El origen de Cristóbal Colón

Publicado en LOS DOMINGOS DE ABC, 13 de abril de 1969
Publicado en LOS DOMINGOS DE ABC, 13 de abril de 1969

Fernando del Valle Lersundi, ilustre escritor e historiador, correspondiente de la Real Academia de la Historia, ha realizado un extraordinario estudio de investigación en torno al erigen de Colón. Sobre este debatido e interesante tema, el señor Valle Lersundi presentó un documentado informe a la Academia. El rigor y Ia lógica de los argumentos aducidos por el historiador son innegables. Manejando fuentes de primera mano, tras demostrar la falsedad de muchos documentos utilizados por varios historiadores que se copiaron unos a otros, Fernando del Valle Lersundi desarrolla una teoría brillante y rigurosa que podría resultar decisiva en la investigación del origen de Cristóbal Colón. Por su extraordinario interés, publicamos a continuación, íntegro, el trabajo del señor Valle Lersundi.

El 11 de octubre del pasado año, víspera del Día de la Raza, tuve el honor de presentar a la Real Academia un informe en el que hada la siguiente afirmación.

“El apellido del Descubridor de Améri­ca no tiene relación alguna con los Colombo genoveses, ni con los Colón de Pontevedra, ni con los Colom de Córcega o de nuestras tierras de Levante, ni con alguno de los considerados, hasta ahora, como ascendientes del Descubridor. E*1 Colón de Don Cristóbal es, simplemente, otra forma más del sobrenombre de “Coulon” o “Coullon”, con que fue conocido en Francia su pariente el vicealmirante de Luis XI, Gui­llermo de Casenove.”

 

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Facsímil de la carta del Rey Don Juan II de Portugal, que constituye la mejor prueba del parentesco de don Cristóbal Colón con el almiran¬te corsario gascón Guillermo de Ca- senove. Ambos eran bien conocidos por Don Juan, desde que éste, en 1474, había asumido la dirección de los asuntos de Marina por delega¬ción de su padre, Don Alfonso V.

Mi afirmación no pudo ser más clara y sencilla, y pasado mi informe a la Comi­sión de Indias, tuve la satisfacción de es­cuchar, en la sesión siguiente, que la Co­misión consideraba interesante el informe por mí presentado y me pedía lo docu­mentara.

En apoyo de lo que afirmaba, ya hice en mi informe una ligera exposición de cuáles eran los documentos base de mi te­sis. Considero que la mejor manera de do­cumentar ésta, es ir aportando las prue­bas cronológicamente, tal como fueron apareciendo en crónicas e historias. Y co­mo, en realidad, versan en su mayor parte sobre el primero de los Almirantes Colón, famoso corsario gascón, al servicio de Fran­cia, comenzaré refiriéndome a Alonso Fer­nández de Falencia, primer cronista caste­llano que ló cita, en el capítulo VII del li­bro 24 de su famosa obra “Los treinta libros de los anales de España”, escrita en latín y traducida al castellano por el ilustre ar­chivero señor Paz y Melia;

 

 

AÑO 1475: EL CORSARIO ALMIRAN­TE FRANCES COLON COMIENZA A FIGURAR EN LA HISTORIA DE ESPAÑA

La acción que transcribimos ocurrió a mediados del año 1475, antes de que se firmara el Tratado de alianza de 8 de sep­tiembre de dicho año, entre don Alfonso V de Portugal y Luis XI de Francia.

Circular cursada por los Cónsules de fa Mar de la ciudad de Barcelona a todas las villas, castillos y lugares de la costa de Levante, avisando estén alerta por haber sido avistado en la costa de Valencia a un corsario llamado Colón con una armada de siete naos el 29 de septiembre. La circular es de 6 de octubre de 1473. Esta circular prueba la verdad de la afirmación hecha por Cristóbal Colón a los Reyes Católicos en su carta dirigida desde Cuba en 1495, refiriéndoles el intento que tuvo hallándose como corsario al servicio del Rey Renato de Anjou, pretendiente a las coronas de Aragón y Sicilia, de atacar a la galera “Fernandina”, lo que no llegó a ejecutar por haberse enterrado que estaban con ella otras dos naos y una carraca. Fue sin duda como capitán de una de las naos de su pariente el corsario Colon, en su expedición al Mediterráneo en ayuda del pretendiente.
Circular cursada por los Cónsules de fa Mar de la ciudad de Barcelona a todas las villas, castillos y lugares de la costa de Levante, avisando estén alerta por haber sido avistado en la costa de Valencia a un corsario llamado Colón con una armada de siete naos el 29 de septiembre. La circular es de 6 de octubre de 1473. Esta circular prueba la verdad de la afirmación hecha por Cristóbal Colón a los Reyes Católicos en su carta dirigida desde Cuba en 1495, refiriéndoles el intento que tuvo hallándose como corsario al servicio del Rey Renato de Anjou, pretendiente a las coronas de Aragón y Sicilia, de atacar a la galera “Fernandina”, lo que no llegó a ejecutar por haberse enterado que estaban con ella otras dos naos y una carraca. Fue sin duda como capitán de una de las naos de su pariente el corsario Colon, en su expedición al Mediterráneo en ayuda del pretendiente.

 

“Infestaba el mar de Occidente un pirata llamado Colón, natural de Gascuña, al que sus afortunadas expediciones habían permitido reunir gruesa armada y ostentar el título de Almirante del rey de Francia. Por él se habían hecho los franceses aptos para la navegación, porque antes se les consideraba o descono­cedores de tal ejercicio, o poco experimen­tados en las expediciones maríticas. Des­pués de combatir largo tiempo en Francia con los ladrones, casos adversos de fortuna le sumieron en la desgracia, y ya hacia la mitad de su vida, se consagró a la del mar y se enriqueció rápidamente merced a sus crueles y pérfidos procedimientos de pi­raba.”

“Buscó para compañeros a algunos vas­congados, gascones, ingleses y alemanes, aficionados a aquella vida; construyó una gruesa nave reforzada en las bandas eon fuertes vigas, para resistir el choque de las máquinas enemigas; inventó otras de di­versos géneros y en épocas determinadas salía del puerto de Haríleur, plaza de Nor- mandía, en la costa del océano, frontera a Inglaterra, y atacando furiosamente a cuantas naves mercantes se encontraba en la travesía, se apoderaba de sus ri­quezas.”

“En esas correrías había llegado a las , costas de Portugal y al Estrecho de Cá­diz, dirigiendo sus principales ataques con­tra portugueses y genoveses, por lo que el rey de aquella nación, don Alfonso, aliado entonces del inglés contra Francia, había enviado una armada en persecución del pirata…”

“Entre tanto, el rey Luis, ya amigo de don Alfonso de Portugal, deseando des­ahogar con España un innato prurito de guerra, antes de declararla, mandó a Co­lón que se reuniera con los marinos portu­gueses. Arribó el pirata a las costas de Lisboa y entró en la desembocadura del Tajo, con siete gruesas naves, y púsose en espera de los mercaderes vascongados que llevaban a Flandes vino, aceite y otros gé­neros. Muy ajenos estaban ellos de temer nada de Colón, eon quien tenían frecuen­tes tratos, a quien algunas veces habían acogido benignamente y en cuyas naves iban muchos marineros de Vizcaya. Con­fiados, además, en el afecto que los de es­tas provincias se profesan cuando están lejos de ellas, nada recelaban del pirata, pero éste, al divisarlos, cuando doblaban el Cabo de San Vicente, puso hacia ellos las proas. Seguros entonces de que venían a su encuentro marchaban confiados a re­cibir al que creían amigo, sin cuidarse, por tanto, de tomar las armas, y según costumbre de la gente de mar, le pregun­taron con qué intención venían en su bus­ca. Colón, dándose por mi*y amigo de los patrones de las naves, se limitó a indicar pasasen a la suya para ver por las relacio­nes de carga, si entre la de los andaluces habían introducido alguna los genoveses. Sin demora obedecieron los incautos vas­congados y el pérfido pirata les obligó trai­doramente a que le entregasen las nueve naves. Dos lograron huir merced a la as­tucia de cierto vascongado, pero se apo­deró de las otras siete y envió a Inglaterra a vender el cargamento de vino y aceite, géneros de que allí se carece.”

