Presentación de el libro inédito de Modesto Bará, desde 1957, bajo el título, Pontevedra: El verdadero origen de Cristóbal Colón.
Prologado por Bieito Rubido, director de ABC.
El viernes 31 de octubre a las 20:00 en el Museo de Pontevedra. Os esperamos!
Autor: Fernando Alonso
Cristóbal Colón español, como nacido en territorio perteneciente al Reino de Aragón
Publicado en el Boletín de la Real Academía de la Historia en 1886
De las últimas investigaciones del abate Casanova resulta que no nació en Génova Cristóbal Colón, como generalmente se creído, sino en Calvi, ciudad fuerte de la isla de Córcega; y de ahí que, según dice el Temps de Paris, hayan empezado activamente en aquella ciudad los preparativos de las fiestas para celebrar el cuarto centenario del descubrimiento de las Américas. Y como consecuencia del resultado de las investigaciones indicadas, los Estados -Unidos, no sólo se proponen tomar parte especial en esta solemnidad, sino que se asegura, según se lee en algunos periódicos, que por un decreto del Presidente serán declarados ciudadanos de la república americana los habitantes de aquella isla.
Este importante descubrimiento del abate Casanova, que viene á confirmar el que en la primera mitad del presente siglo hizo M. Guibega, prefecto de Córcega1, demuestra que no es Italia sino España, la que puede envanecerse de ser patria del que la dió un Nuevo Mundo. Y la razón es sencillísima. Cuando nació Colón, bien se coloque la fecha de este nacimiento en el año 1430, como quieren algunos, ó en el 1435 ó 36 como asegura uno de sus contemporáneos é íntimos amigos, la isla de Córcega formaba parte de la corona de Aragón. Sabido es que fué cedida en 1297 al rey D. Jaime II por el pontífice Bonifacio VIII; y aun cuando fuera cierto que los genoveses se apoderasen de aquella isla en 1481, cosa que hasta entonces, según dicen algunos historiadores, no habían podido conseguir á pesar de sus reiteradas tentativas, y aun cuando lo fuera, como dicen otros, que en el 1440 la hubiera conquistado por su propia cuenta la familia de los genoveses Campo Fregosa, siempre sería el resultado el que, habiendo estado hasta entonces instalados en ella los aragoneses, á quienes de derecho pertenecía, era aragonés Cristóbal Colón cuando nació; con tanto mayor motivo, cuanto que según refiere Zurita en el lib. VIII, cap. 28 de susAnales, D. Pedro IV de Aragón en 1348, agradecido á la fidelidad y constancia que en los acontecimientos de aquella época manifestaron algunas compañías de corsos, que estuvieron en la defensa de Sácer (Cerdeña), todo el tiempo que los barones de Oria la tuvieron cercada, mandó que de allí adelante todos los corsos que estuviesen y morasen en cualquier ciudad y pueblo de Cerdeña fuesen tratados como catalanes y aragoneses.
No es necesario referir la multitud de hechos con que los reyes de Aragón manifestaron en aquellos siglos el ejercicio de la soberanía que tenían en Córcega, tales como el nombramiento de los gobernadores que habían de regir la isla, según Zurita, lib. VI, cap. 56; lo que el mismo refiere en el lib. V, cap. 60, acerca del legado que mandó el Papa en el año 1303 á los prelados, condes y barones de Cerdeña y Córcega, para que reconociesen y obedeciesen por rey al de Aragón, y lo que asimismo dice en el lib. X, cap. 78, de que «en el año 1404, Vicentelo de Istria, sobrino del Conde Arrigo de la Roca, que era muy poderoso en Córcega, imitando á su tío que fué muy fiel á la corona de Aragón, juntando las gentes que eran de su parcialidad con mano armada y con diversos medios, hizo de manera que la mayor parte de la isla se pusiese en la obediencia del rey, habiéndose enviado para que se defendiese aquella parte de Vicentelo y se fuese ganando lo restante algunas galeras y gente con las que pasó este á la isla, yendo por capitán García de Latras, que se puso en el castillo de Cinerca, etc.» Tampoco hay gran necesidad de recordar lo que dice otro de nuestros historiadores2 acerca de la armada que juntó D. Alfonso V para pasar personalmente con ella á los reinos de Sicilia y Cerdeña, y asegurarlos en su obediencia; y que después de haber acabado de sujetar al segundo de ellos, juntamente con el estado de tierras del juzgado de Arboréa, pasó á Córcega para asistir á los condes de Istria sus vasallos, y rindió á Calvi (patria de Colón) y la principal fuerza de la isla en la ciudad de Bonifacio. Ni hay tampoco para qué detenerse en sacar las consecuencias que podrían deducirse (atendidas las circunstancias de que frecuentemente corrían la misma suerte esta isla y la de Cerdeña, y de haber venido á pasar la de Córcega á poder de Génova) de lo que el mismo Zurita refiere en los capítulos 15 y 36 del libro XX de sus Anales, y Mariana en los 5, 11 y 18 del libro XX de su Historia de España. Y no hay para qué ocuparse de ello, por la razón de que, aun cuando fuera cierto que de hecho hubieran dejado de poseer aquella isla los aragoneses en 1481 y aun en 1440, continuaron considérandose soberanos de derecho, y lo fueron efectivamente, por lo menos hasta el tiempo de Felipe II, puesto que el mismo Zurita refiere en el lib. XIII, cap. 8, fué entonces cuando se aseguró á Génova en el señorío de la isla, aunque debajo de la protección y amparo de aquel rey. Y tanto es así, que, en el juramento que con arreglo á los fueros de Aragón prestó el mismo rey en La Seo de Zaragoza el año 1563, comprometiéndose, en cumplimiento del estatuto y ordenación hecha por el rey D. Jaime, á conservar unidos perpetuamente y bajo un solo cetro los reinos y condados que componían la corona de Aragón, dijo entre otras cosas á este propósito: «Ita quod quicumque sit Rex Aragonum idem etiam sit Rex Regnorum Valentiae, Maioricarum, Sardiniae etCorsicae, ac Comes Barcinonae Rossilionis et Ceritaniae» ( Murillo, trat. 2, cap. 8).
Por consiguiente, con idéntica razón, con el mismo derecho que sostiene Francia que fué francés Napoleón I por haber nacido en un territorio que solo desde pocos meses antes pertenecía á aquella nación3, con el mismo, y aun con mayor si cabe, puede sostener España que fué español, como nacido dentro de los estados de Aragón el descubridor del Nuevo Mundo.
El que en el documento de 22 de Febrero de 1498 en que fundó Colón su mayorazgo, dijera de «la cual ciudad de Génova he salido y en la cual he nacido,» y el que contestando el tribunal de San Jorge en 8 de Diciembre de 1502 á una carta suya, le llamase «amatissimus concivis» y á Génova «originaria patria de vestra claritudine,» que son las principales razones con que hasta ahora había aquella ciudad combatido á las muchas que le disputaban este honor (Cogoleto, Bugiasco, Finale, Quinto, Nervi sobre la Rivera, Savona, Pavestrella, Arbizoli cerca de Savona, Cosseria entre Millesimo y Carease, Val de Oneglia, Castel de Cucaro entre Alejandría y Casales, Placencia y Pradello en el Placentino)4, no son motivos suficientes á destruir lo que de las investigaciones del abate Casanova, según parece, resulta; —244→ pues independientemente de que por haberse criado, según dicen algunos, en Génova, sería tenido por sus contemporáneos como natural de aquella ciudad, y de que en la época en que se escribieron tales documentos se habían apoderado los genoveses, según parece, de Córcega, por lo que considerarían como conciudadanos suyos los nacidos en aquella isla, es de creer que no se opondría á este concepto, porque su vanidad quedaría más lisonjeada con aparecer hijo de una ciudad tan ilustre y esclarecida, y que tan importante papel representó en los acontecimientos de aquellos siglos, que con serlo de una isla de poca valía, que no tenía existencia independiente, sino que por el contrario, iba pasando de unas manos á otras de los que tan frecuentemente se la disputaban5.
Por Luis Franco y López en 1886
Justo Eliseo Areal
Por Alberto Estévez Piña
Evidentemente, tenemos una obligación ineludible, recordar y perpetuar a tudenses ilustres y ejemplares, siendo ahora el caso, del Apóstol del regionalismo gallego, Justo Eliseo Areal, tudense erudito, historiador, escritor, periodista, poeta y genial pintor. Sí; J. Areal, se muere joven en la ciudad del Olivo, no habiendo cumplido los cuarenta años; un hombre bueno, dotado con los dones que dan a la vida el derecho de una larga existencia que, en este caso, fue rota por la fatalidad y la desgracia.
