Recibo una carta de Barack Obama, quien se identifica como presidente de losEEUU, casado, dos hijas. Dice así:
Autor: RCota
Colón Gallego. Cristóbal Colón de Sotomayor.
Cristóbal de Sotomayor era hijo de Pedro Madruga, nuestro Cristóbal Colón. Bajo las órdenes de Ponce de León fue el primer colonizador de Puerto Rico, y el mayor propietario de la isla. Gozó de más privilegios y posesiones que su propio Capitán. Allí fundó dos villas, bautizadas una como Távora (en honor de su madre, Teresa de Távora, condesa de Caminha, o Camiña) y comoSotomayor la otra. Allí vivió además una historia de amor, la primera documentada entre un caballero de Castilla y una indígena. Murieron asesinados los enamorados por el hermano de la indígena, un cacique receloso (con razón receloso).
A este Cristóbal de Sotomayor se le conoce aún hoy en Puerto Rico como Cristóbal «Colón» de Sotomayor, como podemos comprobar si nos detenemos unos segundos en la lectura de la web oficial del Gobierno Municipal de la Aguada, nombre actual de la antigua Villa de Sotomayor:
«En los años 1508-1510, Ponce de León ordenó a su lugarteniente, Don Cristobal Colón de Sotomayor, fundar la segunda población de la isla en la región de el Puerto de los Pozos de la Aguada de Colón.»
Los motivos por los que a un hijo de Pedro Álvarez de Sotomayor se le da el apellido Colón son obvios para quienes sostenemos que el tal Pedro Álvarez y Colón eran una misma persona. A fin de cuentas, de otro hijo de Pedro Madruga, llamado Diego de Sotomayor, dijo Francesillo de Zúñiga a principios del siglo XVI: «Parece hijo bastardo de Colón, el Almirante de Indias». Por tanto, tenemos ya a dos hijos de Pedro Madruga de quienes se sostiene que eran hijos de Colón.
Sabemos que los Colón pontevedreses eran de Poio, y sabemos, tal como demostró Don Celso García de la Riega en los orígenes de la tesis del Colón Gallego, que la familia Sotomayor era propietaria de una finca colindante con la de la familia Colón.
Para los curiosos, ofrecemos arriba el escudo de Poio. Bajo éste, el de Puerto Rico, primer escudo de América, que data de los años en que la isla fue colonizada por Cristóbal «Colón» de Sotomayor. Apreciemos las semejanzas.
Para los incrédulos, ahí va el enlace de la página oficial del Municipio de Aguada, lugar llamado originalmente Villa de Sotomayor. Si buscamos el apartado titulado «Otros Datos», leeremos con nuestros propios ojos cómo al hijo de Pedro Madruga le dan el apellido del descubridor de América.
http://areciboweb.50megs.com/pr/aguada.html
Por cierto, y ya que últimamente tratamos de ocuparnos de vez en cuando en rescatar del olvido a pontevedreses ilustres, resaltemos que Cristóbal de Sotomayor, además de colonizador de Puerto Rico, ejerció de paje, junto a los hijos de Colón, del Príncipe Juan de Castilla, hijo de los Reyes Católicos. Pasó luego al servicio del Príncipe de Gales. Participó en la Armada de Flandes y ocupó el cargo de secretario personal de Felipe el Hermoso. Todo eso lo hizo antes de dirigirse a América. Tristemente, nadie se acuerda hoy enPontevedra de Cristóbal «Colón» de Sotomayor.
También he ofrecido en esta otra entrada una biografía completa (creo que la más completa escrita hasta hoy) de Cristóbal Colón de Sotomayor.
Ponemos banda sonora. «Hai un galego na lúa».