La amistad del corsario con los capitanes vizcaínos, y el hecho de llevar en su arma­da una buena parte de la marinería viz­caína y gascona, parece indicamos como lugar de su nacimiento, algún pueblo pró­ximo a la frontera franco-española.

La miserable acción que acabamos de relatar, cometida como hemos indicado a mediados de 1475, debió de tener gran re­sonancia en el pueblo vascongado con el que siempre, hasta entonces, había estado en excelentes relaciones.

 

 

COLON ERA SOBRINO DEL ALMIRANTE FRANCES GUI­LLERMO DE CASENOVE, DE SOBRENOMBRE «COLON»

EN LAS NAVES DE SU TIO, CRISTOBAL COLON ATACO LOS NAVIOS Y LOS COSTAS DE FERNANDO EL CATOLICO

Esto explico el misterio de que se rodeó el Descubridor ol venir o Espoño

QUEDA TOTALMENTE DESCARTADA LA TESIS GENOVESA, QUE ES UNA PA- ’ TRAÑA HISTORICA. CRISTOBAL COLON NADA TUVO QUE VER CON ITALIA

COMO SU TIO. EL ALMIRANTE FRANCES, COLON ERA GASCON

 

 

 AÑO 1476: MES DE JULIO. EL ALMI­RANTE FRANCES COLON ATACA LAS COSTAS DE ESPAÑA

Al año siguiente, declarada ya la guerra entre España y Francia, salió el almirante Colón de Harfleur, con nueve grandes naos, camino de Fuenterrabía, y al pasar por Erest, encontró en su puerto cuatro naos de súbditos del Rey Católico, logrando apo­derarse de dos de ellas, a cuyas tripula­ciones aniquiló. Las otras dos pudieron huir. Llegado a Fuenterrabía el día 8 de julio, en ayuda del ejército de tierra del rey de Navarra, estuvo diez días a la vis­ta de dicho puerto, y desembarcó su gente, “y con la que había en la Fuerza de la villa (cuenta Isasti en su Compendio His­torial de Guipúzcoa), hubo un recio en­cuentro y volvió el corsario a sus navíos con pérdida de cien hombres”.

Seguimos con los “Anales de España”, de Alonso de Palencia, que nos relata en su libro XXVII, capítulos IV, V y VI la segunda aparición del almirante Colón por las costas de España. El Capítulo IV termi­na con los párrafos siguientes referentes al corsario y a su partida de Fuenterrabía.

“Al dirigirse a Bermeo, una recia tormen­ta arrojó al mayor de sus navíos contra la costa enemiga, y viendo a los otros em­pujados sobre las rocas a punto de es­trellarse, dio rápidamente orden de salir a alta mar. Al dar vista a las costas de As­turias y Galicia, trató de compensar con alguna presa la pérdida de su navío, mas al querer atacar a Ribadeo, los vecinos, ya prevenidos a la defensa con tropas auxi­liares, le mataron mucha gente, y de tal modo le escarmentaron, que amedrenta­do con el doble descalabro huyó a Portu­gal en busca de tranquilo refugio.”

Efectivamente debió de huir, sin dete­nerse a ayudar a Pontevedra, Vivero y Ba­yona, que se habían alzado en Galicia a favor del rey de Portugal, y que fueron, pocos días después, tomadas por la Escua­dra de treinta navíos que, al mando de don Ladrón de Guevara había ordenado el Rey Católico se organizara en Guipúzcoa y Vizcaya para salir en persecución del corsario, y que sólo se tardó días en orga­nizar. Isasti, en su Compendio historial antes citado nos cuenta este episodio y agrega que “el rey don Femando se halla­ba entonces en Galicia y visto lo que hi­cieron los guipuzcoanos alabólos mucho con palabras públicas, de grande honor y agra­decimiento, porque en estas guerras derra­maron tanta sangre propia y de sus ene­migos. en servicio de su Real Corona”.

 

MES DE AGOSTO. COMBATE NAVAL DEL CABO DE SAN VICENTE

En el capítulo siguiente, V del mismo li­bro, nos describe Patencia el terrible com­bate dél Cabo de San Vicente, que tuvo lugar, aproximadamente, un año después de la traición llevada a cabo por el corsa­rio Colón a sus amigos los vascongados, y en el mismo emplazamiento de aquel su­ceso, el 7 ó el 12 de agosto de 1476.

“Exasperado Colón con el naufragio de su nave junto a Bermeo y con el daño re­cibido en el ataque a Ribadeo, anunció al rey de Portugal en cuanto entró en el puer­to de Lisboa, que había resuelto barrer de de las costas andaluzas hasta el Estrecho de Gibraltar, cuantas embarcaciones en­contrase. Llegó de seguida la noticia del ataque del Castillo de Ceuta y entonces don Alfonso reunió gran número de sus nobles y a toda prisa despachó dos galeras que habían escapado a los pasados desastres, la “Real” y la “Lope Yáñez”, las tripuló con gran número de portugueses que también embarcaron en las once de Colón y las en­vío a la defensa de aquella plaza. Al mismo tiempo zarparon del puerto de Cádiz, con rumbo a Inglaterra, tres gruesas naves genovesas, una galera grande y otro navío flamenco llamado de Pasquerio, sin temor a otro peligro que el de las tormentas, polla magnitud de las embarcaciones y la numerosa tripulación, aumentada enton­ces por la previsión de experimentados genoveses para asegurarse contra los ata­ques de Colón. La fortuna lo dispuso de otro modo. Al divisar estas cinco embarcaciones, las trace unidades del rey de Portugal y de Colón, destacó éste una carabela a enterarse de quiénes eran y qué se proponían. Contestaron los genoveses que bien conocía Colón la firme alianza que con los franceses tenían, en cuya vir­tud disfrutaban de libre navegación por todos los mares. Pero él, con igual astucia que la empleada con los obedientes vascon­gados, dijo qué el almirante, los maestres de las naves y los principales mercaderes podían pasar a la suya para enseñarle sus papeles. Como los genoveses no habían ol­vidado la pérfida conducta del pirata, se negaron a lo propuesto y empuñaron las armas. Adelantóse entonces Colón con la “Real” contra una de las tres galeras genovesas; la “Lope Yáñez” se arrimó al cos­tado de otra, y una tercera clavó su arpón en la elevada, borda de la flamenca de Pasquerio. Las otras dos galeras genovesas, seguras de los ataques de las naves más pe­queñas del pirata, auxiliaban a los suyos. Ante la tenaz resistencia de las galeras genovesas, Colón dio orden a otra de las suyas, también atestada de combatientes escogidos, de arrimarse al otro costado, a fin de apoderarse antes de ella entre las dos. No veía otro recurso más eficaz para combatir que el empleo de los artificios de fuego, con los que haciendo volar por los aires llamas de azufre y chispas encen­didas, aterraba y vencía a sus enemigos. En aquella ocasión, sin embargo, unos y otros sufrieron el daño, porque cuatro naves del pirata, la «Real”, la pegada al costado de la genovesa, la que combatía con la galera grande y la que trataba de incen­diar la flamenca, fueron, como las enemi­gas, presa de las llamas. Siete quedaron casi destruidas, y también hubieran sido las otras dos genovesas al no haber logra­do extinguir rápidamente él fuego que em­pezaba a prender en ellas. Al defenderse de los ataques de otras embarcaciones, per­dieron gran parte de la gente. También perecieron todos los genoveses y alema­nes de las otras galeras, menos ciento cincuenta que se salvaron a nado y reco­gieron las carabelas portuguesas, cuyos tri­pulantes miraban, desde la playa de La­gos, qué término tendría aquel encarniza­do combate que duraba diez horas. Qui­nientos nobles portugueses perdieron allí la vida, hundidos en las aguas a causa del peso de las armaduras. Además, dos mil franceses y portugueses perecieron entre las llamas o al filo de las espadas. Colón, con unos pocos, logró a duras penas subir a otras naves. Tal fue el terrible desastre de este pirata, tan funesto también para los ladrones franceses y para la nobleza lusi­tana../’