Justo E. Areal, había nacido en Tuy, el 14 de Junio de 1862, pasando aquí su infancia, con la triste circunstancia de ser, ya antes de nacer, huérfano de padre; suceso que le hizo vivir con su madre, su niñez y juventud en la ciudad episcopal; sintiendo la excelsitud del dolor y sin el apoyo de nadie para tomar asiento en las aulas universitarias. En la soledad de su casa, fue acostumbrándose para luchar en este mundo de zozobras, donde se forjan las virtudes de la gloria y se evapora la esperanza.
En el año 1880, a los dieciocho años, Justo Areal, deja la ciudad tudense, sentando plaza en madrid, en el regimiento de infantería de Granada número 34, siendo escribiente de la dirección general del Ministerio de Guerra. Su espíritu democrático le llevo a la milicia, entendiendo que el uniforme de los defensores de la patria, no abdicaba de su voluntad, de su conciencia de ciudadano en defensa del honor, el derecho, la libertad y la justicia y, de modo alguno, para servir de guardia pretoriano al despotismo ó entronizar políticos ambiciosos… pensamientos que le hacen comprometerse en la sublevación de Badajoz, siendo expulsado del ejército en Marzo de 1884, comprobándose así, que las ideas de un espíritu noble, no encuadraban con los estrechos moldes de los deberes de una disciplina ciega y brutal, que le imponía pisotear los deberes de sus anhelos y esperanzas… de ahí que, cuando se le auguraba en su incipiente carrera un porvenir risueño de honores, se trunca por una inmediata separación del ejército, con la expulsión definitiva. Lo cierto, que este contratiempo, templó su carácter para la lucha y, mudando de medio, recurre con inclinación decidida por el periodismo, cambiando la espada por la pluma, para trabajar sin descanso, por el programa de una idea salvadora de su patria gallega; es el comienzo de sus colaboraciones en difrentes diarios y revistas, con artículos en los que canta las glorias de Galicia y de manera particular, de su querida ciudad tudense, donde se casa y queda viviendo cinco años, mientras defiende su casa, con el trabajo comercial con distintas representaciones extranjeras de aparatos y accesorios de ortopedia. Es un trabajo que le obliga a viajar, posibilitándole el conocer y admirar con entusiasmo de artista, arqueólogo e historiador, las ruinas del acueducto de Mérida; la hermosísima catedral de León; la noble de Burgos y otras muchas poblaciones y monumentos de España, a las que más tarde dedicará interesantes trabajos.
La noticia de su prematura muerte, está reflejada en el gran número de notas necrológicas de prensa de la época, donde se reitera su gran corazón y nutrida inteligencia, que se había unido, dicen, para hacerle brillar entre los más destacados escritores y periodistas regionales.
Recordaré que Justo Areal, sentía predilección por los estudios históricos de nuestra Galicia, publicando trabajos heráldicos y de arqueología y, sobre todo, temas de diferentes efemérides de nuestra tierra, acogidas por la mayoría de la prensa con muchos elogios, con una crítica que hacía justicia al merito de sus trabajos.
En el libro «Corona fúnebre a Justo Eliseo Areal» publicado en Argentina en 1937, en su es crito: «Areal pintado por si mismo», entre otras cosas dice: «Sólo tengo dos actos en mi vida que, eso sí, me llenó de orgullo al considerarlo y de placer al recordarlo. En Badajoz (en el Gudiana) salvé la vida al cabo, Fernando Cueto y a un soldado llamado Ferreu, ambos de mi regimiento, que sin mi auxilio hubieran perecido en las pantanosas aguas del río. Por este accidente me llevaron al hospital, donde estuve tres meses muy enfermo, todo por el grandísimo esfuerzo que había hecho. No conseguí la cruz de beneficencia porque fue cuando el general sorprendió la lista de sargentos y cabos que estábamos comprometidos, y me dio la licencia para el depósito de Tuy, con una nota de sospechoso…»
Justo E. Areal, fallece en Vigo el 8 de Julio de 1902, lo que hace que con destellos luminosos de la intelectualidad gallega se le perpetúe su acendrado amor a Galicia, así se reitera en distintas publicaciones, periódicos y diarios, como «El Noroeste y «Revista Gallega de La Coruña»; «La Integridad» de Tuy; «El Independiente» , «La Concordia», «Faro de Vigo», de Vigo; «La Correspondencia Gallega» de Pontevedra; «El Eco de Galicia» de Buenos Aires; «La Idea Moderna» de Lugo; «El Pueblo» de Santiago del Estero (Argentina); «El Correo Español» de Buenos Aires y «La Defensa» de Loreto (Argentina).
Es necesario y de toda justicia recuperar para nuestra ciudad el importante nombre de Justo Eliseo Areal, hijo de Tuy y creador de la defensa de la región gallega autónoma.
Un investigador reivindica la figura del Marqués de Mos
Vivió en el castillo de Soutomaior, al que devolvió el esplendor, Grande de España, sirvió a tres reyes y llegó a jefe del Ejecutivo español en 1906
Luis Carlos Llera – soutomaior
Un libro que está escribiendo Juan Barreiro recuerda que los restos de uno de los más importantes habitantes del castillo de Soutomaior estuvieron apunto de ser arrojados a una escombrera.
A caballo entre los siglos XIX y XX, la fortaleza fue escenario de consejos de ministros, de estancias del rey Alfonso XII y de visitas de nobles y personalidades. El artífice de este renacimiento político de Soutomaior cinco siglos después de Pedro Madruga fue Antonio Aguilar Correa Fernández de Córdoba Sotomayor, Grande de España, Marqués de la Vega Armijo y de Mos, Conde de la Bobadilla, Vizconde de Pegullal. Reformó el castillo en 1870 y empezó a habitarlo durante largas temporada.
La historia del Marqués de Mos es uno de los capítulos del libro que está escribiendo Juan Barreiro quien tuvo la oportunidad de recoger el testimonio de Flora de Roza, que trabajó junto con su marido de camarera y falleció hace años con una edad avanzada. El matrimonio trabajó al servicio de los marqueses y llegaron a atender al Rey Alfonso XII. «Por dentro era un verdadero palacio», señaló Flora a Juan Barreiro.
Presidencia
El Marqués de Mos alternaba sus relajadas estancias en el castillo con su ajetreada vida política. En 1861 obtuvo su primer ministerio, el de Fomento. Fue embajador en París y Roma y ministro de Estado en varios gobiernos liberales entre 1881 y 1893. Entre 1895 y 1905 fue presidente del Congreso.
Vega Armijo se convirtió en árbitro de las disputas internas del Partido Liberal y de este modo llegó a jefe del Gobierno el 4 de diciembre 1906. Al frente de un gobierno interino aprobó los presupuestos generales del Estado de 1907 y dos meses después dejó el cargo.
Su esposa, Zenobia Vinyals, murió en Madrid el 12 de abril de 1891 y sus restos fueron trasladados en tren hasta Arcade para ser enterrada en la cripta del castillo. El 13 de junio de 1908 falleció el marqués. Al día siguiente, fue embalsamado y su cadáver expuesto en el Congreso. El 17 de junio, el féretro llegaba a la estación de Redondela para ser enterrado junto a su mujer.
Cuando se llevó a cabo la reforma del castillo en 1982, tras ser adquirido el recinto por la Diputación, los restos de la pareja estuvieron a punto de ser arrojados a una escombrera. Así lo ordenaron los capataces. «menos mal que los obreros no hicieron caso»
Was Christopher Columbus a Son of Colon the Incendiary?
Below in a translation of parts of an article contributed to La Provincia of Huelva, Spain by Rafael López de Haro. The article tras translated for The New York Times by Mrs. Berndard Whishaw, of La Puerta del Buey, Niebla, Province of Huelva, Spain Honorary Secretary of the Anglo-Spanish School of Archaeology.
A GALICIAN writer, Don Celso García de la Reiga, published various documents three years ago, proving the existence of a family called Colón and 01te called Fonterosa in Pontevedra botfa before and after the great event of the centuries. Colón was the paternal and Fonterosa the maternal surname of the discoverer.
[Note: A Spaniard’ signs both the ñame of his’ mother and that of his father.]
