Columnistas 10 noviembre, 2012 – 1:02 AM
Hay un personaje histórico que apasiona y decepciona. Su condición de autoridad eclesiástica y colaborador de los reyes católicos para casar a sus hijas e hijo, lo hizo desarrollar un bien tejido tinglado de espionaje e intrigas, que lo convirtieron en un hombre
Hay un personaje histórico que apasiona y decepciona. Su condición de autoridad eclesiástica y colaborador de los reyes católicos para casar a sus hijas e hijo, lo hizo desarrollar un bien tejido tinglado de espionaje e intrigas, que lo convirtieron en un hombre poderoso y millonario; mucho más que la pareja real.
Fue el encargado de organizar todos los viajes a las tierras descubiertas por Cristóbal Colón en 1492, que fueron llamadas Indias Occidentales, por la errónea creencia del navegante de haber llegado al continente asiático.
En el segundo viaje de Colón que salió desde Cádiz en septiembre de 1493, de las 17 naves que llevaban con 1,200 hombres, más de la mitad eran leales y obedientes al todopoderoso Juan de Fonseca, arcediano de Sevilla y con los años, obispo de Burgos y arzobispo de Rossano.
Intrépido para la intriga, Fonseca logró hacer caer en desgracia a Cristóbal Colón, con el rey Fernando, consorte de Isabel. Le dijo que el genovés tenía aires de grandeza, que se comportaba como un reyezuelo y que quería explotar las minas de oro encontradas para su propio provecho y establecer el tráfico de esclavos negros. Ese fue más bien su mercado encubierto, usando a sus leales de testaferros y socios.
Uno de los marinos afines a Fonseca, volvió con 12 naves, con una serie de solicitudes contenidas en un memorial de Colón, donde pedía ropa fina y alimentación de mejor calidad. Fonseca lo aprovechó para dejarlo mal parado y decir que como administrador, el Almirante no era el adecuado porque no tenía don de mando.
Al tercer viaje de Colón que zarpó de Sanlúcar de Barrameda, le infiltró reos condenados a cadena perpetua. A Fonseca ya no le interesaba el descubridor. Más bien su enviado como administrador de la Española, Francisco Bobadilla, devolvió a los hermanos Cristóbal y Bartolomé Colón, con grilletes y presos a España.
Al mismo tiempo que hacía los “pernos” montó una flota paralela que también viajaría al sitio del descubrimiento, con Vicente Yáñez Pinzón, Alonso de Hojeda y el piloto florentino Américo Vespucio, del que le viene el nombre a América, posteriormente.
Esa fue la razón por la que Colón retornó deprimido y molesto del cuarto viaje, al enterarse que Vespucio y Hojeda se habían adentrado a Las Higueras, la isla de Trinidad y llegado hasta lo que ahora es Colombia.
Se desvanecía la gloria de Colón y surgía la estrella de Juan Rodríguez de Fonseca. En la primera década del siglo XVI era el principal armador de viajes a África, Asia y América. Confidente y mejor amigo del rey viudo Fernando de Aragón y nombró a su pariente político Diego de Velásquez, como gobernador de La Española, quien mandaba la explotación de oro y plata a su benefactor y se deshizo de Diego Colón Muñiz de Perestrello, el hijo heredero de Colón, a quien correspondía el cargo.
Cuando murió el rey Fernando (1516) por los afrodisíacos que usaba con su joven segunda esposa, francesa Úrsula Germana de Foix, se creía que Fonseca caería, pero el Cardenal Cisneros lo dejó en su cargo de presidente del Consejo de Indias.
Fonseca fue enemigo de Hernán Cortés, a quien consideró un traidor, por independizarse de Velásquez, de quien había sido escribano en Cuba. Pero Cortés fue más audaz que el obispo y lo acusó ante el joven rey Carlos, de quedarse con parte del tesoro (quinto real) que él había enviado desde Tenochitlán (México). El escándalo provocó que el temido obispo fuera sustituido temporalmente. Después persiguió al osado Hernán Cortés a través de su vasto equipo de funcionarios “que eran sus ojos y oídos (orejas) en América”, que lo enjuiciaron por sus asesinatos y robos.
Fonseca murió en noviembre de 1524 y dejó una cuantiosa fortuna a sus “sobrinos y sobrinas”. A doña Mayor de Fonseca le cedió su cama que tenía la base y el respaldar de plata labrada con motivos religiosos en piedras preciosas. A Pedro de Fonseca, una fortuna en efectivo para los estudios de sus hijos, nietos y bisnietos. En un expediente de limpieza de sangre del obispo de Sevilla de 1605, se puede leer que en realidad, el obispo era el padre biológico de don Pedro de Fonseca, a la vez abuelo del religioso del siglo XVII.
Fonseca sigue vigente hasta nuestros días. ¿Cómo? :
En 1522 su antiguo criado Gil Gonzales Dávila y su ahijado Andrés Niño, piloto de la Casa de Indias, buscaban un estrecho que uniera el Pacífico y Atlántico. Gonzales salió de la isla de las Perlas con rumbo a Nicaragua y Honduras, mientras Niño tomó el Poniente y descubrió El golfo chorotega al que bautizó en honor a su protector y benefactor como Golfo de Fonseca y a la isla Meanguera, como Petronila, “sobrina” también de Fonseca.
Ese apellido del polémico y asediado Golfo de Fonseca, parece que trajera consigo una maldición eterna de pleitos e intrigas. Ojalá y los actuales mandatarios de Honduras, El Salvador y Nicaragua, arreglen de manera civilizada el litigio marítimo.