“Perdiéronse siete grandes naves, a saber: cuatro de Colón y portuguesas, una de las tres mayores genovesas y la urca y la cor­beta de Mandes. Lograron arribar a Cádiz dos de las genovesas, cuya tripulación la­mentaba tristemente la pérdida de la ma­yor parte de sus compañeros en el com­bate. Ocurrió éste el 7 de agosto de 1476, no lejos del Cabo de Santa María, en la costa andaluza, a unas noventa millas de Sanlúcar de Barrameda. Achacaban al­gunos el desastre de las dos armadas a la fortuna del rey don Fernando, por ser genoveses y portugueses enemigos de la Corona aragonesa y del poder de Castilla. Don Fernando, sin embargo, lamentó mu­cho el descalabro de los primeros, porque trataba de reconciliarlos con los catalanes y hacerlos amigos de los castellanos, si­guiendo los consejos de su tío don Fernan­do de Nápoles. que, a la sazón, negociaba alianza con los genoveses y quería tener a su lado por auxiliar en esta negociación a su sobrino.”

El relato del mismo combate que nos da Mosén Diego de Valera en el capítu­lo XXI de su “Crónica de los Reyes Católi­cos”, en nada difiere de la anterior, por cuyo motivo lo omitimos, no sin indicar que Mosén Diego nos señala como fecha la del 12 de agosto, en lugar del 7 que nos fija Palencia.

Cotejando estos relatos con los de fray Bartolomé de las Casas, en su “Historia de las Indias”, y don Femando Colón, en la Biografía de su padre, nos encontra­mos que éstos señalan la presencia de Cristóbal Colón en el combate (cosa que Falencia y Valera ignoraron) y que afir­man, al mismo tiempo, que Cristóbal Co­lón era pariente del almirante corsario. Como estas afirmaciones tienen una im­portancia capital en nuestra prueba, va­mos a dar cuenta de ellas, transcribién­dolas literalmente. Comenzamos por las de fray Bartolomé.

“Según todos afirman, este Cristóbal era genovés de nación; sus padres fue­ron personas notables, en algún tiempo ricos, cuyo trato en manera de vivir de­bió ser por mercaderías por la mar, se­gún él mismo da a entender en una carta suya; otro tiempo debieron ser pobres por las guerras y parcialidades que siem­pre hubo y nunca faltan en Lombardía. £21 linaje de suyo dicen que fue genero­so y muy antiguo, procediendo de aquel Colón, de quien Comelio Tácito trata en el libro XII al principio, diciendo que truajo a Roma preso a Mítrades, por lo cual le fueron dadas insignias consulares y otros privilegios por el pueblo romano, en agradecimiento a sus servicios. Y es de saber que antiguamente el primer sobre­nombre de su linaje dicen que fue Co­lón; después el tiempo andando» se lla­maron Colombos los sucesores de dicho Colón romano o capitán de los romanos…, pero este ilustre hombre, dejado el ape­llido introducido por la costumbre, quiso llamarse Colón, restituyéndose al vocablo antiguo.”

Hace más de sesenta años que Henry Vignaud, en sus “Etudes Critiques sur la vie de Colomb”, pág. 50, descubrió que este cuento, que relatan Don Fernando y Fray Bartolomé, del Colón, capitán romano, ci­tado por Comelio Tácito “en su Libro XP, al principio”, no tenía base alguna. Ea historiador francés demostró que en el texto de Tácito el que lleva preso a Roma a un Rey Mitridates, y recibe como premio las insignias Consulares, se llama Junius Gibo, y no Colón. Difícilmente podría derivarse de Cibo el apellido Colombo, pero no me­nos difícil sería el explicamos cómo Don Cristóbal, “dejado el apellido introducido por la costumbre, quiso llamarse Colón, restituyéndose al vocablo antiguo”.

También conviene señalar en este pá­rrafo de fray Bartolomé, el parecido exis­tente de los antecedentes de los padres de Colón, “personas notables, en algún tiempo ricos”, con los que del propio Guillermo de Casenove, nos dejó Alonso de Falencia: y la afirmación que sigue de “cuyo trato en manera de vivir debió ser por mercaderías por la mar, según él mismo da a entender en una carta suya”, tan distinta de la supuesta en la tesis genovesa.

Después de estudiar lo que, referente al origen del apellido Colón, aparece en el capítulo n de la Historia citada de fray Bartolomé, pasamos ahora al capítulo IV en que nos hace una relación del comba­te, dándonos cuenta antes de la razón por la cual don Cristóbal tomaba parte en él.

“Como fuese, según es dicho, Cristóbal Colón tan dedicado a las cosas y ejerci­cios de la mar, y en aquel tiempo an­duviese por ella un famoso varón, el ma­yor de los corsarios que en aquellos tiem­pos habla, de su nombre y linaje, que se llamaba Columbo Júnior, a diferencia de otro que había sido nombrado y señala­do antes, y aqueste Júnior trajese glan­de armada por la mar contra infieles y venecianos, y otros enemigos de su nación, Cristóbal Colón determinó ir e andar con él, en cuya compañía estuvo y anduvo mucho tiempo. Este Columbo Júnior, te­niendo nuevas que cuatro galeazas de ve­necianos eran pasadas a Flandes, esperó­las a la vuelta entre Lisbona y el Cabo de San Vicente, para asirse con ellas a las manos; ellos juntados, el Columbo Júnior a acometerles y las galeazas de­fendiéndose y ofendiendo a su ofensor, fue tan terrible la pelea entre ellos, asi­dos tinos con otros con sus garfios y ca­denas de hierro, con fuego y con las otras armas, según la infernal costumbre de las guerras navales, que desde la mañana hasta la tarde, fueron tantos los muertos, quemados y heridos de ambas partes, que apenas quedaba quien de todos ellos pu­diese ambas armadas, del lugar donde se toparon, una legua mudar. Acaeció que en la nao donde Cristóbal Colón iba o lle­vaba quizá a cargo, y la galeaza con que estaba aferrada, se encendiesen con fuego espantable ambas, sin poderse la una de la otra desviar, los que en ellas queda­ban aún vivos ningún remedio tuvieron sino arrojarse a la mar; los que nadar sabían pudieron vivir sobre el agua algo* los que no, escogieron antes padecer la muerte del agua que la del fuego, como más aflictiva y menos sufrible para la es­perar; el Cristóbal Colón era muy buen nadador y pudo haber un remo que a ratos le sostenía mientras descansaba, y así anduvo hasta llegar a tierra que estaría poco más de dos leguas de dónde y adonde habían ido a parar las naos con su ciega y desatinada batalla…”

“Ansí que llegado Cristóbal Colón a tie­rra a algún lugar cercano de allí y co­brando algunas fuerzas del tullimiento de las piernas. A de la mucha humidad del agua y de los trabajos que había pasado, y curado también, por ventura, de algu­nas heridas que en la batalla había reci­bido, fuese a Lisbona que no estaba le­jos.»