And something more has come to light, something which may be of conclusive valué, something which may prove the key to the obstinate determination of Christopher Columbus to deny his Galician birth. To the striking evidence that be never wrote in Italian or to Italians, from which we may surmise that he was not master of the language, to the fact that be gave to certain situations on the shores he discovered names which recall identiral winde and currents on the Galician coast, to the frequent use of Galician words and provincialisms in his writings, to the Jewish ancestry of the Fonterosas—to these and many other details, strengthening the belief that Columbus was Galician, must now be added something else really surprising.
When Christopher Columbus was about twelve or fourteen, a certain Juan de Colón set fire to Porto, a village near Pontevedra. Another Colón was arrested, but must have shown his innocence, for he was set free under a guarantee. Thenceforth the incendiary is called Colón el Malo, (Colón the Bad,) and frequently, in the law papers of the period, certain properties are referred to as “the houses burnt by Juan de Colón el Malo.”
This Juan de Colón el Malo wasr it appears, married to one María Fonterosa. And the Discoverer of America was called Colón y Fonterosa.
Was Christopher the son of Colón the incendiary? Did the criminal, when be fled from the scene of his crime, take with him the youth of twelve or fourteen, who was later to be the Discoverer of America?. Would not such an adventure make a very natural beginning to a life of hazard and audacity? And may not the paternal ill-fame have been the reason why Christopher always concealed the origin of which he was ashamed?
Artículos publicados en el New York Times
Durante toda la década de los años 20, un verdadero torbellino mediático entorno al Colón Gallego invadió la prensa mundial, la guerra civil terminó con todo ello, y hoy somos pocos los conocedores de ello. En periódicos de todo el mundo se hicieron eco de las reclamaciones sobre la cuna del descubridor del nuevo Continente. Un ejemplo de ello es esta pequeña muestra que he rescatado de la hemeroteca del New York Times:
Colón, Genio español
En el Diario ABC de 1954 de 11 de octubre, el diario rinde homenaje al «Día de la Hispanidad» con este artículo del Coloniano Marqués de Morella
SEGURAMENTE no ha existido en el mundo secreto mejor y más tiempo guardado, desafiando la curiosidad de todos los historiadores durante más de cuatro cientos años, que el que se refiere al nacimiento y progenie de Cristóbal Colón, el inspirado descubridor del Nuevo Mundo; acontecimiento de singular importancia para España, gesta típica y totalmente español que festejamos, todos los años, en la memorable fecha del 12 de octubre, por haber sido en este mismo día. del año 1492, que las frágiles carabelas del recién nombrado Gran Almirante de la Mar Océana, tropezó, ésta es la palabra más .propia, con la ¡pequeña isla de Guanahani, del grupo de las Lucayas, a la que rebautizó con el nombre cristiano de “San Salvador”, que recuerda el nombre ds numerosas parroquias españolas, sobre todo asturianas y gallegas.
Conviene no olvidar este dato, pues si Colón hubiera querido simplemente dar gracias a Dios, que le había salvado de perecer de hambre y sed, después de diez semanas de navegación sin esperanza, la hubiera llamado del Salvador y no de San Salvador, advocación poco común en el resto de España y que no era la más apropiada al verdadero milagro de que la carabela “Pinta”, siempre en vanguardia, tropezara con ella, en vez de pasar, sin verlas, entre sus diminutas compañeras.
Durante el larguísimo viaje, primero de los cuatro que realizó ei Gran Almirante, suponen algunos historiadores que, descontenta la tripulación de lar “Santa María” (que personalmente mandaba Colón), exasperados porque los vientos nunca “venteaban” hacia España y no podrían volver…, intentaron tirar por la borda al improvisado almirante, “genovés” por más señas, ya que así aun se le llama, por más que a Génova le disputan la honra de haber mecido la cuna del descubridor de América nada menos que quince poblaciones, italianas también. Cierto indicio es éste de que ninguna tiene razón, ya que ei voto de cada una tiene quince votos en contra. Entonces dicen que intervino el enérgico capitán de la “Pinta”, Martín Alonso Pinzón (brazo derecho de Colón en toda la travesía), recomendándole ’que ahorcara, sencillamente, a tres o cuatro de los revoltosos, y las cosas no pasarían adelante… Y así fué, si es que llegaron a pasar como se cuenta.
De lo que no cabe duda es que durante más de cuatro siglos se ha venido creyendo que los marinos de la “Santa María” se creían engañados por un novel almirante genovés, y que los genoveses de hoy están ¡tan creídos de ser paisanos del inmortal marino, que sabido es que Génova festeja, más quizá que nosotros, la memorable fecha del 12 de octubre, y también que los italianos de Nueva York lograron convencer al presidente Traman (que no nos quería muy bien) que allí debía festejarse a “Cristóforo Colombo, descubridor de América”, y así se hizo, con toda pompa, en su tiempo, y quizá se repita.
Pero no solamente los genoveses y el presidente Truman se lo han creído, sino que, aun extrañándose mucho de que un italiano no supiera hablar ni escribir más que en español (y escribió muchísimo), haya ihcluso historiadores eminentes, y algunos españoles no me dejarán mentir, que han caído en la trampa del “genovismo”, y que están invadidas las escuelas del mundo entero en que se habla, con elogio en las más y con tinta venenosa en las menos, del gran “genovés” Cristóbal Colón…, ¡si es que no le llaman Colombo!
¿De dónde ha salido esa fábula, tan difundida por el mundo, tratándose de un personaje tan conocido y celebrado e» su tiempo, y cuyo “Diario de Navegación” podría llenar volúmenes enteros en correcto español, con ligeros toques aportuguesados o gallegos, propios del que pasó catorce años y se casó en Portugal, o del que nació en Galicia?
Que tal “percance” le sucediera a un recién nacido genovés, cuyos padres lo trajeran a Castilla, sería (posible: pero que un joven que ha pasado los veintitrés años primeros de su vida, al parecfer tejiendo tranquilamente lana (según los genovistas), se olvide por completo dé su lengua nativa y rompa a hablar en castellano castizo al poner el pie en Portugal, es cosa tan inverosímil, que nadie se la ha explicado todavía; y, naturalmente, surgen las hipótesis, más o menos razonables: Que se dedicó a aprender el español en Portugal ¡porque se estaba poniendo de moda; que debió estar empleado en alguna de las factorías que los navieros genoveses tenían en España; que…, cualquier c0sa menos confesar que un gran hombre, aunque hable español, pueda ser español, y mucho menos gallego…
Pues, ¿no es bien sabido que en tiempo de Colón los gallegos eran enemigos de Isabel la Católica, por defender los derechos de Juana “la Beltraneja? ¿No es cierto también que en aquella época no habían expulsado aún los Beyes Católicos a los judíos, que abundaban en Galicia, y que si hoy día a ningún cristiano viejo le agradaría tener antecesores judíos, entonces era peligrosísimo que se sospechara siquiera? .¿No era también prudente y há- . ,bil pasar por curtido marino de la nación más marinera de la épcca, al pretender alcanzar, de un salto, el grado de almirante? ¿No le había de convenir, al que soñaba con poseer caudales sin fin, el no ser obligado contribuyenté de un país en formación y guerra con los moros e infieles, país que quizá necesitara sus dineros, si es que no se los arrebataban los forajidos en sus inseguros caminos y posadas?
¡Razones poderosas tenía, pues, Colón para parecer extranjero oriundo de una nación “poderosa en el mar”, como él escribía, y que tenía un seguro y tranquilo Banco de San Gorgio, en que el dinero rentaban el seis por ciento!…
Pero, ¿es seguro que Colón haya dicho jamás que nació en Génova, como muy a la ligera se le atribuye? ¿No es más cierto que la célebre “Institución de Mayorazgo’, en que aparece tal frase, sea apócrifa? Vamos a verlo.
A la hora de la verdad, la víspera de su muerte, ocurrida en Valladolid en 1506, Colón dictaba al notario Pedro de Hinojedo, escribano de Cámara de Sus Altezas, y le decía: “Cuando partí de España, el año de quinientos e dos, fice una Ordenanza e Mayorazgo de mis bienes, e de lo que me pareció que cumplía al servicio de Dios eterno e honra mía; que deje en el Monasterio de las Cuevas, en Sevilla, a Frey D. Gaspar, etc., etc.”
