticia la Academia. Es cosa que corre acreditada entre el vulgo, siguiendo la corriente de varios escritores extranjeros y algunos regnícolas, que los maestros y doctores de la Universidad de Salamanca, consultados por los Reyes Católicos en claustro general, declararon que las promesas de Cristóbal Colón eran imposibles, vanas y dignas de toda repulsa. De aquí tantas acerbas invectivas contra los hombres más doctos de España en ciencias y letras.
El autor del libro que motiva este informe prueba que los Reyes Católicos dieron comisión á Fr. Hernando de Talavera, prior del Prado, para convocar una Junta de letrados y marinos, la cual diese su parecer sobre el proyecto de Colón; que esta Junta, reunida en Córdoba al principio del año 1486, dijo que el plan sometido á su examen era quimérico é impracticable; que pesó mucho en el ánimo de los concurrentes la opinión de Fr. Hernando de Talavera opuesto á toda empresa que distrajese las armas de Castilla de la guerra de Granada, y que en vista del informe desfavorable los Reyes despidieron á Colón, aunque no le quitaron del todo la esperanza de volver á la materia.
Entonces tomó la mano en defensa del proyecto de Colón Fray Diego de Deza, y propuso á los Reyes abrir las famosas Conferencias que se celebraron por su iniciativa en la sala capitular del convento dominicano de San Esteban de Salamanca, en las
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cuales Cristóbal Colón ganó su causa. El efecto inmediato de las Conferencias fué que entró á servir á los Reyes Católicos; es decir, que el futuro decubridor del Nuevo Mundo se hizo vasallo de la corona de Castilla.
Nota el autor del libro presente la confusión en que cayeron los historiadores por no haber acertado á distinguir la Junta de Córdoba del Congreso de Salamanca, ni esta de la Universidad, y advierte el error que cometieron al atribuir á los maestros y doctores de aquella escuela insigne el voto adverso de los letrados y marinos obedientes á Fr. Hernando de Talavera. Lo cierto es que no hay prueba alguna, ni el más leve indicio, de que la Universidad de Salamanca fuese consultada acerca de la empresa de Colón, y que todo cuanto se dijo y propaló en su menosprecio carece de fundamento.
Por innecesario hubiera prescindido el Sr. Rodríguez Pinilla de investigar si el hijo que Cristóbal Colón tuvo de Doña Beatriz Enríquez fué natural ó legítimo, á no excitarle el conde Rosselly de Lorgues, obstinado en sostener que su héroe contrajo con dicha señora un segundo matrimonio in facie Ecclesiæ. El conde discurre así subordinando la crítica al empeño de persuadir que Cristóbal Colón murió en olor de santidad, y promover el expediente de su canonización; pero el Sr. Rodríguez Pinilla, que no es tan devoto, prueba la bastardía de D. Fernando con el testamento de su padre, otorgado en Valladolid el año 1506.
Por lo demás, es sabido que siempre interesan las circunstancias, por mínimas que sean, relativas á la vida de los grandes hombres que llenaron el mundo con su fama, y Cristóbal Colón es uno de aquellos cuyo nombre va unido con el siglo en que florecieron.
El asunto del libro del Sr. Rodríguez Pinilla, aunque tratado por muchos y doctos historiadores, así nacionales como extranjeros, es inagotable. Todo escritor que se sienta con fuerzas para ilustrarlo será bien venido; y su obra merecerá, como ésta, la protección que el Gobierno suele dispensar á las ya publicadas, originales y de utilidad reconocida para las bibliotecas.
Madrid 27 de Abril de 1888.
Manuel Colmeiro