Eduardo Pondal y el Colón gallego
A finales de los años 80, una activa Asociación Cultural Cristóbal Colón, con sede en Porto Santo (Poio), en las mismas inmediaciones de la Casa Natal de Colón mantenía una actividad frenética en el desarrollo y divulgación de la teoría del Colón Gallego. Entre sus funciones, la publicación de una revista de la que apenas se llegaron a editar unos números, pero cuyo contenido nos desvela el alto nivel de quienes firmaban sus artículos, comoXosé Lois Vila Fariña, José Ramón Fontán o Ulisis Figueroa. Algún día deberíamos averiguar los motivos por los que aquella Asociación se disolvió de manera abrupta y prematura. Los números de aquella revista contienen verdaderas joyas de la investigación coloniana que conviene recuparar, y en algunos casos como el que nos ocupa, trascienden al propio Colón de Poio para, a través de él, acercarnos a los mayores exponentes de la cultura gallega de todos los tiempos. Así, encontramos un artículo firmado por Ulisis Figueroa que nos reproduce un cruce de cartas entre Constantino Horta y Pardoy Eduardo Pondal. Horta y Pardo acababa de publicar “La verdadera Cuna de Cristóbal Colón” y Pondal se encontraba en proceso de creación de su poema épico “Os Eoas”, dedicado al mismo tema. Para no perder ninguna de las fuentes, digamos que Figueroa cita a Modesto Bará, que a su vez publicara un trabajo sobre el asunto en “Pueblo Gallego”. Modesto recuperó las cartas en 1953, Ulisis las reprodujo en 1988 y, una vez olvidadas de nuevo, Vidavedra vuelve a ellas. De la primera de las cartas, dirigida por Pondal a Horta, no tenemos el contenido, pero sabemos de su existencia porque la segunda, de Horta a Pondal, fechada en La Habana a 2 de febrero de 1913, empieza así: “Ilustre y venerado bardo: Oportunamente fue en mi poder su atenta y galiciana carta en la que me dedica halagadoras frases y cariñosos elogios que no merezco, con motivo de mi libro de difusión y propaganda mundial sobre la cuna galiciana del ilustre descubridor de América…” Tras una larga y decidida defensa de la teoría del Colón Gallego y una exposición de los éxitos que el tema alcanzaba en todo el mundo, Horta se atreve a hacer una petición a Pondal, en un lenguaje propio del estilo de la época, siempre sobrecargado de adjetivos y garigolos literarios: “Con tal motivo, a Vd., Doctor Pondal, que es el Poeta de las virilidades celtas, y el más valiente y glorioso de nuestros bardos; a Vd. que es el mágico cantor de “A campana de Allóns”, y de las glorias y tradiciones de nuestra sufrida y expoliada tierra; a Vd. que es la encarnación de la gran familia celta y que, sin claudicaciones ni debilidades cívicas, enarboló la bandera de las reivindicaciones de nuestra Patria, la dulce y amorosa Galicia; a Vd. Acudo en nombre de medio millón de galicianos de origen celta, por América dispersos, en este mundo por el Colón descubierto y cuyas viriles energías Vd. siente, para que, en una de sus valientes estrofas de su grandioso poema “Os Eoas”, insinúe la naturaleza o nacionalidad galiciana del descubridor (…)” Aparte de la extraña preocupación que sentía Horta por la virilidad galiciana, sorprende ese atrevimiento con que pide a Pondal que incluya al Colón de Porto Santo en su poema, máxime cuando el poema precisamente trataba ese asunto como eje argumental. Poco después, el 15 de marzo del mismo 1913, Pondal responde a Horta desde A Coruña: “Amigo muy distinguido: Contestando a su muy atenta y deferente carta última, tengo la satisfacción de manisfestarle que, en mi poema “Os Eoas” presento a Cristóbal Colón como hijo de nuestra amada Galicia; y desde luego puede Vd. Comunicar eso mismo a toda esa numerosa cuanto denodada colonia gallega de la grande Antilla, para que vea cumplo como puedo sus ideales, que son también los de este su admirador.” El poema “Os Eoas” permaneció inédito hasta hace muy poco tiempo, en que fue finalmente editado, si bien con nula difusión. Es casi imposible encontrarlo hoy, y es una desgracia, por cuanto Eduardo Pondal tenía todas sus esperanzas depositadas en lo que consideraba se convertiría no sólo en su mejor obra, sino en una referencia intelectual para la cultura gallega y paraa la construcción de Galicia como nación. Así es la vida.
RODRIGO COTA
Cristóbal Colón, Castelao, Valle-Inclán, y el invento del cine en color
“(Ojo) Nota para Don Prudencio. Aquí deben venir las palabras donde Fernando Colón cita las diferentes ciudades de las cuales se supuso natural a su padre Don Cristóbal. Yo no tengo aquí el libro. Calzada hace esa cita. Ahí puedes verla y transcribirla….” El don Prudencio a quien se refiere el texto anterior era Prudencio Otero Sánchez, y el autor de la nota, Valle-Inclán. Estaba incluida en el prólogo que don Ramón escribió para la obra de don Prudencio, titulada “España, Patria de Colón” y publicada en 1922. Finalmente, el prólogo no llegó a formar parte de la edición. Hemos conocido algunas versiones que tratan de explicar los motivos, aunque ninguna de ellas cita la fuente. Las más extendidas afirman que Valle-Inclán se retrasó en la entrega. Otras sostienen que, en realidad el texto llegó justo a tiempo al despacho del editor, pero precisamente por culpa de la nota reproducida, éste consideró que el prólogo estaba inacabado y, no teniendo tiempo de localizar a Prudencio Otero para completar los datos solicitados por el prologuista, optó por eliminar el trabajo entero. Y fue una pena y una mala decisión, pues se perdió una oportunidad única de aunar en un proyecto a los dos más grandes iconos de la intelectualidad gallega de todos los tiempos: Valle-Inclán y Castelao. Éste último envió un dibujo que sí llegó a tiempo, y que nos ayuda a ilustrar el presente artículo. Ambos, Castelao y Valle-Inclán, eran fervientes seguidores de las tesis del Colón Pontevedrés, iniciadas en 1898 por don Celso García de la Riega.
