Publicamos a continuación un trabajo del marqués de Morella sobre el discutido tema de la nacionalidad colombina. Fundados en la propia declaración de Colón al hacer su institución de mayorazgo. los historiadores creyeron que el descubridor era oriundo de Génova, hasta que Celso García de la Riega pronunció en 1899 su conferencia «Cristóbal Colón, español«. Este autor amplió luego en su libro «Colón, español» (1914) su tesis de que el Almirante era gallego. intervino en la polémica la Real Academia de la Historia, y el académico señor Altolaguirre se inclinó hacia la hipótesis genovesa. En 1922 don Prudencio Otero Sánchez casi agotó las posibilidades de la tesis gallega en su libro «España, patria de Colón». La critica histórica actual tiende a aceptar que el descubridor nació en Genova, apoyándose en las colecciones de documentos publicadas en Italia por Belgrano y otros. También se ha dado a Colón por corso, judío y extremeño. La biografía actual sobre el tema es copiosísima: Sánchez Alonso cita más de 200 títulos. Últimamente, el gran historiador español, ya fallecido, don Antonio Ballesteros, en su biografía de Colón, aceptó el origen italiano del Almirante.
[el 11 de octubre de 1953 en el diario ABC]
COLÓN, GENIO ESPAÑOL
SEGURAMENTE no ha existido en el mundo secreto mejor y más tiempo guardado, desafiando la curiosidad de todos los historiadores durante, más de cuatro cientos años, que el que se refiere al nacimiento y progenie de Cristóbal Colón, el Inspirado descubridor del Nuevo Mundo; acontecimiento de singular importancia para España, gesta típica y totalmente española, que festejamos, todos los años en la memorable fecha del 12 de octubre, por haber sido en este mismo día, del año 1492, que las frágiles carabelas del recién nombra Gran Almirante de la Mar Océana tropezó, ésta es la palabra más propia, con la pequeña Isla de Guanahani, del grupo de las Lucayas, a la que rebautizó con el nombre cristiano de “San Salvador», que recuerda el nombre de numerosas parroquias españolas, sobre todo asturianas y gallegas.
Conviene no olvidar este hecho, pues si Colón hubiera, querido simplemente dar gracias a Dios, qua le había salvado de perecer de hambre y sed después de diez semanas de navegación sin esperanza, la hubiera llamado del Salvador y no de San Salvador, advocación poco común en el, resto de España y que no era la mis apropiada al verdadero milagro de que la carabela “Pinta» siempre en vanguardia, tropezara con ella en vez de pasar, sin verlas, entre sus diminutas compañeras. . Durante el larguísimo viaje, primero de los cuatro que realizó el Gran Almirante, suponen algunos historiadores que descontenta la tripulación de la «Santa María» (que personalmente mandaba Colón), exasperados porque los vientos nunca venteaban» hacia España y no podrían volver, intentaron tirar por la horda al improvisado almirante, -‘genovés por mas señas, ya que así aun se le llama, por más que a Genova le disputan la honra de haber mecido la cuna del descubridor de América, nada menos que quince poblaciones, italianas también. Cierta indicio es éste de que ninguna tiene razón, ya que el voto de cada una tiene quince votos en contra. Entonces dicen que intervino el enérgico capitán da la «Pinta», Martín Alonso Pinzón (brazo derecho de Colón en toda la travesía), recomendándole que ahorcara, sencillamente, a tres o cuatro de los revoltosos, y las cosas no pasarían adelante… Y así fue, si es que llegaron a pasar como se cuenta.
De lo que no cabe duda es que durante más de cuatro siglos se ha venido creyendo que los marinos de la Santa María se creían engañados por un novel Almirante genovés, y que los genoveses de hoy están tan creídos de ser paisanos del inmortal marino, que sabido es que Genova festeja, más quizá que nosotros, la memorable fecha del 13 de octubre, y también que los Italianos de Nueva York lograron, convencer al presidente Truman (que no nos quería muy bien) Que allí debía festejarse a «Cristóforo Colombo, descubridor de América y así se hizo, con toda pompa, en su tiempo, y quizá se repita. Pero no solamente los genoveses y el presidente Truman se lo han creído, sino que, aun extrañándose mucho de que un Italiano no supiera hablar ni escribir más que en español (y escribió muchísimo), haya incluso historiadores eminentes, y algunos españoles no me dejarán mentir, que, han caído en la trampa del «genovismo» y que están invadidas las escuelas del mundo entero en que se habla, con elogio en las más y con tinta venenosa en las menos, del “Gran genovés» Cristóbal Colón…, ¡si es que no le llaman Colombo!
