«Yo entré a vuestro servicio cuando tenia la edad de veintiocho años. Hoy no poseo un cabello que no esté blanco. Mi cuerpo está gastado. Yo he consumido todo lo que me quedaba después de haber vendido mis bienes. Se le arrebató todo a mi hermano, sin que se nos oyera e interrogara, con grande deshonor para mí. Hay que creer que todo esto no ha sido hecho por orden de Vuestras Altezas. Estoy abandonado. Hasta el presente yo he llorado sobre otros. Ahora… que el cielo tenga misericordia de mi y que la tierra llore sobre mis desgracias. Desde el punto de vista material, yo no poseo una moneda para dar a la ofrenda. Desde el punto de vista espiritual, he llegado a las Indias, aislado con mis meditaciones, enfermo, esperando la muerte de un día para el otro, rodeado de un millón de salvajes crueles que nos hacen la guerra, alejado de los Santos Sacramentos, de la Santa Iglesia que olvidará mi pobre alma, si ella abandona aquí mi pobre cuerpo. Quienes tengan sentido de la caridad, de la bondad y de la justicia, lloren por mi. Yo no emprendí este viaje y esta navegación para ganar honores ni riquezas. Hace mucho tiempo que la esperanza de tales ventajas ha muerto en mí. Yo no puedo mentir. Suplico humildemente a Vuestras Altezas, si le place a Dios sacarme de aquí, que me permitan ir a Jerusalén, como a otros lugares de peregrinación.» Firmada en Jamaica el 7 de julio de 1503.