Veamos lo que nos refiere don Fernan­do Colón sobre el por qué se halló su pa­dre en el combate de San Vicente. No re­cocemos el relato que hace de este com­bate por parecerse extraordinariamente al que hemos transcrito de fray Bartolomé. En el capítulo V nos dice don Feman­do lo siguiente: “El principio y causa de la venida del Almirante a España y ser tan dado a las cosas del mar, fue un hombre muy señalado de su apellido y fa­milia, muy nombrado por mar por la Ar­mada que gobernaba contra los infieles y también la de su patria. Tal era su fama que espantaba con su nombre hasta a los niños en la cuna. Es creíble que este su­jeto y su Armada fueron muy grandes, pues una vez apresó con ella cuatro gale­ras venecianas gruesas, cuya grandeza y fortaleza no será creída, sino de quien las hubiera visto armadas. Llamaron a este general Colombo el Mozo, a diferencia de otro más antiguo que fue gran hombre de mar.”

Antes, en el capítulo I de la Biografía de su padre, nos declara su incertidumbre sobre el origen de su apellido con las siguientes palabras:

“El Almirante, conforme a la patria donde fue a vivir y a empezar su nuevo estado, limó el vocablo para conformar­le con el antiguo y distinguir los que pro­cedieran de él, de los demás que eran pa­rientes colaterales, y así se llamó Colón; esta consideración me mueve a creer que así como la mayor parte de sus cosas fueron obradas por algún misterio, así en lo que toca a la variedad de semejante nombre y sobrenombre no deja de haber algún misterio.”

Del cotejo de estas cuatro relaciones re­sulta evidente que fray Bartolomé y don Fernando hacen referencia con su almi­rante Colombo el Joven al almirante cor­sario Colón, falseando su nacionalidad y su sobrenombre y falseando al mismo tiempo las nacionalidades del atacante y del atacado. El combate, como se demues­tra claramente por los relatos de Palencia y Valera, fue entre la escuadra aliada franco-portuguesa, a las órdenes del pi­rata y la escuadra genovesa. Es de supo­ner que en esta acción iba don Cristóbal a las inmediatas órdenes de su pariente, y es seguro que el recuerdo de su parti­cipación en esta batalla le quemaba de remordimientos su conciencia, cuando al otorgar en Valladolid, viendo ya cercana su muerte, en 19 de mayo de 1505, agre­gó a continuación de su codicilo, una Me­moria o relación de ciertas personas a quienes manda se entreguen determinadas cantidades, indicando “háseles de dar en tal forma que no sepa quien se las man­da dejar”, y en ella figuran parte de los propietarios de los navíos genoveses ata­cados en el combate del Cabo de San Vi­cente.

Por otra parte, al atribuir Fernando Colón al Almirante genovés que llama “Colombo el Joven”, entre sus hazañas, la de las cuatro galeras venecianas que los historiadores franceses la cuentan co­mo una de las más famosas del Almiran­te corsario Colón lo identifica claramente con éste.

 

Retrato de Cristóbal Colón—a la izquierda—que se conserva en el Museo Na¬val de Madrid. El dibujo de un grabado de la “Historia de América”, de Th. de Bry—a la derecha—, está hecho sobre el retrato pintado por orden de los Reyes Católicos y grabade por Amboise Tardieu. Ambos han sido muy reproducidos.
Retrato de Cristóbal Colón—a la izquierda—que se conserva en el Museo Na¬val de Madrid. El dibujo de un grabado de la “Historia de América”, de Th. de Bry—a la derecha—, está hecho sobre el retrato pintado por orden de los Reyes Católicos y grabado por Amboise Tardieu. Ambos han sido muy reproducidos.

 

Entre los partida­rios del Colón genovés hay todavía quien sostiene, para no aceptar que el Descu­bridor venía en la Ar­mada del corsario, que don Cristóbal for­maba parte de una de las tripulaciones de Génova. Don Sal­vador de Madariaga, autor de la—a mi jui­cio—mejor biografía que se ha escrito so­bre el Descubridor (obra que he consul­tado muchas veces para escribir este tra­bajo), siempre ecuá­nime, como debe ser un verdadero histo­riador, da en su nota 9 al capítulo V de su “Vida del muy magní­fico señor don Cristó­bal Colón” dos argu­mentos en contra de los que afirman figuró éste como combatiente genovés. El primero que como han proba­do eruditos italianos no figura el nom­bre de Colón en la lista de ninguna de las tripulaciones genovesas, y el segundo que si Vignaud aduce que en el testamento de Colón, como es cierto, lega ciertas canti­dades de dinero a algunos genoveses, lo hace, como ya indicamos anteriormente, movido indudablemente por remordimien­to de conciencia. También resulta para la tesis genovesa, no menos extraordinario, que don Bartolomé Colón, hermano de don Cristóbal, hijo según esa tesis, de modes­tos artesanos genoveses, viviera hospe­dado un año aproximadamente en el Pa­lacio Real de París, en la parte de él en que habitaba madame Ana de Beaujeu, hermana entera de Luis XI y regente que había sido de Francia. Esto es compren­sible siendo don Bartolomé sobrino del vicealmirante Casenove. pero no de una modesta familia de taberneros italianos. Recuérdese que esto sucedía en el siglo XV.

 

CRISTOBAL COLON EN PORTUGAL

Llegado a nado Cristóbal Colón, según nos cuenta don Fernando y fray Bartolo­mé, al puerto de Lagos, de aquí pasó a Lisboa, donde conoció según manifiesta fray Bartolomé “en un monasterio que se decía de Santos, donde había ciertas Co­mendadoras (de qué Orden fuese, no pue­de haber noticia) donde acaeció tener práctica y conversación con una Comen­dadora de ellas, que se llamaba doña Fe­lipa Moñiz, a quien no faltaba nobleza de linaje, la cual hubo finalmente con él de casarse. Esta era hija de un hidalgo que se llamaba Bartolomé Moñiz del Perestrello, caballero criado del infante don Juan de Portugal”.

Ignoramos si fue verdad lo del monas­terio, pero sí lo fue el matrimonio con doña Felipa, y probada la nobleza de su linaje, a poco que se conozca la orga­nización social del siglo XV, con la di­ferenciación de clases, se comprenderá la imposibilidad de que un aventurero ge­novés, hijo de un tejedor tabernero, se ca­sara con una noble portuguesa, relaciona­da con la familia real.