El prólogo de Valle-Inclán permaneció inédito hasta que fue rescatado y reproducido años después por Rafael Landín y finalmente, en 2002, los herederos del autor lo incluyeron en la primera edición de su “Obra Completa”. Y así conocimos algunos de los motivos que empujaban a Valle a sostener a Galicia como patria de Colón:
“Lo indudable, es el alma gallega que lleva en su almario, el Almirante: era solapado y tenaz: Amigo del dinero, y cruel en el mando: Receloso y envidioso. ¡Y tan desconfiado, que dondequiera sospecha traiciones! Su iluminismo práctico, parece de entre Miño y Sil. El Almirante Don Cristóbal Colón es el alcaloide del espíritu gallego…”
Parece débil razón para defender una teoría, pero lo cierto es que Valle-Inclán, que se declara “lego en estos achaques de erudición”, tenía en realidad, como Castelao, un amplio conocimiento de la tesis del Colón gallego y sus argumentos, como demuestra su cita a Rafael Calzada, autor de “La patria de Colón” publicada dos años antes de ver la luz la obra de Prudencio Otero. Y es que, por aquellos tiempos, el Colón gallego gozó de un admirable soporte intelectual que debemos recuperar, y en ello estamos. No fueron Castelao y Valle-Inclán los únicos defensores de la tesis. Eduardo Pondal, autor de la letra del himno gallego, dedicó al Colón Pontevedrés buena parte de su poema “Os Eoas”, un trabajo desgraciadamente poco divulgado. Pondal defendía la idea de que Galicia debía tener una obra épica como Portugal tenía “Os Lusíadas” de Camões, y se puso él mismo a escribirla. A continuación, un fragmento de “Os Eoas”, de Pondal. El que habla es Colón:
«Ti es a miña patria (Galicia). A bora Liguria non me dou, como dicen, nacemento; Fora certo esto, túa e miña injuria, e grande erroer e grave nocumento, que n´é de Breogán a raza espuria p´ra non honrar o noso forte intenro: Oh, que dicha, s´a boa Galicia amada fora, por ser meu berce, celebrada!”
Y hablando de Portugal, tenemos allí a varios potentes literatos también apoyando la teoría. Teófilo Braga, escritor y político, presidente de la nación, pronunció un discurso muy famoso en su día en el que dijo:
“Los portugueses experimentan inmensa alegría de que Galicia, hermana gemela de Portugal, fuera la patria del descubridor del nuevo mundo, compañero de los navegantes y descubridores lusitanos.”
Y tenemos en Pessoa a otro intelectual muy cercano, que por su parte escribió lo que sigue:
“Faz um a casa onde outro pon a pedra. O gallego Colón, de Pontevedra, Seguiu-nos para onde nós não fomos. Não vimos da nossa arbore esses pomos. Um imperio ganhou para Castella Para si gloria merecida-aquella De um grande longe aos mares conquistado. Mas não ganhou o tel-o começado.”
Wenceslao Fernández Flórez, autor de “El bosque animado”, formó parte como miembro de honor del primer comité pro-patria Colón. Vicente Blasco Ibáñez dedicó al Colón Gallego uno de los capítulos de su obra “Los Argonautas”. También Emilia Pardo Bazán fue una firme defensora de la teoría, como lo fueron Ramón Cabanillas o Suárez Picallo, uno de los principales impulsores del primer Estatuto de Autonomía de Galicia.
La fuerza del Colón gallego era tal que dio lugar a más de cincuenta libros dedicados en exclusiva al tema, aunque muchos de ellos ni siquiera llegaron a distribuirse en Galicia. Publicados en lugares tan remotos como Buenos Aires, La Habana, México o Manila, en ocasiones con tiradas de apenas unos centenares de ejemplares, han sido siempre desconocidos por el público. Los autores de éste artículo hemos tenido la inmensa fortuna de acceder a la mayor parte de todo ese material, que debidamente recopilado, aparecerá próximamente en un libro ya en preparación. Cientos de artículos periodísticos, obras de teatro, poemas, han sido inspirados por el Colón Gallego. Y el asunto sirvió de excusa también para la primera película en color presentada en España, y una de las primeras del mundo, obra del fotógrafo Enrique Barreiro. Durante los primeros años del siglo pasado, algunos estudios, principalmente en París, experimentaban con técnicas de coloreado de películas, con resultados generalmente poco satisfactorios. En Pontevedra, Enrique Barreiro, que fundaría junto a su hermano Ramón la productora cinematográfica “Folk”, creó una de las primeras técnicas de coloreado, patentada con el nombre de “Cinecromo”. El resultado fue espectacular. Según Luis M. Quiroga Valcarce, que se ocupó de investigar la historia de la productora “Folk”, la película, titulada “Pontevedra, cuna de Colón” fue estrenada en 1927 en el Teatro Principal de Pontevedra. Así lo refirió la prensa al día siguiente, tal como nos cuenta el citado Quiroga Valcarce:
“Con ser la materia de la película interesante y atrayente de suyo, no fue esto lo que motivó la expectación y la admiración del público; sino el hecho de que la película es una resolución cabal del problema de la impresión cinematográfica en los colores naturales. (…) Porque con ser sorprendente la fidelidad con que en la película se reproducen los colores de los vestidos y las diversas tonalidades de los edificios por ejemplo, esto no llama tanto la atención ni sorprende tanto como el color perfecto de la carne humana en unos chicos desnudos que se presentan al público, como el color del mar en los distintos pasajes de la cinta, como el de unos eucaliptos que dan plena sensación de realidad y sobre todo como el del cielo y en él los detalles de las nubes tan reales (…)”
