Arriba, partida de defunción de María Benita Bargas y Colón, una de las muchas (y muchos) descendientes de Colón afincados en Pontevedra. La señora murió en 1773 y el documento pertenece al archivo de la Parroquia de San Bartolomé. Existen muchos otros documentos referidos a la descendencia de Colón en Pontevedra, aunque hoy nos limitamos a utilizar los presentados en la obra de Don Prudencio.
Miguel Colón de Portugal, residente en México, a quien se le otorga un foro sobre media casa en Pontevedra. Otro de los descendientes del descubridor.
1731. Joaquín Piñeiro, propietario del documento superior, compra a Catalina Colón de Portugal, los foros sobre tres casas en Pontevedra, dos de ellas en As Corbaceiras, frente al lugar de Porto Santo.
Juan de Colón y su mujer, Constanza de Colón. 1519. Finca en Andurique, San Salvador de Poio. El documento es propiedad de los descendientes del granCelso García de la Riega, padre de la teoría del Colón Gallego. Es uno de los papeles que se salvó de la criba a la que fueron sometidos los documentos de Don Celso. En este caso, no hubo excusa para invalidar.
Uno de los documentos que demuestran que los Colón de Pontevedra eran navegantes. Antonio, o Alfonso, o Alonso de Colón, miembro de la Cofradía de San Miguel. Cartulario que cubre las fechas entre 1480-1490, y por tanto, anterior al descubrimiento de América. Era propiedad de la Sociedad Arqueológica que presidía Don Casto Sampedro, otro pontevedrés del que deberíamos hablar algún día.
Otro papel, en éste caso importantísimo. Visita del «Muy Magnífico y Reverendísimo Señor Maestro Cristóbal Colón» a la Cofradía de la Santísima Trinidad. Este tío era descendiente directo de Colón, con total probabilidad nieto. Diego Colón, hijo del descubridor y heredero de sus títulos tuvo tres hijos llamados Cristóbal Colón, de tres mujeres distintas. Este sería uno de ellos, parido por una tal Isabel Samba. Los tratamientos de «Maestro» y «Reverendísimo» nos revelan que pertenecía a alguna orden religiosa-militar.
A propósito de este asunto, nos escribe una persona que se dedicó en algún momento a investigar al Colón Gallego. Nos hace ver que Isabel Samba es citada en algunos textos como Isabel Gamboa. Le pedimos fuentes y va y nos las proporciona. Sostiene que la transformación del apellido Gamboa en Samba puede deberse a algún error de transcripción de algún documento original, pues las grafías son parecidas. Así pues, donde dice Isabel Samba, habremos de leer Isabel Samba o Gamboa. Y gracias a nuestro/a erudito/a comunicante anónimo/a.
Otra visita del mismo personaje, en esta ocasión realizada al Gremio de Mareantes.
Y otra, también al Gremio de Mareantes, en 1575. ¿Qué hace un nieto de Colón, establecido en Pontevedra durante varios meses, visitanto cofradías de navegantes? Lo explicaremos en otro momento.
Juan de Colón, cuyo nombre aparece también grabado en piedra en la Basílica de Santa María (visita recomendable, para leer con nuestros propios ojos la inscripción). Es uno de los personajes más documentados.
El mismo Juan de Colón se metió en algún lío del que lo tuvieron que sacar sus colegas, Juan Nieto (socio suyo además en un cerco de pesca, y cuyo nombre aparece también unido al de este Colón en la inscripción en piedra de Santa María), y Juan de Padrón, quienes tuvieron el gesto de pagarle la fianza para que hoy, cinco siglos después, podamos leer este papel.
Hagamos constar que todos los documentos aquí presentados suponen una pequeña parte de los existentes. Y resaltemos que ni uno sólo de todos estos papeles han sido jamás cuestionados ni invalidados. Existe la creencia de que la tesis del Colón Gallego estaba sustentada, en su origen, en unos pocos documentos retocados o adulterados. Algún día explicaremos los porqués de tan grave desinformación. Lo cierto es que apenas una pequeñísima parte de toda esa documentación fue en su día parcialmente invalidada. Todos los demás documentos, como los aquí reproducidos, son absolutamente auténticos, inmaculados, validados, certificados… y así lo han reconocido cuantos expertos los han visto y estudiado, sin excepción.
Autor: Rodrigo Cota