Su parentesco con el almirante corsario Colón fue lo que sin duda le facilitó el situarse en el lugar que le correspondía y abandonar su arriesgada profesión de corsario. Más tarde, sus tra­tos con navegantes portugueses algunos de ellos descubridores, le llenaron su ima­ginación, ya de natural fantástica, de en­sueños de llevar a cabo grandes descubri­mientos. Atrevióse como consecuencia a proponer al rey _ don Juan II sus pro­yectos. Como estaban basados en el cálcu­lo   erróneo de don Cristóbal sobre la longi­tud del grado ecuatorial, no fueron apro­bados, por lo cual, y habiendo muerto doña Felipa, pasó a España en el otoño de 1484, pensando que quizá en ella encontraría la ayuda que necesitaba.

 

AÑO 1484: CRISTOBAL COLON, HA­CIENDOSE LLAMAR CRISTOBAL CO­LOMO, LLEGA A ESPAÑA

Llegado a tierras, de Huelva, parece ló­gico suponer que su primera visita fuera en ellas dedicada a sus dos concuñados que residían en aquella ciudad, Pedro Correa y Miguel de Muliart, y que éstos fueran

los que le recomendaran visitar en el con­vento de Santa María de la Rábida al padre franciscano fray Juan Pérez. Hay que pensar que el Descubridor llevaba consigo, además de un equipaje en el que abundaban los libros, a su hijo Diego, de cinco años de edad. La llegada de don Cristóbal a La Rábida, como antes indico, debió ser preparada con anticipación. El Cristóbal Colomo extranjero, presentado como tal por fray Juan Pérez a los duques de Medinasidonia y Medinaceli, y al que este último sigue llamando Colomo en 1493, al regreso triunfante del Descubri­dor, hace pensar que recién llegado a La Rábida, fray Juan Pérez supo, o sabía ya de antemano, quién era su visitante. En cuanto el asunto pasó a manos de los Re­yes Católicos, fray Juan Pérez debió expo­ner a éstos la verdad. No era el Rey Cató­lico persona fácil de engañar, y es seguro que si no se lo hubiera declarado el re­ligioso, lo hubiera él averiguado, ordenan­do se hicieran toda clase de pesquisas con objeto de conocer la procedencia y cuan­to en su vida había realizado el Descubri­dor.

En el año 1487, el 5 de mayo, figura co­brando “Cristóbal Co­lomo extrangero” tres mil maravedís de la tesorería de los seño­res Reyes Católicos. En 17 de agosto se le paga por la misma tesorería otros cuatro mil maravedís más. Al año siguiente de 1488, en 18 de julio, Cristóbal Colomo co­bra otros tres mil ma­ravedís. Pero no ter­minan en esto las ayudas prestadas a Cristóbal Colomo “extrangero” por los Re­yes Católicos, pues el

11   de mayo de 1489, por una real cédula, ordenan que tanto a Colomo como a los suyos “se les den bue­nas posadas sin di­neros”.

Al parecer cobran­do como “Cristóbal Colomo extrangero”, cosa desusada enton­ces en la Tesorería Real, sin expresar la naturaleza del cobrador, hace creer se trata de algún secreto de Estado, que con­venía, cuando menos de momento, no aclarar. Al firmar las capitulaciones re­dactadas, como se sabe, por el gran pro­tector del Descubridor, fray Juan Pérez, y el tesorero de Aragón Coloma, firma por primera vez el futuro Almirante como “Cristóbal Colón”, con el sobrenombre con que hasta entonces era conocido en el ex­tranjero.

El Rey Católico perdonó, sin duda, y dio al olvido los ataques que de los dos cor­sarios Colón, Cristóbal y su pariente, ha­bía recibido en sus navíos y en las costas de sus territorios.

 

AÑO 1488: SE CONFIRMA EL PARENTESCO DEL ALMIRAN­TE FRANCES CON DON CRIS­TOBAL

Ahora bien, en 10 de marzo del año 1488, es decir, un año anterior a la Real Cédu­la citada, Cristóbal Colón había recibido una carta del rey de Portugal, en la que. contestando a una que Colón le había di­rigido, le daba aquel monarca seguridades para mi ida a aquel reino. En ella el rey en el sobrescrito dice:

“A Xpoval Collon noso especial ami­go en Sevilla’’, y en el texto de la carta aparece dirigida a “Xpoual Colon”.

“Nos Dom Joham, per graza de Déos, Rey de Portugall, é dos Algarbes: da aquem é da allem mar om Africa; Senhor de Guiñee vos enviamos muito saudar…” a XX días de marzo de 1488. El Rey.”

Esta carta de don Juan n es la que más valor tiene para la prueba del pa­rentesco de don Cristóbal Colón con el cor­sario Colón, vicealmirante de Francia. Don Juan n de Portugal fue encargado por su padre el rey don Alfonso V, en el año 1474, de la dirección de las Armadas y descubri­mientos geográficos del reino vecino. Fue, por tanto, quien con el corsario francés organizó el ataque a los puertos españoles

a realizarse como consecuencia del desas­tre de la Armada franco-portuguesa en el combate antes citado del cabo de San Vi­cente. El corsario había muerto en 1483, y el hecho de concederle, tan­to en la carta como en el sobrescrito, los sobrenombres de Colón y Collón, que usó el corsario, demuestra claramente—a mi modo de ver—que al rey don Juan le constaba el cercano parentesco que unía al Descubridor con el almirante francés.

y que le daba dos de los sobrenombres que éste usó y con los que fue conocido, pareciendo considerarle hasta cierto pun­to como uno de sus herederos. Este testi­monio del parentesco es el tercero, ya que anteriormente hemos señalado las decla­raciones sobre el mismo, dadas por fray Bartolomé y por don Femando.

Existe un cuarto testigo de este pa­rentesco y es el propio don Cristóbal, que en la carta que lleno de amargura escri­bió al llegar a España preso en 1500, a doña Juana de la Torre, ama del príncipe don Juan, le dice: “Yo no soy el primer almirante de mi familia».  Y esto era cier­to, porque el primer almirante Colón co­nocido en España fue, como queda de­mostrado, el corsario francés, y el segun­do almirante que llevó el sobrenombre de Colón fue don Cristóbal.

 

SE ACLARA QUIEN FUE EL ALMI­RANTE FRANCES COLON

¡Precisa averiguar ahora cómo se llamaba el que hasta entonces, sin nombre propio, figuraba como almirante francés Colón.

El historiador francés Henry Vignaud nos dice en sus “Etudes critiques sur la vie de Colomb”, en el capítulo I, que se titula: “Colomb, corsaire fameux, grand homme de mer”. “Guillaume de Casenove, dit Coullon”. “Son véritable nom”, “Fer- nand Colomb, comme on l’a vu, parle de deux Colombo célébres, membres de sa fa- mille, dont l’un, marin redoutable, était appelé le Jeune, pour le distinguer de l’autre qui était également un grand homme de mer. C’est tout ce qu’il dit de ce demier. Mais dans les documents et écrits du temps, on trouve nombre de mentions de ce personnage sous les noms de Colombo, Columbus, Cullam, Colon et méme Coror. En France, il était connu sous le nom de Coullon, dont les Italiens ont fait Colombo. Nous savons que c’est bien de lui que Fernand Colomb a voulu parler, parce qu’il eut souvent maille á partir avec les Siciliens, les Génois, les Flamands, et les Castillans, et que les documents contemporains oü ces incidents sont mentionnées le désignent sous les différents noms qui viennen d’étre rap- pelés. On sait aujourd’hui que c’était un cadet de Gascogne qui s’appelait de son véritable nom, Guillaume de Casenove.”