Desgraciadamente, aquella copia en color desapareció, o bien el coloreado y las malas condiciones de conservación no resistieron el paso del tiempo. Hoy podemos ver una copia en blanco y negro aquí: http://www.cgai.org/index.php?seccion=prestamo_video.php&id_seccion=5&id_pelicula=1014&pagina= Aunque tampoco la digitalización es de buena calidad, garantizamos a quienes se molesten en verla una idea cabal de cómo estaba formulada la tesis del Colón Gallego en su origen y, desde luego, unas deliciosas imágenes de una Pontevedra de hace ya casi cien años. Como vemos, fueron muchos los que se posicionaron a favor de la tesis del Colón Gallego. Y, curiosamente, el Colón Gallego sirvió durante décadas difíciles como nexo de unión entre republicanos y monárquicos, entre demócratas y franquistas, entre exiliados y exiliadores. Entre centralistas, independentistas, galleguistas, carlistas, liberales, socialistas, comunistas, a derecha e izquierda, Colón era precisamente el único tema en el que todos estaban de acuerdo. Y aunque la visión de Castelao difería mucho de la de Valle-Inclán o Pondal, lo que se discutía era si Colón fue un asesino imperialista nacido en Poio o un héroe nacional nacido en Poio. Pero siempre nacido en Poio. Lamentamos que todo aquel bagaje cultural se haya ido perdiendo con el tiempo, desapareciendo de la memoria popular e institucional gallega. Parece que hoy nos cuesta decir lo que decían sin ningún esfuerzo, con toda naturalidad y firmeza, Castelao y Valle-Inclán: Simplemente, Colón Pontevedrés.
RODRIGO COTA
Cuando Pontevedra inventó el cine en color
Enrique Barreiro se anticipó al tecnicolor con una novedosa técnica que estrenó en 1927 en el Teatro Principal
A principios de los años veinte todos los grandes estudios compiten por un aparato que logre la ilusión del cine en color. El pontevedrés Enrique Barreiro desarrolla en esa época el Cinecromo, una técnica pionera de coloreado que estrena en 1927 con la película «Pontevedra, cuna de Colón». La noticia dio la vuelta al mundo (el asombrado público jamás había visto imágenes «con tal colorido natural», como recogen las crónicas de la época) y vuelve ahora a la actualidad: el filme restaurado será una de las joyas de la Casa de Colón que abre sus puertas en el municipio de Poio y con la que se reivindica la teoría del Colón gallego.
SUSANA REGUEIRA – PONTEVEDRA La vida es una calle de una sola dirección: somos lo que hemos sido pero, sobre todo, somos lo que soñamos ser. Lo sabía el viejo Ramón Barreiro Barcala en aquel 1910 en el que abre un flamante estudio de fotografía en plena plaza de A Ferrería, en el mismo local que había ocupado el mítico fotógrafo Francisco Zagala, un hermoso caserón desde el que olvidar el éxito en México de sólo unos años antes, su sueño americano truncado por la revolución tras un periplo por Estados Unidos, México, Cuba…
Pero eso era lo que había sido. Ahora era un fotógrafo recién retornado y casi sin competencia en la ciudad, con una larga experiencia y padre de cuatro hijos (Juan Enrique, Carmen, Ramón y Laureano) que había tenido de su matrimonio con la vallisoletana Feliciana Vázquez.
En los siguientes años, Ramón Barreiro firma con Joaquín Pintos (su único rival en el incipiente mercado de principios del siglo XX) varios de los mejores testimonios gráficos de la historia de la ciudad, mientras transmite a sus hijos el amor por la fotografía y el instinto pionero que lo había hecho salir de A Estrada décadas atrás.
Los mejores reflejos de este carácter serán Ramón y, especialmente, Enrique, que desde muy joven no para de desarrollar ingenios: alrededor de 1918 le interesa la difusión, cómo aplicar la fotografía a los medios de comunicación masivos y se emplea en el desarrollo del fotograbado.
Después eclosionará su interés por el cine y, muy especialmente, por las imágenes en color: al arrancar la década de los veinte desarrolla dos patentes; es todo un especialista en percepción que decide inventar un camino particular hacia el futuro cine en color.
Apoyado por el empresariado local, el cineasta se interesa por la teoría del Colón gallego y decide dedicarle el que será su primera película con la nueva técnica, el Cinecromo.
Partiendo de las teorías de expertos como Celso de García de la Riega o Enrique Zas, va desgranando los argumentos que apuntalan la teoría, a la cabeza la más que singular ¿coincidencia? de que el almirante Cristóbal Colón bautice los nuevos lugares americanos a los que va llegando en su viaje con nombres de la ría de Pontevedra.
Ilustran el documental las primeras vistas de Pontevedra que el público podría contemplar en color; también imágenes «con increíble colorido natural» del monasterio de Poio, de la iglesia de San Bartolomé, la que se considera casa natal del almirante Cristóbal Colón, de la ría de Vigo, los antiguos puentes de A Barca…
La mansión del magnate Casimiro Gómez (de los pocos, excepción hecha de los cines, que contaba con proyector en la provincia) fue escenario del pase previo de la película.