Pues bien, esta Ordenanza (en la que probablemente Colón no se acordó de haber nacido en Génova) no es conocida. En cambio aparece, medio siglo después de su muerte, tpor necesidades hereditarias de sus sucesores, otra Ordenanza, de 1498, en la que aparece intercalada en el tupido texto, y casi sin venir a cueato, la famosa frase, base inconmovible dei “genovismo” de Colón: SIENDO YO NACIDO EN GENOVA…, y al final de oír o párrafo, en que recomienda a sus herederos que tengan y mantengan casa en Genova (¡donde acumuló toda su fortuna), añade (o se agregó quizá) esta otra frase “clave”: PUES QUE DE ELLA SALI EN ELLA NACI, frase en la que sólo cuatro palabras, las últimas precisamente, son las recusables…
Está, ciertamente, muy claro aquí lo del nacimiento en Génova. Pero no se enteraron, sin duda, los herederos del celebérrimo nauta de que en el mismo documento (que permaneció tantos años en sus pecadoras manos) también dice Colón, con entera claridad: “El cual Mayorazgo en ninguna manera lo herede mujer ninguna, SALVO SI “AQUI” O EN OTRO CABO DEL MUNDO NO SE HALLASE HOMBRE DE “MI LINAJE VERDADERO”, QUE SE HOBIESE LLAMADO Y LLAMASE, EL Y SUS ANTECESORES, DE COLON”. ¡De Colón; de Colón precisamente, y no de Colombo!
Tampoco se enteraron esos sus próximos herederos, empezando por su hijo, don Fernando, acérrimo partidario de que su padre fuera genovés, de que en el mismísimo documento aparece, con el mayor descaro, el “gazapo” siguiente…, que aun está corriendo, invisible para muchos: Recomendando Colón que “en ninguna manera se disformase su mayorazgo en el porvenir, dijo: “Y así mismo lo suplico al Rey y a la Reyna, nuestros Señores, y al PRINCIPE DON JUAN, SU PRIMOGENITO, NUESTRO SEÑOR, por el servicio que yo les he fecho, que no consientan que se disforme este mi compromiso de mayorazgo”, etc., etc.
¡Pero cómo había de defenderlo el desgraciado príncipe heredero si, llenando de luto a, toaa España, “había muerto el año anterior a la fecha de este manoseado documento”, clave dei monumental engáño que ha sobrevivido al famoso descubridor curanite tantos años!
¿Es que Colón, fidelísimo súbdito y admirador de los Reyes Católicos, podía ignorar, en febrero de 1498, la gran pérdida que estos Monarcas, y España entera, lloraban desde el mes de octubre de 1497, e hizo elevar tantas preces al Cielo en todas las iglesias cié nuestro país? No, ¡no es posible! Los que no se dieron cuenta de que un simple cotejo de fechas pudiera anular su engaño fueron los que pretendieron hacer decir a Colón, en solemne documento público, lo que evidentemente no dijo…
Por supuesto, en el inatacable testamento de Colón, el del día víspera de su muerte, el ilustre español no se acuerda para nada de Génova ni de que él se hubiera llamado jamás Colombo, y fueran, por tanto, parientes suyos los Colombos. Sólo habla, en una relación aparte, de que se les abone a algunos genoveses y lisboetas cantidades que les debía o legaba, “pera sin decirles quién se las mandaba dar”, algunos de los cuales conoció en Lisboa. Lo que no demuestra que él fuera genovés, sino que era un cumplido caballero y buen cristiano.
Pero además: aunque Colón hubiera tenido interés en pasar por extranjero y lo hubiera proclamado ante notarios, ¿que valdría esto ante los hechos siguientes, que nadie puede negar?:
Primero. Colón llega a España hablando perfectamente el castellano más puro, a veces con elocuencia y conociendo hasta nuestros refranes y’ escribiéndolo a la perfección; mientras que una sola vez que intentó poner una nota italiana ai margen de un libro itali’áno, sólo fué capaz de demostrar que no conocía la lengua “materna”, hablada hasta los veintitrés año3, según los genovistas.
Segundo. Colón permanece catorce síios en Lisboa, allí se casa, le nace su hijo Diego y trata de convencer inútilmente a don Juan II para que patrocine su gran empresa. Y, naturalmente, algo del portugués se le pega, lengua, entonces más que ahora, similar a la gallega.
Tercero. Colón se embarca toara lo desconocido, y después de bautizar sus descubrimientos con los nombres de La Isabela, La Juana, La Fernandina, etc., no se le ocurre poner a los muchos que siguieron nombres de su pretendida patria italiana, sino los que sin duda desde su más tierna infancia le eran familiares, les de cabos, islas y accidentes de las bahías de Vigo y Pontevedra; nombres que juntos por lo menos, no se encuentran en parte alguna, y entre otros son: “Punta de la Galea, Punta Lanzada, Isla Pierna, San Salvador, Santa María de la O” (Patrona de Pontevedra, en cuyo aniversario celebra gran fiesta y Hace tronar el cañón ante las costas de Cuba), van apareciendo en sus mapas y en su “Diario de Navegación”, según va descubriendo tierras y accidentes, parecidos a los que conoció indudablemente en Galicia.
Y para que no quede duda alguna, vemos en sus expresivas cartas a los Reyes, cada vez que encuentra árboles, plantas, peces, ríos o montañas, parecidos o “disconformes” con los que él conocía, les dice machaconamente: “Nuestros” árboles, “nuestras” plantas, “nuestros” peces, etcétera, etc., y no dice “vuestros” árboles, “vuestros” ríos (ni tampoco cita, por supuesto, los árboles y ríos genoveses). Bien claro está, pues, que quien así escribia a unos Reyes españoles, era tan español como ellos.
Dicho sea todo esto con permiso y perdón de nuestros entrañables enemigos de la “leyenda negra” o simplemente antiespañoles, y de nuestros eminentes y admirados amigos españoles que han caído inocentemente en las espesísimas mallas de la red tan hábilmente tendida por los que con nosotros festejan (y hacen muy bien) la memorable fecha del 12 de octubre, aunque tendenciosamente lo hagan en honor de un “Cristóforo Colombo” que vivió y murió sin haberse enterado de que había descubierto América…
El Marqués de MORELLA
Cristóbal Colón, natural de Pontevedra – por R.P. Tomás Barreira
Son evidentes las raices gallegas del Almirante
Por R. P. Tomás Barreira
Artículo descriptivo de la Toponimia coincidente entre los lugares descubiertos en el Nuevo Mundo (América) y los mismos accidentes geográficos en Galicia. publicado en 1953 en el número especial conmemorativo del centenarios del Faro de Vigo.
COLÓN GALLEGO
La realidad y la historia del Almirante ofrecen un continuo contraste, harto mal disimulado en no pocas ocasiones. Consúltese la historia, y Colón es genovés; consúltense los hechos, y Colón es pontevedrés. He aquí unos cuantos datos para prueba:
Llega Colón como extranjero, natural de Génova, a la real corte de los soberanos de España; propone su proyecto a Fernando e Isabel, éstos lo aceptan, y entonces la reina reclama para sí la exclusiva de la empresa Fernando y Aragón se resignan a ser excluidos, teniendo igual derecho que Castilla e Isabel. Este extranjerismo es inadmisible.
Hay una frase en su testamentó que no da lugar a réplica: “De Genova salí y en Génova nací,” Esta frase aparte de que contradice la conducta constante de Colón y su familia en silenciar el origen del descubridor, es apócrifa; como lo es el testamento en que intervienen los muertos como albaceas y escribamos,
No viene Colón de Génova viene de Tortosa. Se presenta a D. Fernando, su rey y natural señor, hombre político y no menos capacitados, tanto él como su pueblo, para llevar adelante la empresa, como la Reina y la Castilla de las doradas mieses. Aragón adelantó el dinero. No obstante todo lo dicho, la Reina reclamó para sí la exclusiva de la empresa y la consigue sin protesta de nadie. Sólo la Reina manda en Colón; luego Colón es súbdito de Isabel.
Fálta, además, en absoluto para el origen tortosino de Colón, el dialectismo catalán, falta la primera línea de algún documento que haga referencia al descubridor torto- sinó y hasta- falta la relación en la crónica local del apoteósico recibimiento de Colón en Barcelona al llegar del primer viaje.
El comercio hispano-americano quedó estancado en Cádiz y Aragón se vió privado de un negocio en gran escala a pesar de que el derecho sería exclusivamente suyo si fuera tortosino. Por tanto, es inadmisible su origen tortosino.
Colón no podía ser más que de la España isabelina. ¿De qué parte? Que hablen los hechos ciertos y conocidos como táles de la historia coloniana. Solo a ellos nos atendremos, pues son los únicos que nos pueden sacar del laberinto.
Nadie sabe de dónde es el primer Almirante de la Mar Océana, pero al ver que va Océana, pero al ver que va de capitana “La Gallega”, dedicada a Santa María la Antigua, con Xan da Coxa, su dueño y maestre, asaltó a todos el pensamiento instintivo de que algo tenía que ver con los gallegos.