¿De dónde ha salido esa fábula, tan difundida por el mundo, tratándose de un personaje tan conocido y celebrado en su tiempo, y cuyo «Diario de Navegación» podría llenar volúmenes enteros en correcto español, can ligeros toques aportuguesados O gallegos, propios del que pasó catorce años y se casó en Portugal, o del que nació en Galicia?
Que tal «percance» le sucediera a un recién nacido genovés, cuyos padres lo trajeran a Castilla, sería posible: pero que un joven que ha pasado los veintitrés años primeros de su vida al parecer tejiendo tranquilamente lana (según los genovistas), se olvide por completo de su lengua nativa y rompa a hablar en castellano castizo al poner el pie en Portugal, es cosa tan inverosímil, que nadie se la he explicado todavía: y, naturalmente, surgen las hipótesis, más o menos razonables: Que se dedica a aprender el español en Portugal porque se estaba poniendo de moda; que debió estar empleando en alguna de las factorías de los navieros genoveses tenían en España; que, cualquier cosa menos confesar que un gran hombre aunque hable español, pueda ser espinal, y mucho menos gallego.
Pues, ¿no es bien sabido que en tiempo de Colón los gallegos eran enemigos de Isabel La Católica, por defender los derechos de Juana «la Beltraneja? ¿No es cierto también que en aquella época no habían expulsado aún los Reyes católicos a los Judíos, que abundaban en Galicia y que si hoy si a ningún cristiano viejo le agradaría tener antecesores judíos, entonces era peligrosísimo que se sospechara siquiera? ¿No era también prudente y hábil pasar por curtido marino de la nación más marinera de la época al pretender alcanzar, de un salto, el grado de almirante? ¿No se había de convenir, al que soñaba con poseer caudales sin fin, el no ser obligado contribuyente de un país en formación y guerra con los moros e infieles, país que quizá necesitara sus dineros, si es que no se los arrebataban los forajidos en sus inseguros caminos y posadas?
¡Razones poderosas tenía, pues, Colón para parecer extranjero oriundo de una nación «poderosa en el mar», como é1 es¬cribía, y que tenia un seguro y tranquila Banco de San Georgío, en que el dinero rentaban el seis por ciento!,..
Pero, ¿es seguro que Colón haya dicho jamás que nació en Génova, como muy a la ligera se le atribuye? ¿No es más cierto que la célebre «Institución de Mayorazgo», en que aparece tal frase, sea apócrifa? Vamos a verlo.
A la hora de la verdad, la víspera de su muerte, ocurrida en Valladolid en 1506, Colón dictaba al notario Pedro de Hinojedo escribano de Cámara de sus Altezas, y le decía; «Cuando partí de España, el año de quinientos e dos, fice una Ordenanza e Mayorazgo de mis bienes, e de lo que me pareció que cumplía al servicio de DIOS eterno e honra mía; que dejé en el Monasterio de las Cuevas, en Sevilla a Frey De Gaspar, etc., etc.».
Pues bien, esta Ordenanza (en la que probablemente colón no se acordó da ha¬ber nacido en Génova) no es conocida. En cambio aparece, medio siglo después de su muerte, por necesidades hereditarias de sus sucesores, otra Ordenanza, de 1498 en la que aparece intercalada en el tupido texto, y que sin venir a cuento, la famosa frase, base inconmovible del «genovismo» de Colón; SIENDO YQ NACIDO EN GÉNOVA… y al final de otro párrafo, en que recomienda a sus herederos que tengan y mantengan casa en Génova (donde acumulo toda su fortuna), añade (o se agregó quizá) esta otra frase «Clave»: PUES QUE DE ELLA SALÍ Y EN ELLA NACÍ, fraseen la que sólo cuatro palabras, las últimas precisamente son las recusables…
Está, ciertamente, muy claro aquí lo del nacimiento en Génova. Pero no se enteraron, sin duda, los herederos del ce¬lebérrimo nauta de que en el misino documento (que permaneció tantos años en sus pecadoras manos) también dice Colón, con entera claridad: «El cual mayorazgo en ninguna manera lo heredere mujer ninguna, Salvo SI «AQuI» O en OTRO CABO Del MUNDO NO SE FA¬LLASE HOMBRE DE «MI LENAJE VERDADERO», QUE SE HOBIESE LLAMADO «Y LLAMASE, EL Y SUS ANTECESORES DE CO¬LON», De Colón; de Colón precisamente y no Colombo!