Enrique Barreiro se esperaba el aplauso del público. Dos años antes había realizado las primeras pruebas de su invento y hasta la prensa de Madrid se había hecho eco.
Historiadores como Carlos Aurelio López y Xosé Enrique Acuña han recopilado en sus investigaciones decenas de testimonios como el del cronista de El Pueblo Gallego: «Fuimos al teatro un poco predispuestos en contra del invento… Pero al ver la pantalla nos sentimos tan optimistas como entusiasmados. El color azul del cielo, el verde aplomado del mar, los diferentes verdes de nuestra campiña, el colorido natural de los rostros… Que no pudimos menos que considerar que el invento es un hecho y un triunfo rotundo».
Y como esperaba el cineasta, el estreno de «Pontevedra, cuna de Colón» tuvo aún más éxito. Fue el 2 de mayo de 1927 y en la platea del Teatro Principal no cabía un sólo espectador más para asombrarse. Las crónicas de la época hablan de Enrique Barreiro como una futura «gloria más para Galicia».
Tal fue la repercusión del Cinecromo, que el invento dio el salto a América, en buena medida gracias a la colonia mexicana. El hijo del pionero del cine, el arquitecto pontevedrés Enrique Barreiro, explica que «el salto de la película a América se produce efectivamente por el interés que suscita entre los gallegos la teoría del Colón pontevedrés pero, muy especialmente, porque era una película en color, un hecho insólito en la época».
Enrique Barreiro, apoyado siempre por su hermano Ramón, acababa de anticiparse en años al tecnicolor y la copia original del filme será ahora una de las joyas de la Casa de Colón que abre sus puertas en Portosanto.
Curiosamente, su hijo ha sido el encargado del proyecto de recuperación de ese edificio, como si los Barreiro hubiesen sabido (o soñado) desde hace un siglo lo que esa casa debía ser.
[youtube http://www.youtube.com/watch?v=kCvv-AsZDrU]
Bartolomé Colón, la verdadera identidad
BARTOLOMÉ COLÓN
Todas las teorías que proponen una identidad a Cristóbal Colón esquivan con mayor o menor elegancia la exigencia de hacer lo mismo con sus hermanos, Bartolomé Colón y Diego Colón. Basta decir «Colón era tal persona» para que tengamos que dar por sentado que esa tal persona tenía dos hermanos, ya que Colón los tenía. No se considera necesaria prueba alguna a ese respecto, ya que es la figura del Almirante la que es motivo de estudio. A Bartolomé Colón y Diego Colón debemos suponerlos o imaginarlos.
Pero sucede que no, que quien quiera demostrar quién era Colón, inexcusablemente debe ligarlo a sus hermanos. Cualquier candidato a Colón que no presente dos hermanos que respondan a los perfiles, bien distintos uno del otro, de Bartolomé Colón y Diego Colón, debe ser descartado por no reunir una de las mínimas condiciones exigibles.
Hasta hoy, la tesis gallega formulada en 1898 por Don Celso García de la Riega fallaba en ese punto. Ni los mejores investigadores de la tesis, como Prudencio Otero, Constantino Horta, Rafael Calzada o Enrique Zas, por citar a algunos de ellos, ni Philippot, quien propuso a Pedro Madruga como Cristóbal Colón, daban un respuesta satisfactoria, al menos en cuanto a la verdadera identidad de Bartolomé Colón. Philippot asegura que Colón-Madruga es hijo de las relaciones adulterinas mantenidas entre Fernán Yáñez de Sotomayor y una vecina de Porto Santo, Constanza Gonçalvez Colón, punto en el que coincidimos. En cuanto a Bartolomé y Diego, sostiene que ambos son hijos de esa misma mujer y su legítimo esposo, con quien contraería matrimonio algunos años después, llamado Juan Gonçalves de Ribeiro. Si bien en lo referido al hermano menor, Diego, no hemos de poner objeciones por el momento, no parece que Bartolomé Colón responda a la figura de un hijo de humilde familia. Veamos por qué:
Uno de los principales motivos que nos llevan a aceptar a Colón como Pedro Álvarez de Sotomayor, aparte de abrumadoras pruebas, es el perfil del descubridor. Por sus conocimientos, por sus aptitudes, por sus relaciones, por la educación recibida y por mil motivos más, Colón era sin duda un miembro de la nobleza, y en esa dirección apuntan desde hace décadas todas las teorías alternativas a la genovesa. Pero ocurre que, si bien de su hermano Diego no podemos decir lo mismo, del otro, Bartolomé Colón, sí, pues presenta un perfil en muchos aspectos similar al de Cristóbal Colón. Bartolomé, por poner un ejemplo, negociaba con reyes de Inglaterra o Francia. Los reyes europeos no negociaban nada con simples plebeyos hijos de nadie. Por esos motivos y muchos más cuya explicación sería muy larga para este espacio, debemos descartar que Bartolomé Colón, siempre en el contexto de la tesis gallega, sea el que propone Philippot.