En el segundo viaje aparece de nuevo “La Gallega”, distinta de la anterior dejada por Colón en América para fortaleza, – y fué la primera obra castrense americana hecha con madera de las “chouzas” pontevedresas.
En el cuarto viaje va un navío, “El Gallego”, propiedad de Cerrajero, vecino de La Coruña. (O dicho con más propiedad. “O Cerralleiro”.)
Aunque no sea nave, no estará démás recordar que el Almirante hace mención de la Xsola La Gallega. Gasta. ¿Dónde: está La Tortosina, La Ge- n oves a, La Saonesa? No faltó La Hispaniola.
El lenguaje
A este respecto dice Me- néhdez Pidal en su obra “El Lenguaje de Colón” (Colección “Austral”, 1940), que “el lenguaje de Colón es decididamente aportuguesado”. Confieso francamente crue no encontré ningún ejemplo de los puestos por este insigne autor en que se advierta el dialectismo portugués. En sus cartas, diarios y demás escritos suyos no hay rastro de dialectismo portugués, catalán, italiano ni de cualquiera nación que no sea España, o de cualquiera región que no sea Galicia.
Los nombres
Supera este argumento a todos los demás: por su exclusivismo relativo, pero excepcional y pontevedrés; por apoyarse en fuentes de la máxima garantía, como son mapas, trabajos concienzudos de autores nacionales y extranjeros, escritos sin pensar para nada en el origen de Colón en cuanto a los nombres que ahora nos sirven de base como puede verse en Espasa Diccionario Hisp. Amer., Navarerte, e. “Historia del Almirante”, por su hijo Fernando. Merecen especial mención La Riega, “Colón español”; Luciano Rey Sánchez “España, patria infalible de Colón”, y Enrique Zas, “Galicia, patria de Colón”, defensoras de la tesis pontevedresa.
La importancia de este argumento la reconocen los adversarios de esta tesis, por el hecho repetido de cambiar y suprimir el nombre clásico en Galicia de “San Salvador” por el de “El Divino Salvador”.
Madoz, que vió alborear la tesis gallega cuando La Riega jugaba al trompo, puso en su Dicc. Geográfico catorce localidades gallegas con el nombre de San Salvador, y doce para el resto de Españá La verdad es esta, nombre más o menos: 180 San Salvador para Galicia, 26 para Asturias y 12 para el resto.
Desde 1887 a 1889, en vísperas del cuarto centenario se cambió en la archidiócesis de Santiago la nomenclatura de San Salvador por El Divino Salvador; se decía en la diócesis de Lugo, en 1943 San Salvador; hoy se dice El Divino Salvador. Si introdujeron el cambio para evitar redundancias teológico-gramaticales, conste que tan pleonástico es El Divino Salvador como San Salvador.
El cronista Herrera cambió el nombre de “La Gallega” por el de “Santa María”; se han hecho equilibrios y se ha variado la puntuación para hacer que la Isola La Gallega se convirtiera en la nave “La Gallega”. Bien poco era.
Si sólo un nombre infunde respeto, que será un centón que verá el lector en los planos de las rías de Pontevedra y Vigo. Y los que quedan todavía en la costa pontevedresa, coruñesa y lucense.
Exclusivismo pontevedrés
En Colón lo internacional es hispano-portugués; lo nacional, hispano; lo regional gallego; lo provincial, pontevedrés, y lo local, de Portosanto, barrio de Pontevedra en la capital.
Isla Saona es una dedicación a Saona, pero sólo una y no consta que Colón pusiera este nombre, aunque lo mencione. Isla Montserrat trae a la memoria el célebre monasterio de este nombre en Cataluña, pero según E. Zas se llamaba “Sta. María de la Mensera, y no Montserrat, como han escrito algunos”. Guadalupe, Guadalquivir son nombres. aislados, que nada local significan.
Valoración de los argumentos Pontevedreses
Los nombres puestos por Colón en América, ciertamente unos y exclusivamente otros, muméricamente considerados, se descomponen así: unos 60 para la costa hispano-portuguesa, 1000 para las rías de Vigo y Pontevedra y otros 100 para el resto de la costa gallega.
Los nombres comunes sin más aditamento, nada prueban a favor de una localidad sobre otra, como ocurre con los existentes en la costa hispano-portuguesa, que todos se hallan en la costa gallega pero no se verifica igualmente la inversa.
Los de la costa gallega cuadriplican holgadamente los que se hallan dispersos en el resto de la costa ibérica; bastantes son exclusivos y es inútil buscarlos en otra parte del globo. Un día puso Colón en la Isla Tortuga estos tres nombres: Pta. Pierna, Punta Aguda y Punta Lanzada. Los tres se hallan en la costa gallega en línea recta y a igual distancia entre sí como los de América, con corta diferencia. De los tres, el primero y el último son exclusivos de la costa gallega, y el segundo, a pesar de su vulgaridad, es casi exclusivo de Galicia.
Los nombres de las mencionadas rías están tan juntos y son de accidentes tan minúsculos con exclusión de los de verdadero relieve y con total exclusión de cualquiera otra ría que no sea gallega que da lugar a formular estas preguntas, a las cuales se debe contestar con lógica razonable:
¿Cómo conocía Collón tan detalladamente estos accidentes, ya que ningún marino conoce hoy día todos estos detalles, aunque sea natural de la localidad? ¿Cómo se interesó exclusivamente por estos accidentes? ¿Cómo prefirió lo desconocido a lo conocido y sobresaliente? No dijo río Lérez, ni Miño: dijo, en cambio, el Alba, río del Oro, río de los Tres Ríos; omitió islas Cíes Ons, etc.; pero dijo Isla de Ratas, San Bartolomé, Estelas o Estrellas.
La respuesta única y razonable, en mi modesto sentir es haciendo a Colón hijo de Portosanto, dedicado a la navegación desde niño; bien nacido y sagaz en extremo, pues supo dejarnos por duplicado por lo menos, su partida de nacimiento sin que nadie se percatara de ello. Bastaría que adivinaran sus intenciones, para que no quedara un nombre de los puestos por él Oigamos a su hijo Fernando a propósito de los nombres dados por su padre. Intitula el primer capítulo de la “Historia del Almirante” dictando: “De la patria, origen y nombre C. Colón”. Hablando de este título, dice:
“Considerando esto, me moví a creer que, así como la mayor parte de sus cosas fueron obradas con algún misterio, así aquello que toca a la variedad de tal nombre y apellido no ocurrió sin misterio.»
Podríamos aducir como ejemplo muchos nombres que no sin causa oculta fueron puestos como indicio del efecto aue había de suceder.” Dice “muchos nombres”, “como indicio”, no como prueba clara “del efecto que había de suceder”, y que a los cuatro siglos bien corridos vemos que está sucediendo: el descubrimiento de su origen.
Añade Don Fernando: “Si tomamos en consideración el apellido de sus mayores, diremos que verdaderamente fué Colombo o Paloma en cuanto llevó la gracia del Espíritu Santo a aquel Nuevo Mundo. Para Don Fernando su padre se llamó Colombo “en cuanto llevó la gracia al N. Mundo”, no en cuanto lo heredó de sus mayores.»
“La variedad de tal… apellido” para mí no tiene más razonable explicación que esta; había en Pontevedra un apellido muy parecido al apellido Colón, pero mal sonante, como puede verse aún hoy en ciertas sepulturas de Santa María, en la cual se conservan recuerdos de los Colones, y uno expresamente del Almirante.
Si este fué su apellido primitivo es obvio que tuvo que limarlo. Cierto que no se conserva tal apellido y no es probable que la desaparición se deba a cambio o supresión sino a limadura. La misma manera discreta de Don Fernando da a entender que algo intrínseco encerraba y debía hacerse desaparecer. Collazo debe de venir de ese desaparecido apellido.
En Italia no se conoce el apellido Colón y de los documentos oficiales se saca aue el Almirante se apellidaba Colón y por tal quiso hacerse pasar.
Al final va la lista de nombres puestos en América por Colón y con su correspondiente, localizado en los planos de las rías de Vigo y Pontevedra. A los nombres se añaden los monumentos de la capital pontevedresa, refuerzo no pequeño y exclusivo de la tesis pontevedresa que venimos defendiendo.
