Artículo XIX y 3º de la serie «Galicia y Colón»

LA OTRA GALICIA

 

02.Artº 19.Colón.La otra GaliciaDifícil es ignorar a la Galicia hermosa y nostálgica con sus paisajes de ensueño, el aroma de sus pinares, sus ríos legendarios, sus campos siempre verdes y su morriña.

En la Galicia típica, la Galicia matriarcal; la que se ama, la que va enraizada en el alma de sus habitantes tan hondamente, y la misma que a M. Lugrís Freire le ha hecho clamar con una angustia sincera y profunda:

«Eu só quero volver

a Galicia, nada máis.

Na miña casa morrer,

e logo, si pode ser,

menterren onde meus pais».

Es el ansia, el anhelo del hombre pegado a la tierra, del labrador, del emigrante, del que dejó sus fuerzas y su sudor sobre la tierra que trabajaron sus padres y abuelos, y que, en su legítima ansia de vivir mejor, emigró a tierras lejanas abandonando su hogar y su familia.

Esa es la Galicia de Rosalía, Cabanillas, Lamas Carvajal, …

Pero existe otra Galicia distinta, fuerte y valerosa. La misma que representó la hazaña y la nobleza de un antiguo reino. Es la tierra de los hidalgos que tan ampliamente nos describió Benito Vicetto. Es la antigua Galicia cuna del Mariscal Pedro Pardo de Cela; de aquel gran hombre que, en su época, representó a toda la conciencia de un pueblo.

Pardo de Cela hablaba la misma lengua con que el Rey Sabio escribió sus cántigas a Santa María. Y Galicia era entonces respetada y hasta temida; sus hombres eran valientes y generosos; pero precisamente en aquella época comenzó a surgir el desprecio y abandono que durante largos siglos presionaría sobre esta tierra que el Apóstol Santiago supo elegir como reposo entre el tránsito de ésta a la otra vida.

Fue, sin duda, el rencor de la Reina Isabel de Castilla lo que produjo este menosprecio. Los gallegos habían apoyado la causa de su sobrina doña Juana, y la reina de Castilla no lo perdonó jamás, ya que, por su orden, el Reino de Galicia fue despojado de todos sus fueros y libertades.

Más, si es cierto que los gallegos ayudaron a la princesa desvalida doña Juana, cierto es también que esta joven había sido sumamente desgraciada. El apodo de «La Beltraneja», debido al supuesto origen ilegítimo de su nacimiento, tuvo su comienzo en la maledicencia de relevantes personajes de la corte castellana, y aunque sus padres, los reyes, juraron solemnemente que era su única hija legítima y heredera, el apodo subsistió para siempre y se le negó el derecho a reinar.

Pero el gesto de los gallegos hirió hondamente a Isabel de Castilla, y las represalias no tardaron en surgir. Conocida es la frase desdichada con que los Reyes Católicos arengaban a alguno de sus caballeros cuando lo veían indeciso, temeroso o cobarde: “¡Gallego, si no lo haces!”.

Perseguidos y menospreciados, muchos gallegos ilustres se vieron casi obligados o ocultar su origen, y es precisamente en esta época de oprobio y humillación, cuando uno de los hombres más grandes de la Historia surge ante el mundo con la incógnita de su nacimiento.

Cristóbal Colón, el descubridor de las Américas, oculta el lugar de su nacimiento con vaguedades, y aunque a veces dice que es genovés, nadie advierte en su lengua y expresión ningún acento de dialecto extranjero.

Duda no cabe de que, para conseguir la anhelada ayuda de los Reyes castellanos, tenía que ocultar el lugar de su nacimiento. Y como rúbrica a estas suposiciones existen importantísimos documentos en los que se demuestra que el apellido Colón es netamente gallego.

Con fechas entre 1428 y 1528 existen una serie de manuscritos, pertenecientes al Ayuntamiento de Pontevedra, en los que el apellido Colón aparece unido a distintos nombres propios, que más tarde se reproducen en la familia del Almirante: Domingo Colón, Juan Colón y Blanca Colón. Apareciendo unidos los apellidos de Colón y Fonterosa en el mandato de pago, relativo a un servicio especial.

¿Pueden, acaso, en Génova mostrarnos documentos tan fehacientes como los mencionados?.

En Galicia, sin embargo, hay muchos más, incluso debe tenerse en cuenta la gran propensión del Almirante al bautizar con nombres de la provincia de Pontevedra a las islas que iba descubriendo.

Puso San Salvador a la primera isla, San Salvador el Grande a la segunda, y San Salvador el Pequeño a la tercera. ¿No era ésta, entonces, la mejor partida de nacimiento de Cristóbal Colón al que, según importantes investigaciones, se le cree natural de San Salvador de Poio en la provincia de Pontevedra?.

 

Y esta Galicia grandiosa que dio al mundo un hombre como Cristóbal Colón, es la misma que nos describe Alfredo Vicenti con su oda impresionante y viril en la que clama contra la injusticia de la muerte de los héroes de la Revolución Gallega en 1846:

 

Allí cayeron con tranquila frente.

Entregando sus vidas a una,

¿Los habían vendido torpemente!

No les faltó valor, sino fortuna.                           

¡Llorad, gallegos, esa es vuestra suerte!

Más yo entretanto, sin temor mezquino,

“cobarde” llamo al que ordenó su muerte,

al que vendió sus vidas, ¡ASESINO!…

 

 

 

 

 El Ideal Gallego, 30 de Junio de 1970

 

Josefina López de Serantes

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