No encontrando en Galicia a ningún otro hermano de Pedro Madruga que pudiese responder a la identidad de Bartolomé Colón, trasladé la cuestión a António Pedro de Sottomayor, investigador portugués de quien conozco sus cualidades y que viene trabajando en la tesis gallega desde hace algunos años con resultados sorprendentes.
Y sorprendente fue su respuesta: Pedro Álvarez de Sotomayor tenía un hermano residiendo en Portugal, hijo ilegítimo también de Fernán Yáñez. El sujeto respondía al nombre de João Gonçalves de Sotomayor. Ese apellido Gonçalves encajaría con el de la misma madre que ropone Philippot para Pedro Madruga, Constanza Gonçalves Colón, por lo que serían hermanos por parte de padre y madre. El personaje, referenciado en diferentes genealogías y documentos, fue escudero del Duque Fernando de Bragança (o Braganza en España). Ocupando tal cargo es lógico suponer como señala António Pedro de Sottomayor, que tuviese alguna participación en los hechos más destacables que protagonizó el reino de Portugal en su época:
«Ao ser escudeiro do Duque de Bragança (penso que o terá sido depois da batalha de Alfarrobeira em 1449), por certo participou nos acontecimentos em que se viram envolvidos os titulares da Casa: a expedição de 1458 a Alcacer-Ceguer; a de 1463 a Tânger; a regência do reino durante a campanha de Arzila em 1471; e a guarda de D. Juana «a Beltraneja» durante a guerra de sucessão peninsular em 1476.»
Coincidimos con el investigador, pero fuera como fuese, el hermano de Pedro Madruga, como el propio Madruga y como tantos otros, desaparece entre los convulsos acontecimientos que se vivieron en Portugal tras la subida al trono de João II y las subsiguientes conjuras contra la Corona organizadas por los más destacados miembros de la nobleza. En 1483, el Duque de Braganza es ejecutado en Évora acusado de alta traición. Probablemente, siguiendo el ejemplo de otros nobles leales a Fernando de Braganza, João Gonçalves de Sotomayor se unió a Diego, Duque de Viseu, quien asumió el liderazgo de la conjura. Pero Viseu es asesinado personalmente por el rey de Portugal. Los restantes nobles son apresados o escapan, quizás el más destacado de entre ellos, el Conde de Penamacor, Lopo de Albuquerque, quien tras una estancia en Londres se refugia en Sevilla, en principio bajo un nombre falso, como pudo haber hecho el mismo Bartolomé Colón.
Sucede que la familia Sotomayor tenía grandes lazos con todos los conjurados. Un hermano de Pedro Madruga, como acabamos de ver, era escudero de Fernando de Braganza. El único hijo de Diego de Viseu era fruto de su relación con una Sotomayor; el Conde de Penamacor era por su parte pariente de los Sotomayor. En esas condiciones, lo óptimo para el hermano de Pedro Madruga era desaparecer. Se sabe que Bartolomé Colón permaneció en Londres en las mismas fechas en que el Conde de Penamacor se ocultó allí, así como que ambos recalan en Sevilla. Se da la circunstancia añadida de que uno de los mayores hombres de confianza de Cristóbal Colón fue su secretario Diego Méndez de Segura, quien era hijo adoptivo del Conde de Penamacor.
Lo cierto es que el hermano de Pedro Madruga ya no da desde entonces señales de vida en Portugal, como lo prueba el hecho de que el matrimonio de su hija Guiomar fuese concertado por los hermanos de Guiomar hacia 1485, lo que demuestra que su padre se encontraba ya ausente, sin que por otra parte se haya encontrado prueba alguna de su muerte, lo que nos permite suponerlo vivo y entre el grupo de los escapados.
Por todo lo antedicho y otros datos más engorrosos o transversales que harían demasiado pesado este texto aproximativo, podemos atrevernos a proponer a João Gonçalves de Sotomayor como verdadera identidad de Bartlomé Colón. Cuenta con la primera de las condiciones necesarias: haber existido, algo que sólo podemos suponer en el caso del Bartolomé Colón propuesto por Philippot, cuya existencia no se encuentra documentada. Reúne a su vez otra condición inexcusable para quienes creemos en la tesis Colón-Madruga: ser hermano de Pedro Madruga y por tanto hermano de Cristóbal Colón; y por si eso fuera poco, cuenta con un perfil coincidente con el de Bartolomé Colón, por su experiencia de mando, por su pasada actividad militar, por su formación y educación y por su condición de miembro de la nobleza gallega ligada al Reino de Portugal, ninguna característica que siquiera podamos suponerle al Bartolomé de Philippot, una figura esta última simplemente conjetural cuya existencia ni se ha probado ni se probará.
Quedamos, lógicamente, a la espera de nuevos datos que nos permitan reforzar o descartar esta propuesta, pero con lo que tenemos hasta el momento, y tras haber efectuado todas las comprobaciones posibles sobre el personaje, creemos poseer elementos suficientes como para sostener que nuestro candidato es Bartolomé Colón.
http://correctoresdesabor.blogspot.com.es/2011/07/la-verdadera-identidad-de-bartolome.html
Colón Gallego. Breve resumen de la tesis.
http://correctoresdesabor.blogspot.com.es/2009/10/colon-gallego-breve-resumen-de-la-tesis.html
Hemos recibido algunos correos a lo largo de los últimos meses en las que se nos piden datos o se nos plantean ciertas dudas sobre el Colón Gallego. La última que ha llegado viene firmada por Agustín Lara, veracruzano, compositor e intérprete de canción melódica, difunto, de edad imposible de determinar (en la dimensión en la que vive, dice, no existe el concepto tiempo. Todo lo miden en galones), astuto y tremendamente persuasivo.