QUIEN FUE CRISTOBAL COLON
La producción literaria sobre el Almirante
Es sencillamente enorme, en general anticoloniana, desorientadora y de resultado negativo. Colón, sin embargo considerado desde el punto de vista trascendental de su empresa, será siempre la figura más destacada entre todos los hombres que ha producido la estirpe de Adán de tejas abajo y exceptuando a Cristo. Por respeto a su persona y al gran pueblo americano, cuya historia empieza en Colón en todos los órdenes, siquiera sea en miniatura, bien merece las máximas consideraciones de los historiadores.
Resultó Gil descubrimiento mucho mayor de lo que él se imaginaba, es verdad, y hasta distinto, ya que iba buscando un nuevo camino, no un continente, y es probable que bajara al sepulcro en la creencia de que lo descubierto era el Cipango, donde reinaba el Gran Kan. para el cual llevaba cartas de sus soberanos: pero también es verdad que se pasó catorce años en Portugal y siete en España, en disputas con los hombres más sabios de las dos naciones para convencerlos de que era posible y práctico comunicarse con Asia llevando el camino de Occidente. Este mérito es exclusivo de Colón.
Lunares de Colón
Las mentiras de Colón, engañando a la ida y a la vuelta del primer viaje; dijo a la ida que andaban menos de lo real porque no se asustara la gente con tan largo viaje por el mar tenebroso, y a la vuelta que andaban más, para que se animaran con la aproximación a tierra. Merece plácemes por ello.
Engañó a los indios haciéndoles creer que estaba su dios enojado contra ellos, porque a él y a su tripulación no les llevaban de comer según lo convenido. Para esto se aprovechó de un eclipse de luna Cuando la vieron los indios de aspecto terrible conforme a lo predicho por el Almirante, lloraban y le rogaban que pidiera por ellos. La estratagema dió excelente resultado: los indios, temerosos cumplieron lo prometido y los españoles pudieron sostenerse sin correr ningún peligro Bien por Colón.
Tuvo un hijo natural siendo viudo y novio, lo cual poco significa en el siglo XV. Por qué no se casó con la cordobesa, no lo sabemos; pero nos consta que se acordó de ella en su testamento y es probable que se acordara también antes, y al hijo natural le trató como al otro.
La avaricia de Colón.
He aquí otro tópico contra Colón. Exigió muchos y grandes privilegios en las capitulaciones de Santa Fe. Es verdad que pidió a los Reyes varias veces, que reconocieran sus derechos, y éstos le compacieron siempre. Y es verdad, según Don Fernando, que no hubo avenencia entre su padre y el Rey de Portugal, porque Colón se mantuvo firme. Yo en esto no veo género alguno de avaricia, sino firmeza de carácter, previsión valorización de sus derechos. Un hombre, en fin, que sabía mantenerse a la altura de las circunstancias ante los sabios y ante los reyes.
Esclavista
“Yo—dice Colón el 12-10- 92—, porgue nos tuviesen mucha amistad—los indios— porque conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a nuestra santa fe con amor que por temor, les di bonetes colorados.” Que perseveró en este propósito en el primer viajé lo demuestra el hecho de que en el segundo cuando ya habían dado muerte a los 39 españoles que quedaron en la fortaleza levantada por Colón con su capitana «La Gallega”, los indios no quisieron subir a las naves españolas hasta que vieron al Almirante.
En el segundo hubo combates con los indios y entonces fué cuando Colón envió 500 prisioneros de guerra para venderlos en España. Los Reyes los pusieron a la venta pero a los cuatro días, reflexionando sobre la licitud, detuvieron la venta, consultaron con los teólogos, éstos la declararon ilícita, y con eso se terminó todo, devolviendo los indios a su tierra. Los Reves, los eclesiásticos y Colón respiraban el mismo ambiente de la época. Echar la culpa a Colón de haber introducido la esclavitud o presentarle como fomentador de tan infame comercio, es hablar por no callar.
Recuerda a los Reyes el fin propuesto en esta empresa: la conversión a nuestra fe, el rescate de los Santos Lugares Consecuente con este propósito inicial, tomó unos seis o siete, indios “para lengua”, es decir, para que aprendieran el español y con esto sirvieran de intérpretes a 1 os futuros misioneros y catequizaran a sus’./hermanos. A los veinte días de llevarlos; embarcados sabían persignarse, el Avemaria y la Salve.
Dé suerte, que: Colón fue el primer misionero -de América; los indios de San Salvador, los primeros neófitos; “La Gallega”, su escuela apostólica, y el Almirante el primer rector de aquella incipiente cristiandad. En el primer viaje no fué ningún sacerdote con Colón, el cual además de lo dicho, plantó en todo puerto v en todo cabo en que se detuvo, el árbol santo de la Cruz.
Mal gobernante
Así le tilda la historia, sin aminoramienos ni contemplaciones. Las quejas contra él fueron generales y con tinúas. ¿Con qué fundamento ? A lo más, escaso. Unos cuantos datos Indican de modo claro la dificultad de poder gobernar bien.
La reina fué desobedecida por los de Palos, a quienes mandó entregar dos naves para Colón: la<s. que llevó en el primer viaje fueron requisadas por él; la gente para la empresa, reclutada en ia cárcel; Alonso Pinzón, su segundo. le desobedeció . descaradamente; no permitió desaguisados con. los indios ni que se defraudara ai fisco; fué presó y traído con grillos a España sin formación alguna de causa; el gerente general Fonseca no quería a los Colones, y los reyes hubieron de ordenarle que por su servicio hablara a Colón. Late en el fondo de esta cuestión otra de tipo nacional, regional y personal. Colón, con las capitulaciones de Sta. Fe y el descubrimiento, había crecido desmesuradamente. Todo esto explica de sobra la enemiga contra él.
El gallego
Historia de los contrastes por no decir contradicciones es la de Colón, cuya razón suficiente hay que buscarla en el mismo historiador, que pierde el control al llegar a la zona gallega, cómo si sus dos potencias, intelectiva y afectiva, sufrieran perdímiénto de la dirección normal. En esta historia es donde se ve lo que no hay y no se ve lo que hay; razones que no son razones faltas que resultan virtudes filias y fobias de las más extrañas, todo una gama de contrasentidos.
Botones de muestra: genial marino sin más aprendizaje que las cardas y las cubas; aprende lo inaprensible, a saber, la lengua de Cervantes repentinamente sin rastro de extranjerismo, y olvida lo inolvidable, la lengua materna a los veintitantos años. No se ve que el Colón pontevedrés no ofrece la menor contradicción, sino al revés. Sin embargo, continúa el reparo a esta tesis.
Naciera Colón en cualquier parte fuera de Galicia, y su historia sería normal y corriente.
NOMENCLATURA PONTEVEDRESA
Va a ver ahora el lector la doble lista de nombres puestos por Colón en -América y que corresponden a los de las rías viguesa y ponteve- dresa como pueden apreciarse en los dos planos respectivos,
Ría de Vigo
1 BOCA DE LAS CARABELAS. Cuba, costa .NE/
2 PTA. AGUDA—Costa SO. de la Tortuga, al NO. de Santo Domingo (Haití).
3 PTA. DEL FRAILE. — Cuba, Costa NO. y SO.
4 ISLA DE PARO.—Jamaica, extremo E.
5 PTO. PRINCIPE.—Cuba, costa S. y en la Española, costa N. interior.
6 PTA. GALERA.—Trinidad, extremo NE. al NE. de Venezuela.
7 I. S. MARTIN.—Isla de las Pequeñas Antillas.
8 Mte. Pereira.—Cuba, costa NO. Véase el n. 31.
9 PTA. PIERNA.—En la Tortuga, como en el n. 2.
10 CABO DE LA ROCA.—En la Española, costa NE.
11 “Pta. del Buey”.—Cuba, costa S.
12. PTA. S. ANTONIO.—Cuba, extremo O.
13 “Pta. de Pena Negra”.—Cuba, costa S.
14 AS ESTELAS o Las Estrellas.: Española, costa SO. .
15 PTA. DEL HIERRO.—Española, costa NE.
16 El Fragoso.—Cuba, óayo en la costa N.
17 Cabo de Mar.—Cuba, costa S.
18 Pta. Molino.—Pto. Rico, extre- í mo SO.
19 LOS SIETE HERMANOS. — Cuatro islas «arenosas, que bien pudieron ser las siete de referencia en tiempo de Colón. Están al N. de la Española.
20 “Nuestra Señora del Alba”.— Cuba, costa N.