 

Fotocopia del “Dictionnaire Critique" del historiador francés Agustín Jal, en la que figura la .firma del almirante francés corsario “Guillaume de Casenove, dit Coullon”, y su biografía. Nos relata Jal que et citado corsario, sin duda en la retirada de su expedición al Mediterráneo, organizada en ayuda del Bey Renato de Anjou, pretendiente a tas Coronas de Aragón y Sicilia, apresó, junto al puerto de Vivero, dos galeras de Don Fernando, entonces Rey de Sicilia, por cesión de su padre, Don Juan II de Aragón. Don Fernando envió su protesta por este hecho a Luis XI, exigiendo la devolución de los navíos con cuanto contenían y la libertad de las tripulaciones. La protesta fue escrita, en latín, el 9 de noviembre de 1473, y llevada por un rey de Armas. Entregóse el 26 de enero de 1474, y Luis XI contestó el 31 del mismo mes, alegando las razones que habían dado lugar al apresamiento, pero que, no obstante daba orden al corsario para que devolviera las galeras con sus mercaderías y pusiera en libertad a sus tripulantes. Hechos todos ellos de importante significación histórica.
Fotocopia del “Dictionnaire Critique» del historiador francés Agustín Jal, en la que figura la .firma del almirante francés corsario “Guillaume de Casenove, dit Coullon”, y su biografía. Nos relata Jal que et citado corsario, sin duda en la retirada de su expedición al Mediterráneo, organizada en ayuda del Bey Renato de Anjou, pretendiente a tas Coronas de Aragón y Sicilia, apresó, junto al puerto de Vivero, dos galeras de Don Fernando, entonces Rey de Sicilia, por cesión de su padre, Don Juan II de Aragón. Don Fernando envió su protesta por este hecho a Luis XI, exigiendo la devolución de los navíos con cuanto contenían y la libertad de las tripulaciones. La protesta fue escrita, en latín, el 9 de noviembre de 1473, y llevada por un rey de Armas. Entregóse el 26 de enero de 1474, y Luis XI contestó el 31 del mismo mes, alegando las razones que habían dado lugar al apresamiento, pero que, no obstante daba orden al corsario para que devolviera las galeras con sus mercaderías y pusiera en libertad a sus tripulantes. Hechos todos ellos de importante significación histórica.

 

Como se ve el origen gascón señalado por Alonso de Palencia en sus Anales que­da confirmado con lo que nos diee Henry Vignaud. Probado como queda anteriormente el parentesco de don Cristóbal con el corsario Casenove, del cual heredó su sobrenombre de Colón, dicho parentes­co y herencia hacen presumible el origen también gascón de don Cristóbal. Las manifestaciones de diversos testigos de que al Descubridor se le sentía extranjero en Castilla y que en su manera de hablar el castellano se le conocía que no era na­tural del Reino de los Reyes Católicos eran, desde luego, ciertas y lógico el que se lo notaran. Su idioma nativo fue problablemente el gascón, o acaso el vascuen­ce, idiomas que hablara con sus familiares y con la marinería. Los gascones, vascones romanizados, de origen ibérico, es decir, hispano, habían ocupado en la antigüedad toda la Aquitania, que comprendía desde el nacimiento del Garona en los Pirineos hasta su desembocadura en Burdeos, y la costa del llamado golfo de Gascuña hasta la provincia de Labourd.

Fue autor de esta litografía el gran dibujante madrileño Vicente de Urrabieta, padre del gran pintor, considerado en los Estados Unidos como el mejor dibu¬jante mundial del siglo XIX, Daniel de Urrabieta Vierge, nacido también en Madrid. En ella se representa a Cristóbal Colón salvándose a nado,, apoyándose en un extraño remo, después del terrible combate naval del Cabo de San Vi¬cente, último episodio de su vida de capitán de corsarios. En él tomó parte atacando, a las órdenes de su pariente el almirante corsario Guillermo de Ca- sanove, de sobrenombre “Coullon”, que mandaba una armada franco-portu- guesa, a una armada genovesa. Este episodio lo refieren con toda clase de detalles, falseando la nacionalidad del atacante y del atacado, don Fernando Colón, en la biografía que escribió de su padre, y fray Bartolomé de la Casas en su “Historia de las Indias”, libro, como se sabe, de celebridad universal.
Fue autor de esta litografía el gran dibujante madrileño Vicente de Urrabieta, padre del gran pintor, considerado en los Estados Unidos como el mejor dibujante mundial del siglo XIX, Daniel de Urrabieta Vierge, nacido también en Madrid. En ella se representa a Cristóbal Colón salvándose a nado,, apoyándose en un extraño remo, después del terrible combate naval del Cabo de San Vi¬cente, último episodio de su vida de capitán de corsarios. En él tomó parte atacando, a las órdenes de su pariente el almirante corsario Guillermo de Casanove, de sobrenombre “Coullon”, que mandaba una armada franco-portuguesa, a una armada genovesa. Este episodio lo refieren con toda clase de detalles, falseando la nacionalidad del atacante y del atacado, don Fernando Colón, en la biografía que escribió de su padre, y fray Bartolomé de la Casas en su “Historia de las Indias”, libro, como se sabe, de celebridad universal.

Dadas las relaciones que Guillermo te­nía con los vizcaínos y los gascones, según hemos podido ver en los textos de Alonso de Palencia, el nacimiento de estos dos al­mirantes Colón debió tener lugar en el antiguo reino de Navarra, frontera con la provincia de Guipúzcoa, o acaso en la mis­ma Guipúzcoa. Calculando los años en que ambos actuaron, si nacieron en Na­varra, es muy posible fuera en tiempos en que el rey don Juan de Aragón, como marido entonces de doña Blanca de Hebreux, su primera mujer, era rey con­sorte de dicho reino. Por muerte de doña Blanca recayó su corona en su hijo, el no­ble, culto y desgraciado don Carlos, prínci­pe de Viana, habiendo don Juan contraído segundo matrimonio con doña Juana Enríquez, madre del Bey Católico, surgieron graves desavenecias entre el príncipe y su padre, a poco de ser aquél coronado. Estas desavenencias terminaron en una san­grienta guerra civil, en la cual; Navarra y sus alrededores fueron campo de batalla durante años entre beamonteses y agra­men teses: los primeros partidarios de don Juan y los segundos del principe.

Los Casenove, tenían dos ramas de su li­naje en la zona de combate y una tercera muy cercana a él. En el lugar de Bardos, en el Labourd, hoy Cantón de Bidache, al­za todavía sus viejos muros la casa palacio de Casenove, muy posiblemente la nativa de Guillermo. Otra, encontramos en Pamplona, donde en su archivo de la Dipu­tación existe un documento del año 1568, litigado por Berenguer y Sancho de Casa- nova, hermanos, en que prueban ser hijos legítimos de un Juan de Casanova que demostró anteriormente ser descendiente de las casas y palacios de Echéverz y Ca­sanova, «en tierra de vascos”. La terce­ra, se hallaba, y se halla situada en la ciudad de Fuenterrabía, y por estar lin­dante con el reino pirenaico y enlazadas familias de esa zona con las de Navarra, puede considerarse como zona de combate. La rama de Fuenterrabía era tenida como una de las principales de dicha ciu­dad y estaban dedicados sus familiares a la carrera del mar, dando la coincidencia posiblemente casual, de que en el siglo XVI figuran un Casanova que se llama Cristó­bal y otro que se llama Diego.