La tesis de Marcelo Gaya y Delrue
Como todo en esta vida, la tesis del Colón Gallego y su vertiente Colón Madruga, tiene precedentes, aunque a veces y por diferentes motivos, unos y otros prefiramos ignorarlos. En 1953, Marcelo Gaya y Delrue formulaba una teoría que refutaba en parte la de García de la Riega. Sólo en parte porque también se apoyaba en ella en aquellos elementos que consideraba válidos. El caso es que este señor nos da las claves precisas para llegar a Pedro Madruga. Analizando la vida conocida de Cristóbal Colón, su lenguaje, la toponimia del descubrimiento, y los apuntes biográficos que el propio descubridor había ido dejando en sus escritos, llega a la siguiente conclusión:
¿Quien era este hombre? Por ahora, todavía no lo sabemos. Por su lenguaje, ya lo vimos, debía ser un galaico-portugués de la región de Tuy. Circunscribiendo aún más el problema y para basarnos en sus porpias afirmaciones, es problable que fuese oriundo de uno de los pueblos que, cuando la rectificación de fonteras, cambió de nacionalidad a consecuencia del Tratado de Trujillo, en 1479, fin de la guerra de sucesión de Castilla, entre este país y Portugal. Que naciese en un lugar anexionado entonces a Castilla, no mentía al decirse «extranjero», puesto que en el momento de su nacimiento, se había cedido a Portugal, tampoco mentía, puesto que, aunque nacido castellano, se había convertido en «extranjero».
Si analizamos a la luz de los conocimientos que en 1953 se tenían sobre el asunto el texto de Marcelo Gaya, descubriremos que solamente le faltó poner un nombre al descubridor: Pedro Álvarez de Sotomayor, nuestro Pedro Madruga, conde de Camiña. Pedro Madruga, además de conde de Camiña, fue tituladovizconde de Tuy. Allí se formó como clérigo, llegando a ejercer al menos formalmente como tal. Conquistó la ciudad varias veces, algunas de ellas bajo bandera portuguesa. Era en la práctica el propietario de la frontera entre Galicia y Portugal, pues además de las villas de Tuy y Camiña, llegó a controlar por diferentes períodos, las de Pontevedra, Vigo y Baiona. Nacido en Galicia, educado en Tuy, Señor de Sotomayor (Galicia) vizconde de Tuy (Galicia), conde de Caminha (Portugal), casado con la portuguesa Teresa de Távora, pasó la mayor parte de su vida en Portugal. Por tanto, la descripción que hace Marcelo Gaya es la de Pedro Madruga, aunque no haya acertado a ponerle el nombre, quizás porque ni lo conocía. Y lo hace en 1953, allanando así el camino a quienes vendrían décadas después. Mérito suyo y de nadie más.
Debemos unas cañas y mucho más a Fernando Alonso Conchouso, gran bibliófilo y recopilador de textos, quien nos hace llegar la obra de Marcelo Gaya.
Por Rodrigo Cota González
Mussolini contra el Colón Gallego. La compra de Ángel Altolaguirre.
«Tal falta de fundamento no es sin embargo apreciada por el gran público, y de ahí que sea muy oportuna la obra que se propone desarrollar S.V. Ilustrísima.»
¿Qué «obra» se proponía desarrollar el agregado de la embajada de Italia en Madrid por encargo de Génova en realación a los documentos sobre el Colón Gallego? Dejemos por un momento la pregunta en el aire, y pasemos a explicar, también por el aire, quien era Ángel Altolaguirre y Duval.
Altolaguirre era uno de esos académicos que había de determinar el alcance de los documentos gallegos. Presidía una comisión que debía trasladarse a Galicia para el estudio, no sólo de los documentos sino de otras pruebas como la famosa inscripción de la Basílica de Santa María. Pero, coincidiendo con la carta de la ciudad de Génova al agregado militar, acérrimo fascista, Altolaguirre no solamente se negó a desplazarse a Pontevedra con las excusas más peregrinas. Además, se dedicó a atacar con una virulencia indigna de un académico, de un historiador, y hasta de un mamífero, a la tesis gallega. Publicaba informes negando la veracidad de los documentos que no estudiaba y haciendo gala de una parcialidad y una subjetividad indecentes, insultaba rabiosamente a cualquiera que osara afirmar que acaso Colón era gallego. Y todo eso, sin renunciar a la presidencia de la comisión encargada del asunto.