21 Mte. Galiñeiro.—En Honduras es la montaña llamada Grita.
22 Pta. y Ens. de S. Francisco.— Pto. Rico costa O.
23 PTA. DEL ARENAL.—I. Trinidad, extremo S., hoy Pta. Icacos.
24 Buena Vista.—Cuba, costa SO. y NO.
25 PTA. SANTA.—Española, costa N. y Pto. Rico, costa N.
26 A LAGOA.—Cabo de la Laguna en la Isabela, ál N. de la Española.
21 CABO DE LÓS ENAMORADOS o Cabrón.—Española, costa NE.
28 Pta. la Guía.—Española, costa O. interior.
29 MTE. GORDO»—Pto. Rico, costa O.
30 “Pta. del Cabo Cuba, costa Norte.
31 Pta. Pereiro o Pereira.—Véase el n, 8.
32 Río y Pta. dos Porcos.—Pto. Rico, costa NO.
33 Pta. das Bestas.—Pto. Rico, costa SE.
34 Río Seco y Pta. de Río Seco.— Cuba SE.
35 A MOA o A MUA.—Cuba, costa NE.
36 RIO MOA y PTA. DA MOA.— Idem.
37 SERRA DA MOA.—Idem.
38 PUEBLO DE MOA o Moaña.— Idem. Véase Espasa, palabra “Moa”. No es indígena sino gallega. Los en “oa”, cubanos, significan altura y los “Moas” de Cuba significan altos y bajos.
39 CABO ROAS —As Rodas— Las Ruedas.—Nicaragua costa E.
40 Islotillo de S. Bartolomé, hoy peninsulilla.—En P. Antillas, al E. de Pto. Rico.
41 Cabo del Con.—En Jamaica.
42 Isleta de Ratas.—Española, costa N. en Bahía Acul.
43 PTO. DE STA. MARTA,—Española» costa N.
44 LA REDONDA.—Isla al SO. de Cuba, anota Navarrete.
45 “Costa de la yela”.—Colombia, costa N., al O. de la Guajira.
46 Alto de la Cruz.—Coincide con este de Pontevedra un cabo llamado por Colón Alto y Bajo, costa N. de la Española.
Ría de Pontevedra
1 PTA. DE PENA RUBIA.—En la Española, costa NE.
2 “Pta. del Con”.—Jamaica.
3 PTA. AGUDA.—I. Tortuga, costa S.
4 Pedra Blanca o Polveira—En I. Trinidad, costa E.
5 MTE. GORDO.—Pto. Rico, costa O. y Cerro Gordo, costa N.
6 Barbadas. —Islas Barbabas en P. Antillas.
7 PEDRA LONGA.—Cayo o isla al N. de Cuba.
8 “Pta. Placeres.—Española, según E. Zas, 1. c. p. 205.
9 Pta. Molino. — Pto. Rico, costa S. O.
10 Tres Hermanos.—Pto. Rico, cordillera de los Barriles o Hermanos, Honduras, al E. Vienen los santos pontevedreses, entre- vezados con unos pocos profanos. No se numeran^ en el mapa, porque no caben.
11 S. Bartolomé. — I. en las P. Antillas.
12 Sta. Ana.—Puerto de Jamaica, costa N.
13 Nuestra Señora de la Navidad. Española, costa N. y primer fuerte americano.
14 S. Cristóbal.—Isla en P. Antillas.
15 S. MIGUEL. — Española, costa S.
16 S. ANTONIO. — Cuba, extremo Oeste.
17 S. NICOLAS.—Española, extremo O.
18 STA. CATALINA. — Cuba, costa N.
19 STA. MARIA LA ANTIGUA.— Isla en P. Antillas.
20 Capilla de los Colones. Dice en letras góticas de piedra, descubiertas hace poco: “ OS DO CERCO DE JUAN NETO Y JUAN DE COLON FIXERON ESTA CAPELA”.
21 Busto de Colón en la puerta principal de Sta. María, Según el coronel inglés Mansfield, guarda este busto perfecto parecido con el retrato de Colón que se conserva en el Museo de Londres. Véase Espasa, Apéndice, t. 3, “Colón”.
22 SMA. TRINIDAD.—Isla Trinidad, al NO. de Venezuela.
23 Nuestra Señora de la. O, patro- na de Pontevedra. Ésta es la única fiesta celebrada por Colón el 18-12-1492.
24 PURISIMA CONCEPCION. — Isla en P. Antillas, y puerto al N. de la Española.
25 CAPILLA DE LA MARGARITA.—Isla de la Margarita en P. Antillas.
26 NTRA. SRA. DEL PORTAL DE BELEN.—Río y puerto de Belén en Panamá costa atlántica.
27 STÁ. LUCIA.—Isla de ídem en P. Antillas.
28 S. FRANCISCO.—Pta. dé ídem en Pto. Rico, costa O.
29 STO. DOMINGO.—Isla de Sto. Domingo.
30 S. BLAiS.-Golfo de San Blas en Panamá.
31 La Peregrina.—Al E. de Pto. Rico, Bajo la Peregrina.
32 El Alba.—Cuba, costa N. Cayo Alba.
33 Crucero de Colón. Véase Espasa, Apénd. t. 3, “Colón”.
34 PORTOSANTO, cuna del Almirante.—Cuba, costa NE.
35 a) S. SALVADOR.—Es la primera isla descubierta. Hay también Río y Puerto de S. Salvador, costa NE. de Cuba.
35 b) Eirado de la Galea que aún se conserva. Véase La Riegan “Colón español”, p. 144.
35 c) PTA. GALEA en I. Trinidad, extremo NE. al NE. de Venezuela.
35 d) NTRA. SRA. DE LA GRACIA.—Tierra de Gracia es el NE. de Venezuela, y Río de Gracia al N. de la Española.
36 STA. MARIA DEL PUERTO.— Cuba, costa S., hay Bahía de Sta. María, y costa N., Pto. de Santa María.
37 Pta. Pared.—Cuba, costa N.
38 ISLA DE RATAS. Española, en Bahía Acul, costa N.
39 O Frade, El Fraile.—En P. Antillas, I. El Fraile.
40 LA GRANJA. — Pta . Granja, costa N. de lá Española.
41 Con del E.—En Cuba, costa S.
42 PTA. DO FERRO. — Española, costa N.
43 Pta. Faxilda, Magor, Mogor o Bruxas.—Brujo o Mogote se llama una altura en Cuba.
44 PTA. LANZADA.—Costa a en lá I. Tortuga.
45 PTA. GALERA.—En el extremo ÑE. de la I., hay Pta. Galea (o Galera).
46 Documentos pontevedreses. En ellos aparecen el apellido y nombres de familia; pleitos y cargos de los colones; propiedades que poseyeron en Pontevedra; PROPIEDADES EN PONTEVEDRA HEREDADAS POR LOS DUQUES DE VERAGUA, DE SUS ANTEPASADOS o sea, de D. C. Colón.
47 La tradición local, que señala la huerta y casa DO QUE DES- CUBRIU AS AMERICAS.
48 PERFECTISIMA CONCORDANCIA ENTRE TODOS LOS ARGUMENTOS SIN ASOMO DE CONTRADICCIO caso único y exclusivo de la tesis por*- tevedresa. En las otras tesis nó sé da un paso sin tropezar con la contradicción.
Nombres escogidos de La Coruña
1 ISLA TORTUGA, al O. de Arosa.—Idem al NO. de la Española.
2 RIO DO MAR, al E. de Cabo Corrubedo.—En Cuba, costa N.
3 LAS POZAS, al SE, de Corrubedo.—Idem cerca de Jamaica.
4 CABO VERDE o de Corrubedo, al NO. de Arosa.—C. Verde en la I. Femandina.
5 PTO. SAGRADO o de El Son, costa S. en ría de Muros.— Idem al N. de la Española.
6 Calle de la Estrella.
CALLE DE LOS OLMOS. CALLE DE LA GALERA. Estas tres calles están juntas en la capital coruñesa. Los Olmos recuerda la provincia que Méndez, íntimo de Colón, llamó del Orno en Cuba. Las otras ya son conocidas.
Nombres escogidos de Lugo
1 BOCA GRANDE (Coruña), y BOCA CHICA (Lugo), en la ría del Barquero.—América, en la I. Trinidad, costa E.
2 PTA. DA SERPE, límite E. en ría del Barquero. — Española, costa N.
3 BOCA DA SERPE, boca del & en ría del Barquero.—En América, boca S, entre Venezuela y Trinidad.
4 PENEDO DO GALO, cerca de Boca da Serpe. Tierra adentro. En América está cerca, de Boca de la Serpe. Véase el n.° anterior.