Tompoco se enteraron esos sus próxi¬mos herederos, empezando por su hijo, don Fernando, acérrimo partidario de que su padre fuera genovés, de que en el mismísimo documento aparece, con el mayor, el «gazapo” siguiente…, que aún está corriendo, invisible para muchos; Re¬comendando Colón que «en ninguna manera se disformase el porvenir, dijo; «Y así mismo lo suplico al Rey y a la Reyna, nuestros Señora, y al PHINCIPE DON JUAN, su PRIMOGÉNITO, NUESTRO SEñor, por el servicio que yo 1es he fecho, que no consientan que se disforme este mi compromiso de mayorazgo», etc, etc.
¡Pero como había de defenderlo el desgraciado príncipe heredero si, llenando de luto a toda España, «había muerto el año anterior a la fecha de este manoseado documento”, la clave del monumental engaño que ha sobrevivido al famoso descubridor durante tantos años!.
¿Es que Colón, fidelísimo súbdito y admirador de los Reyes Católicos, podía ignorar en febrero de 1498, la gran pérdida de estos monarcas, España entera lloraban desde el mes de octubre de 1497, e elevar tantas preces al Cielo en todas las iglesias de nuestro país? No, ¡no es posible! Los que no se dieron cuenta de que un simple cotejo de fechas pudiera anular su engaño fueron los que pretendieron hacer decir a Colon, en solemne documento público, lo que evidentemente no dijo…
Por supuesto, en el inatacable testamento de Colon, el día, víspera de su muerte, el ilustre español no se acuerda para nada de Génova ni de que él se hubiera llamado jamás Colombo, y fueran, por tanto, parientes suyos los Colombos, sólo había, en una relación aparte de que su les abonen a algunos genoveses y lisboetas cantidades que les debía o legaba, “pero sin decirles quien se las mandaba dar”, algunos de los cuales conoció en Lisboa. Lo que no demuestra que el fuera genovés sino que era un cumplido caballero y buen cristiano.
Pero además: aunque Colon hubiera tenido interés en pasar por extranjero y no hubiera proclamado ante notarios, ¿Qué valdría eso esto ante los hechos siguientes, que nadie puede negar?:
Primero. Colón llega a España hablando perfectamente el castellano más puro, a veces con elocuencia y conociendo hasta nuestros refranes y escribiendo a la perfección; mientras que una, sola vez que intentó poner una nota italiana al margen de un libro italiano, solo fue capaz de demostrar que no conocía la “lengua materna”, hablada hasta los veintitrés años, según los genovistas.
Segundo. Colón permaneció catorce años en Lisboa allí se casa, le nace su hijo Diego y trata de convencer inultilmente a don Juan II para que patrocine su gran empresa. Y naturalmente, algo del portugués se le pega, lengua, entonces más que ahora, similar a la gallega.
Tercero, Colón se embarca para lo desconocido, y después de bautizar sus descubrimientos con los nombres de La Isabela, La Juana, La Fernandina, etc., no se le ocurre poner a los muchos que siguieron nombres de su pretendida patria italiana, sino los que sin duda desde su más tierna infancia le eran familiares, los de cabos, islas y accidentes de las bahías de Vigo y Pontevedra; nombres qu, Juntos por lo menos, no se encuentran en parte alguna, y entre otros son: «Punta de la Galea, Punta Lanzada, Isla Pierna, San Salvador, Santa María de la O» patrona de Pontevedra, (en cuyo aniversario celebra gran fiesta y hace tronar el cañón ante las costas de Cuba), van apareciendo en sus mapas y en su «Diario de navegación», según va descubriendo tierras y accidentes, parecidos a los que conoció indudablemente en GALICIA, y para que no quede duda, alguna, vemos en sus expresivas cartas a los Reyes, cada vez que encuentra árboles plantas, peces, ríos o montañas, parecidos o «disconformes» con los que él conocía, les dice machaconamente: «Nuestros» árboles, “nuestras” plantas, «nuestros” peces, etcétera, etc., y no dice «vuestros» árboles. «vuestros» ríos (ni tampoco cita, por su supuesto, los árboles y ríos genoveses). Bien claro está, pues, Qué quien así escribía a unos Reyes españoles, era tan español como ellos.
Dicho sea todo esto con permiso y perdón de nuestros entrañables enemigos dé la «leyenda negra» o simplemente antiespañoles, y de nuestros eminentes y admirados amigos españoles que han caído inocentemente en las espesísimas mallas de la red tan hábilmente tendida por los que can nosotros festejan (y hacen muy bíen la memorable fecha del 12 de octubre) aunque tendenciosamente lo hagan en honor de un «Cristóforo Colombo», que vivió y murió sin haberse enterado de que había descubierto América.
El Marqués de Morella