Bien. En los años 50, felizmente muerto Ángel Altolaguirre, esperamos que tras larga y dolorosa agonía, sus descendientes decidieron vender su biblioteca. Un señor catalán, interesado en la figura de Colón, adquirió un lote de libros provenientes de la colección de Altolaguirre y entre las páginas de uno de ellos, encontró varios documentos. Eran las cartas dirigidas por Prudencio Otero a Ángel Altolaguirre, en las que le pedía insistentemente que procediera a realizar, como presidente de la comisión académica, el viaje prometido a Pontevedra para analizar las pruebas sobre el Colón Gallego. Junto a las cartas de Prudencio Otero, el documento que vemos arriba. El señor catalán, un bibliófilo llamadoJaume Colomer i Montset ató cabos rápidamente y contactó con Modesto Bará, periodista e investigador que mucho aportó al Colón Gallego, dando cuenta de su extraño hallazgo. La carta de Colomer dice que la embajada italiana se encargaba de buscar:
«(…) que alguien estudiara el problema del origen de Cristóbal Colón, a fin de oponerse a la argumentación de la tesis gallega. Todo hace pensar que el encargado de llevar a cabo esta campaña había confiado el asunto al Sr. Altolaguirre. El hecho de que poseyera él la carta del Ayuntamiento de Génova lo hace así presumir.
Vd. que conocerá los pormenores de los incidentes tenidos entre la comisión de académicos que se tenía que trasladar a Pontevedra y la comisión que allí aguardó inútilmente su llegada, sabrá encajar esta carta genovesa que explicaría muchas cosas, pero que aparte de la polémica surgida demuestra que alguien había «tomado su partido» antes de examinar los documentos de Vds»
Así se supo el porqué de la inquina remunerada de Altolaguirre contra el Colón de Pontevedra, y así se supo cuál era la obra encargada por Mussolini, a través de la ciudad de Génova, a su agegrado militar en Madrid. ¿Por qué una carta de la Ciudad de Génova a su agregado militar, en la que se muestra la preocupación italiana ante los documentos de Pontevedra, acaba en poder de Altolaguirre, la persona encargada de analizar esas pruebas pontevedresas? ¿Por qué precisamente Altolaguirre guarda esa carta junto a las de Prudencio Otero? ¿Cuántos académicos más fueron comprados por Génova? ¿Cuántas cartas como la que aquí reproducimos fueron escritas desde Italia? ¿Cuántos altolaguirristas caben en un Fiat Cinquecento?
Es conocida la furia con la que Mussolini defendió a su Colombo contra el empuje del Colón Gallego, ¿hasta dónde llegó esa furia? La carta que nos ocupa nos llegó de una manera imprevista y casual. En realidad, nunca nos debió haber llegado, y si podemos hoy leerla es porque el burro de Altolaguirreolvidó destruirla y la dejó perdida entre las páginas de un libro. Eso nos permite sospechar que estamos ante la punta de un iceberg.
Hay quienes citan las obrillas que escribió Altolaguirre con la misma veneración con que verían una aparición de Mussolini. Sepan que todo lo que haya escrito Altolaguirre en relación a Cristóbal Colón, al menos a partir de la fecha de esta carta, ha de ponerse en cuarentena, y tras citar a Altolaguirre, lávense la boca con detergente. Y lean a Enrique Zas, que demostró punto por punto que Altolaguirre sólo escribía bobadas.Y aún por encima, pagadas por Mussolini.
A quien piense que soy desconsiderado con Altolaguirre, le pediré que busque las perlas que Altolaguirre y algún que otro académico dedicaban a García de la Riega, por aquel entonces recién fallecido. No seré yo quien las reproduzca por respeto a don Celso, respeto que no merecen ni Altolaguirre ni sus entusiatas cachorrillos.
Colón Gallego. Prueba irrefutable.
La imagen de abajo, nos muestra el mar de Cambados (Galicia). Este mar ha sido conocido siempre y lo es aún hoy como «Santo Tomé del Mar», como podemos comprobar haciendo una rápida búsqueda en Google. Colón utilizó mucho la toponimia de esa zona para bautizar lugares descubiertos por él en América, pero el caso que presentamos hoy es llamativo, sorprendente e irrefutable. Sucede que en el actual Haití existe un lugar llamado «Bahía de Acul» (si lo buscamos en Google escribámoslo así, entrecomillado, porque de otra manera el buscador se empeña en que no queremos buscar Acul sino Azul, vaya usted a saber por qué). Ese mar fue bautizado por Colón como «Mar de Santo Tomé». Si nos fijamos en la configuración de ambos mares y sus costas, habremos de coincidir, siempre que tengamos dos dedos de frente, que quien bautizó el lugar representado en el mapa inferior, por fuerza tenía que conocer el superior, pues son exactamente iguales, calcados. Podríamos haber utilizado imágenes de GoogleMaps, pero hemos decidido ser fieles al gran historiadorEnrique Zas, que fue quien nos mostró, allá por 1924, esta enorme «coincidencia». Otros han publicado estos mismos planos, posteriormente, sin molestarse en citar a Enrique Zas. Y eso no se hace. A Enrique lo que es de Enrique.
Así pues, arriba «Santo Tomé» (Galicia), y abajo «Santo Tomé» (América). Hasta la mente más obtusa entenderá que las semejanzas entre ambas costas algo tendrán que ver en el nombre utilizado por Colón para bautizar el Santo Tomé de América.