5 RIO DEL ORO, al E. y cerca de Fez.—Española, costa N.
6 OS TRES RIOS, en la confluencia del Miño, Sil y Deya. Española, al N.
Indicaciones aclaratorias sobre los nombres
- Se repiten en España y América
- Los que van en mayúsculas son de Colón ciertamente. Los entrecomillados dice E. Zas que los puso Colón, y los otros también llevan el triple sello coloniano; son de accidentes minúsculos, van entreverados en Galicia y en América unos con otros y son muchos. De donde se deduce la paternidad del Almirante.
- Hay cambios de nomenclatura y sustitución total de nombres, por ejemplo: Cabo de Bicos por Pta. Pierna, A Lousa por A Moa, Cabo del Grove por Pta. Lanzada* Se dice indistintamente Tres Hermanos o Tres Hermanas. En América, Cuba, Costa NE., no se ve ahora Casanova ni otro menos elegante, como puede verse en Dicc. Hisp* Americano, t. 6, p. 1.460, 2.a columna. Sierra del Cristal en Cuba pienso que está tomado de Serra o Sierra del Gistral, equivalente a Sierra del Ginestral, derivado de la “ginesta”, que tanto abunda en el N. de Lugo, y se llama popularmente “xestá”. En Pontevedra hay el Mte. Xes- teira.
- Tengo la certeza de que estos nombres aumentan en número si se procede a un rigoso rebusco, para lo cual es de desear la cooperación binada de investigadores americanos y españoles.
Véanse localizados en los dos planos de las rías, que ofrecemos
El R. P. Tomás Barreira
Nació en Sta, María de Bascuas, Lugo, el 20 de noviembre de 1883. Pasados los primeros años de la infancia, ingresó en el Seminario de Lugo en 1889. Al terminar la carrera eclesiástica, entró, a los pocos meses, en la Compañía de Jesús. Pasó de profesor a América en 1917, y a su vuelta en 1921, todavía continuó su formación, hasta que en 1925 comenzó la vida ministerial en las Misiones rurales.
Desde 1950 viene defendiendo en FARO DE VIGO, con el seudónimo de “Don Modesto”, la tesis de Colón pontevedrés. Es el segundo La Riega, pues con lo hecho por este benemérito hijo de Pontevedra, Otero Sánchez y otros ilustres escritores amantes de las glorias patrias, fue fácil dar al problema mayor actualidad, cuando parecía estar del todo olvidado.
Es el estilo del P. Barreira sencillo, sin polémica y sin dejar por eso de salir al paso contra cualquier tesis que contradiga la pontevedresa. Va siempre a base de razones, tomadas de los primitivos autores, con la evacuación de las citas correspondientes, a fin de reforzar la verdad para salir del embrollo a que conduce tanta variedad de critetios sin suficiente apoyo.
Pedro Madruga-Cristóbal Colón / De Galicia al Nuevo Mundo
Cuatro partes:
1.- Las rutas del mar
2.-Las raíces de la tierra,
3.-La corona del rey
4.-En busca del horizonte.
En ellas se relatan las vicisitudes de Pedro Alvarez de Sotomayor-Cristóbal Colón, desde su nacimiento en Porto Santo-Poyo, su ingreso en el seminario de Tuy, su contacto con la teología y los principios cosmológicos y científicos de la época, así como su abandono a los 14 años, embarcándose con Guillaume Casenove-Coullón, por intercesión de su hermano Álvaro iniciando una peripecia vital en la que desarrollará sus conocimientos náuticos, geográficos y vitales.
Conocerá a Toscanelli en Génova a través de la familia Centurione, colaborando con los portugueses en el inicio del tráfico de esclavos africanos y participando en la guerra catalano-aragonesa al lado de Renato de Anjou, contra el tráfico marítimo aragonés en el mediterráneo. Periodo que corresponde al espacio de tiempo en el que todos los historiadores concuerdan necesariamente para sustentar la contrastada experiencia marinera de Colón.
Esta primera parte, Las Rutas del Mar, narra este proceso, sin dejar de lado al mismo tiempo los cambios sociales y la situación política en Galicia, que motivaran más adelante su regreso para hacerse cargo de la Casa Sotomayor y enfrentar la rebelión irmandiña, asunto que se relata en la segunda parte: Las Raíces de la Tierra. En ella se suceden los episodios propios de este periodo desde la toma de la Rocha Forte en Santiago, hasta el asedio de Tuy, que termina con la muerte de Álvaro y la entrega de la ciudad a la Hermandad y el exilio de Pedro Alvarez de Sotomayor ( ya llamado así, y ya convertido en jefe de la Casa Sotomayor ) en Lisboa donde conocerá personalmente al rey portugués y contraerá matrimonio con Teresa de Távora.
Luego llegará el contraataque nobiliario junto al arzobispo Fonseca y el conde de Lemos con la batalla de Balmalige en Santiago y el progresivo control de Galicia por los nobles coaligados. Se sucederán los hechos históricos conocidos donde se forjará el mito de Pedro Madruga, hasta desembocar en el conflicto sucesorio por la corona de Castilla y la Guerra de Sucesión, tratada en la tercera parte: La Corona del Rey, donde Pedro apoyará al rey portugués y a su sobrina Juana, intentando siempre acercarse a Portugal en contra de los intereses de Aragón, circunstancia que más adelante propiciará su mala relación con Fernando el Católico. La batalla de Toro y la posterior escalada de rebeldía ante el poder triunfante constituido en Castilla preparará la, en definitiva, principal trascendencia histórica de estos hechos, como es la necesidad de reinvención del personaje tras su exilio forzoso en Portugal, su nueva boda con Filipa de Perestrello y su estancia en Porto Santo en Madeira, donde encontrará entre las pertenencias y documentos de su finado suegro Bartolomeu Perestrello hallazgos decisivos para concretar la idea del Descubrimiento.
Estos hechos son descritos en la cuarta parte: En Busca del Horizonte. En ella la incursión nocturna de su hermano Bartolomé en la Cámara de los Mapas lisboeta (donde trabajaba como copista), y la sustracción de documentos y mapas de alto secreto que allí reposan permitirá la concreción definitiva de la idea descubridora. La posterior entrevista con los reyes católicos y las condiciones impuestas por estos para mantener el secreto de su origen forman el elemento sustantivo y final de la obra.
La obra adopta el formato narrativo, dando vida a los personajes históricos, obligándolos a una interrelación sujeta a la realidad conocida y sometiéndose a los hechos en tiempo y lugar. De esta forma la Teoría Coloniana gallega queda explicada de forma, amena y estructurada, facilitando su comprensión al tiempo que obligando a una reflexión que puede generar posteriores aportaciones y desde luego expandir la teoría en sí.
Es al mismo tiempo, una novela de aventuras, una estricta sucesión de acontecimientos históricos del siglo XV gallego, castellano y portugués y una interpretación de la teoría del Colón Gallego asumiendo los elementos clásicos que la componen.
Colón gallego en el anuario da vieira de 1988
¿CRISTOBAL COLON ERA GALLEGO?
Por Xosefina López de Serántes
Cincocentos anos despois da chegada ao continente americano das tres immortais caravelas o lugar de nascimento do seu almirante continua a ser un enigma. Nesta colaborarazón, a autora, desenrola a teoría, xa apontada anteriormente por outros investigadores, da galeguidade de Cristóbal Colón. Se, ben é certo que os italianos devido a súa maior influencia nos meios de comunicazón fiexeron crer a todo o mundo que Colón era de Génova, os datos a favor da orixe galega do descobridor de América son moi precisos.
(Publicado en “A NOSA VOZ” N.° 7-Voceiro do Centro Gallego de Bruselas)
A noticia surgió hace pocos días en los diarios, pero bien puede decirse que pasó casi desapercibida, decía así:
“Jon Gangoiti afirma que luchará para que los gallegos no sean tratados en la CEE como los judíos”.
Breves palabras dignas de meditación que nos hacen comprender que el ser gallego aún tiene sus lamentables consecuencias, y que también siguen proclamando ante el mundo otra injusticia de siglos, ya que, en cierto modo, parecen disculpar la discriminación hacia él pueblo de Israel.
Pero lo que si es indudable, es que bien puede ser que muchos gallegos tengamos raíces judías, ya que en nuestros pueblos y ciudades aún existen atavismos semíticos. Y muchas veces aún hay personas que, ignorándolo, conservan costumbres y rasgos de esa raza que el correr de los siglos no ha podido borrar. Sigue leyendo Colón gallego en el anuario da vieira de 1988