Creer, dada la manera de ser de Gui­llermo de Casenove, que sí, como supone­mos, nació en el reino de Navarra, no hu­biera tomado parte en esas guerras civi­les, me parece imposible. Sería cosa lógica que él, como navarro y luchador, teniendo en cuenta que Bardos, donde pensamos que acaso nació, era señorío de una línea fundada por Sancho García de Agramonte, feudatario del conde de Foix—que luego afrancesada se hizo famosa con los títulos de duque de Gramont, príncipe de Bida­che y conde de Guiche—, tomara el ban­do agramontés, contrario al rey don Juan n, y acaso se hallara en la desgra­ciada jornada de Aybar, en 1452—en la que el príncipe de Viana cayó prisionero en manos de su padre—, y como conse­cuencia de ello se viera obligado a abando­nar su tierra natal y emigrar a Normandía.

Esto me hace suponer, también como po­sible, que las luchas con los ladrones a que hace referencia Alonso de Falencia, fueran luchas sostenidas contra los bea­monteses, dado el que unos y otros com­batientes tenían, como en casi todas las guerras civiles—y en algunas que no son civiles—, mucho de ladrones. Lo cierto es que después de su inicua acción contra les vizcaínos, Guillermo, como súbdito, en su carrera de pirata, del rey Luis XI de Francia, procuró atacar cuanto pudo a las costas y naves de don Fernando, rey de Aragón y Castilla. El Descubridor se formó a su lado, según nos declaran fray Bartolomé y don Femando Colón, afir­mando que pasó con él muchos años, y acaso el episodio como corsario a las ór­denes del rey Renato de Anjou, por don Cristóbal recordado en su carta de 1495 a los Reyes Católicos, y que debió de tener lugar en la primera mitad de la octava década del siglo XV, lo realizara por de­legación de su pariente Guillermo.

Es imposible comprender cómo los que han estudiado a fondo los orígenes de nuestro primer Almirante del Mar Océano, no hayan resuelto este problema hace ya mucho tiempo. Solamente la labor enre­dadora de fray Bartolomé y don Fernan­do, inventando la oriundez genovesa del Descubridor, apoyada entusiásticamente por una serie de falsificadores italianos, ha podido cegar hasta ahora a los investiga­dores, en tan terrible forma. Nuestro gran Fernández de Navarrete demostró hace más de ciento cincuenta años que el úni­co documento en que don Cristóbal mani­festaba haber nacido en Genova era falso, ya que en él, que no es nada menos que la fundación del mayorazgo de Colón, otor­gado el 22 de febrero de 1498, figura la siguiente súplica, que demuestra claramen­te su falsedad: “Y asimismo lo suplico al Rey y a la Reina nuestros señores, y al Príncipe Don Juan, su primogénito nues­tro Señor.” Recorde­mos que el malogra do Príncipe Don Juan había muerto el 6 de octubre del año ante­rior. Igualmente de­mostró la falsedad del codicilo militar.

Desgraciadamente el inventario de la Sec­ción del Patronato Real de nuestro ma­ravilloso Archivo de Indias de Sevilla, ma­ravilloso por su ar­quitectura y por su riqueza documental, se redactó pocos años antes de la publica­ción del trabajo del que fue ilustre direc­tor de esta Real Aca­demia, y como con­secuencia, esos dos documentos falsos, que al que formó el inventario le parecie­ron de una autenti­cidad clara e indiscu­tible, recalcada por él con entusiasmo, si­guen confundiendo a los investigadores co­lombinos a su llega­da, que como conse­cuencia, siguen afe­rrados a la tesis del Cristóbal Colón genovés.

Se hace preciso por ello—si la Real Aca­demia considera probada mi afirmación, hecha el 11 de octubre—rogar a la direc­ción de dicho Archivo señale en las mis­mas páginas donde aparecen inventaria­dos los citados documentos, su demostrada falsedad.

 

ORIGEN DEL SOBRENOMBRE DE «COLON»

Hacia el año 1452, acaso coincidiendo con la desgraciada batalla de Aybar, es­tablecióse en el puerto de Harfleur, ya de mucho tiempo atrás nido constante de piratas en la costa de Normandía, Gui­llermo de Casenove. (Parece lógico supo­ner que si el año 1461, según afirma Ha- rrisss, era ya vicealmirante del Almiran­tazgo de dicha región, debió comenzar su vida de corsario ocho o diez años antes.) Hombre inteligente, belicoso y bravo, ro­deóse, sin duda, de marinos expertos, mer­ced a lo que pronto se hizo, si antes ya no lo era, gran conocedor de la vida del mar.

Construyó, como ya antes indicamos “una gruesa nave, reforzada en las ban­das con fuertes vigas”, y con ella se dedicó al corso. El lugar donde organi­zó su guarida se prestaba a ello, por ser ruta obligada de todo el comercio maríti­mo del Mediterráneo y de la Península Ibé­rica con los Estados de Flandes. Su fama se extendió rápidamente por el norte de Francia y los pescadores bretones y nor­mandos le consideraron como un héroe. Dieron, por ello en llamarle “Colón”, “Cou- llon” o “Coulón”, por las numerosas presas que realizaba, y con estos sobrenombres fue conocido y temido por la marina co­mercial europea, a excepción—en cuanto a temor—de la de Francia.

Es indudable que el sobrenombre, en sus varias formas, halagó a Casenove, quien no sólo lo aceptó complacido, sino que lo usó detrás de su nombre y apellido. Como “Guillaume de Casenove, dit Coulon” fi­gura en el encabezamiento de varios do­cumentos y hay que agregar que cuando tuvo que signar algún papel de carácter ofi­cial, sólo lo firmó, en grandes letras, con el sobrenombre de “Coullón” (C.a 7).

Vignaud, en “Etudes Critiques sur la vie de Colomb” <C* 7), nos afirma que en Francia se ignora de dónde le venía a Ca­senove tal sobrenombre, y en nota, a este propósito, nos cuenta que a Jal, le producía gran extrañeza que a un corsario de las calidades de Casenove se le denominara “Coulon”, que los historiadores franceses traducen erróneamente por “Paloma”, en vez de haberle apodado “aguilucho” o “azor”. Vignaud nos cuenta también que Charles de la Ronciére suponía fuera de­bido a la gran nave “rápida y ligera” que construyó, que si nos atenemos a la descripción que de ella nos hizo Alonso de Palencia, contemporáneo de Casanove, es difícil pudiera ser rápida y ligera. Al encontrar que ninguna de las explicaciones dadas sobre el origen del sobrenombre me convencía, opté por consultar diversos dic­cionarios franceses e ingleses, y en ellos encontré la solución.

El Diccionario francés de Litaré, al tra­tar de la palabra “Coulon” nos da las acep­ciones siguientes:

“Un des noms vulgaires de pigeon—Üou- lon chaud—, un des noms vulgaires de tourne’-pierre. oiseau. — Coulon de mer, un des noms vulgaires de la mouette. — E. ¡Latin Columbus. Coulon ou Colon était. dans l’ancienne langue le nom du pigeon.” El Diccionario Enciclopédico Le Grand Larcuse da a su vez del mismo vocablo las acepciones siguientes:

‘Lat. columbus, pigeon. Nom usuel dans les départements du nord de la France, du pigeon domestique. Coulon de mer, nom sous lequel les pecheurs du Pas de Calais désignent les mouettes.

Hemos de señalar que según el Diccio­nario inglés de Oxford, en la costa sur de Inglaterra, al norte del Canal de la Man­cha, encontramos que “mouette”—en cas­tellano “gaviota”—, se dice indistintamen­te “Gull” y “Sea Gull”, correspondientes a “Coulon” y “Coulon de mer”, y a “gavio­ta” y “gaviota de mar”, de donde clara­mente se deduce que vale tanto simple­mente “Coulon” como “Coulon de mer”. Pero en el Diccionario inglés, se hace una aclaración interesante: que “Gull” es vo­cablo derivado de “Voüenno” de origen céltico del cual derivan también el voca­blo del bretón inglés “goelann” y el del bretón francés “goóland”. Continuando esta investigación he de agregar que en el Diccionario Grand Larousse, confirman­do esta cita del vocablo “Goéland”, al tra­tar de él nos dice: “n. m. (mot bas bretón signif. mouette). Nom usuel des grosses mouettes”; resulta, por lo tanto, ser mascu­lino. En el Diccionario de Littré, al ocu­parse del vocablo “mouette” nos indica que es “s. f. Oiseau de mer de Fordre des palmipédes. et á longues ailes. genre Gavia de Bresson: nom donné á plusieurs espé- ces de genre Larius de Linne, lequel com- prend les goélands et les mouettes”. Anote­mos que es femenino. Y algo después agre­ga: “Pour établir un terme de compa- raison dans cette échelle de grandeur, nous prendrons pour goélands tous ceux qui scnt de ces oiseaux dont la taille sur- passe celle du canard, et qui ont dixhuit ou vingt pouces de la pointe du bec á l’extremité de la queue, et nous appellerons mouettes tous ceux de ces oiseaux qui sont au-dessous de ces dimensions.”

Esta misma diferencia de denominación por tamaños nos la da al tratar de la pa­labra “mouette” el Grand Larousse asegu­rándonos, no en pulgadas, sino en centí­metros, que varía de 25 a 65. Al tratar de la palabra “Goéland” ese mismo Diccio­nario la fija de 0,25 a 0,70 m. Estas pe­queñas contradicciones encuéntranse en todos los diccionarios.

A mi entender, las distintas acepciones que dan los dos Diccionarios franceses a la palabra “Coulon”, son el resultado de la fusión en una sola, de dos antiguas pala­bras francesas de distinto significado, ori­gen y género y de parecida ortografía. La una, “Coulon”, “Coullon”, “Colon”, todas con “n” final, de origen céltico, como de­rivados de la palabra del bajo bretón fran­cés “Goéland”, vocablo masculino, equi­valente a “grande mouette”, y cuyo pa­rentesco con el bretón inglés, antes citado, de “Goelann” es indudable. La otra “Cou­lomp” de origen efectivamente latino, con “mp” finales, derivado ciertamente * de “Columbus”, sinónimo de “Pigeon” (en castellano “paloma”) y de género femenino. (En uno de los documentos que se con­servan del almirante Casenove, e1 escri­bano que redactó el documento le da el sobrenombre de “Coulomp”, a pesar de que en su firma se lee claramente “Coullon’. lo cual demuestra que la palabra “Cou­lomp”, hoy desaparecida en el léxico fran­cés, existía en tiempo del almirante.)

Por otra parte, parece lógico pensar que si al parecido literal de los vocablos “Cou­lon” y “Coulomp” acompaña, como es in­dudable, un gran parecido físico entre “mouettes”, “Goélands”, por un lado, y “Figeons” por otro (gaviota, gaviotones y palomas), a pesar de ser bien distintas en costumbres y de distintas familias avícolas, al fundirse en uno aquellos dos vocablos, posiblemente en la Edad Moderna, el pue­blo francés debió agregar a las primeras para diferenciarlas de las segundas, el “de mer”, que antes no hacía falta existiera.

Aclarado ya que “Coullon” es derivado del bretón francés “Goéland”, se ve clarí­sima la razón por la cual los pescadores bretones bautizaron con dicho sobrenom­bre a Guillermo de Casenove. Es fácil su­poner cuál hubiera sido la reacción del corsario ante la persona que le hubiera llamado “Pigeon”, pues no era precisamen­te Casenove una inocente paloma. Llamá­ronle “Coullón” por “Goéland”, que en castellano correspondería más bien a “Gavioton” que a “Gaviota”.

Gaviotón, gaviota, ave iqarina voracísi­ma, con una vista sumamente penetrante que le permite divisar en sus vuelos a lós peces que sobrenadan en el mar, para caer en vertical a hacer cruel presa en ellos. ¿Qué otra cosa hacía Guillermo de Case­nove, “dit Coullón”, con los desgraciados navegantes que divisaba en la costa cerca su guarida de Harfleur?

 

CONSIDERACIONES FINALES

Demostrado ya el origen del sobrenombre de Colon, con que fue conocido el almiran­te Guillermo de Casenove; demostrado el parentesco que unió a don Cristóbal Colón con Guillermo, con quien convivió muchos años; demostrado que don Cristóbal usó este mismo sobrenombre, con el que fue conocido por el rey don Juan n de Portugal, queda probada la afirmación he­cha por mí ante la Real Academia, el 11 de octubre. El apellido del descubridor de América ninguna relación tiene con Colombo, Colón gallego, Colom, etc.; es simple­mente el sobrenombre que bretones y normandos dieron a Casenove, de quien lo heredó, o acaso lo usufructuó al mismo tiempo, nuestro gran almirante del Mar Océano. El origen gascón de Casenove hace presumible fuera también el de su pariente don Cristóbal, y es lógico se ten­ga por tal mientras no surja un documento auténtico que lo contradiga.

Lamento que Génovae Italia entera tengan un gran desengaño, pero la realidad es que sólo España, Francia y Portugal es­tán verdaderamente relacionadas con el descubridor de América. La primera por la probable oriundez ibérica del autor, por haberse realizado a expensas de España, bajo nuestros estandartes y en nombre de los Reyes Católicos Femando e Isabel. La segunda, por haber estado a su servicio du­rante muchos años como corsario don Cristóbal Colón y ser el vocablo “Colón” del idioma antiguo francés el que como ape­llido inmortalizó el Descubridor. En cuan­to a nuestra hermana ibérica Portugal, de no ser por la estancia de ocho años de don Cristóbal en sus dominios, donde se ave­cindó, donde se casó, donde nació su hijo don Diego, y donde respiró el ambiente obsesionante de los descubrimientos que llevaban a cabo los portugueses, probablemente nunca se le hubiera ocurrido pasar de capitán de corsarios a Descubridor.

Fernando del VALLE LERSUNDI

C. de la Real Academia de la Historia

 

 

 

Un comentario en «El origen de Cristóbal Colón»

  1. Dónde naciera Colon importa un pimiento. Lo importante es que fué una empresa de la CORONA DE CASTILLA ya que dicha Corona fué la que apoyó a Colón después de sus varias negativas en Portugal. Colón aprendió castellano en Portugal (lengua de moda en aquella época) tenía acento portugués y escribia en castellano con portuguesismos. No existe ningún papiro de Colon escrito en otra lengua. La gesta de Colón, por tanto, es una gesta ESPAÑOLA.

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